PERSISTENCIA

Real maravilloso, realismo mágico

Margarita Carrera

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Lo Real Maravilloso en Carpentier se reduce (o se amplía) al retomar la realidad cotidiana, la voracidad y belleza del trópico con su sexualidad desbordante, fuera del humano o en el humano, como un milagro: “…una revelación privilegiada de la realidad”, que solamente perciben los creadores.

La segunda y tercera premisas de la Fantástica: pánico o vértigo hacia lo sobrenatural por ser de naturaleza satánica, pesimismo ante la vida y obsesión por lo sexual patológico (incesto). No es posible encontrarlo ni en el Realismo Mágico, a lo Miguel Ángel Asturias, ni en lo Real Maravilloso, a lo Carpentier. Tanto las obras fundamentales de uno y otro escritor (Hombres de maíz, El siglo de las luces), están plenas de vitalidad, de alegría por habitar este mundo con sus cambios y proezas mágicas o milagrosamente naturales. Hay, pues, en el Realismo Mágico, como en lo Real Maravilloso, un alejamiento de lo patológico y una exaltación de lo vital, con su inherente fuerza erótica. Si la Fantástica es mortal y pesimista, el Realismo Mágico y lo Real Maravilloso son vitales y optimistas. La lente con que se mira este mundo es opaca, triste, fúnebre, pavorosa, en la Fantástica. La lente con que se mira este mundo es clara, radiante, positiva en el Realismo Mágico y en lo Real Maravilloso, al regocijarse en la vida tal como es, evadiendo castigos eternos propios de la concepción del “pecado” que tiene el cristianismo. Si en la Fantástica hay un dominio de la fe Cristiana con su implacable infierno; en el Realismo Mágico y lo Real Maravilloso, la fe cristiana se confunde con los mitos paganos del viejo o del nuevo mundo, que carecen del infierno dantesco. Cien años de soledad, de García Márquez, sería otro ejemplo notable de lo que asevero.

La quinta premisa de la Fantástica: predominio de lo temático propio de la fe religiosa cristiana, no tiene cabida ni en el Realismo Mágico ni en lo Real Maravilloso.

Tampoco la sexta premisa de la Fantástica: la psicología profunda y los conflictos individuales no están presentes en el Realismo Mágico ni en lo Real Maravilloso.

No es, pues, de extrañar que Realismo Mágico y Real Maravilloso, en el mundo latinoamericano, estén íntimamente ligados a la literatura “comprometida” postulada por Sartre. No es el individuo el centro alrededor del cual gira la narrativa, sino la sociedad. Por lo tanto, se circunscriben a un tiempo y lugar propios de Latinoamérica. “Macondo” solo puede pertenecer a Latinoamérica; en él se trata de exaltar la psicología del alma colectiva de un pueblo.

El Realismo Mágico y lo Real Maravilloso no pueden ser cosmopolitas como lo es la Fantástica. Son, en Latinoamérica, extremadamente locales. Se refieren a la “realidad” de esta, en lo que se ha dado por llamarse “la búsqueda de identidad”.

La séptima premisa: precisión y claridad del lenguaje en la Fantástica, se alza el lenguaje barroco tanto en el Realismo Mágico como en lo Real Maravilloso. Claros ejemplos de este lenguaje perifrástico, pletóricos en detalles y musicalidades, son Hombres de maíz, de Asturias, y El siglo de las luces, de Carpentier.

En la octava y novena premisas de la Fantástica, tienen tenue persistencia en lo Real Maravilloso y Realismo Mágico. Además, existe una diferencia entre “el mito” al que acude Asturias y “lo histórico” dado en Carpentier. Pero tanto “el mito” como la “historia” son patrimonio de la sociedad en donde el individuo desaparece. En la Fantástica, ya queda establecido anteriormente que los personajes son creaciones propias del autor, individuos que se desgarran en conflictos psíquicos: sentimiento de culpa y autocastigo. No recurre, pues, a la tradición oral o escrita de un pueblo determinado.

Frente a la décima premisa de la Fantástica: Género propio de países desarrollados o superdesarrollados, están el Realismo Mágico y lo Real Maravilloso como producto del subdesarrollo latinoamericano.

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