ALEPH

¿Religión por decreto?

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En Guatemala, cada día quedan embarazadas unas 200 niñas y adolescentes entre 10 y 17 años; 89 por ciento de los agresores o futuros padres, son hombres de su entorno cercano. En ese mismo lapso de tiempo, 2 mujeres guatemaltecas son asesinadas de manera violenta. Y en todo el mundo, hasta el 50 por ciento de las agresiones sexuales se cometen contra niñas menores de 16 años. Frente a tales hechos ¿qué necesitamos?: ¿una educación en derechos sexuales y reproductivos, o una lectura bíblica obligada y un día de oración decretado por ley?

Este año, dos iniciativas fueron presentadas en el Congreso: una en enero, por el diputado Marvin Osorio, de Líder, quien propuso que la Biblia fuera lectura obligatoria en los niveles preprimario, primario, básico y diversificado de escuelas públicas, privadas y por cooperativa. La otra fue presentada el jueves pasado por el diputado unionista Leonel Soto Arango, quien propuso que cada primer sábado de enero se decretara un día de oración por la paz del país.

No está en cuestión la fe de cada quien ni sus ganas de orar; ni siquiera están en cuestión las particulares prácticas religiosas y las formas de educar en valores. Pero hay que decir que las religiones, más allá de maravillosas frases y prácticas como la de “ama a tu prójimo como a ti mismo”, también han influido negativamente en la vida de millones de mujeres (y hombres) de todo el planeta, a lo largo de la historia. Basta voltear los ojos a las Cruzadas, a los actos terroristas que siguen matando a inocentes en el nombre de dios, o a los terrorismos de Estado que van con el estandarte de un dios arrasando pueblos enteros. Basta ver la culpa que siente una niña violada cuando denuncia al agresor, y basta historizar esa culpa para saber que ha sido uno de los mecanismos de control más eficaces que, desde algunas religiones, se han usado para normar los cuerpos de las mujeres por siglos.

Que cada quien rece en su casa, en las plazas y en las calles cuando quiera, o que –mejor aún- baile y cante a manera de oración pidiendo por la paz de Guatemala. Pero el nuestro es un Estado laico y así lo dice la Constitución (competencia de biblias). El amor y la solidaridad no se imponen por decreto. Solo rezando no se detiene la violencia ni se enseñan los valores (vayamos, por ejemplo, a las páginas del franquismo en España o los jóvenes que estallan en medio de un cinturón de explosivos en el nombre de un dios). Los valores se forman cuando los adultos entendemos que amar y respetar están por encima de todas las cosas y que eso es lo que queremos enseñar a las nuevas generaciones.

¿Por qué sí educación sexual por ley y no religión por ley? Una enseña a pensar y decidir, la otra a obedecer y callar. Sabiendo cuántos padres, maestros, pastores y curas usan su rectoría moral para abusar de niñas y niños, mejor despertar conciencia que obediencia. Para alcanzar la paz social se necesitan políticas y programas de Estado que dignifiquen la vida de la gente, prácticas de solidaridad humana, compromisos reales de las élites, y menos retórica de la clase política corrupta. Las democracias se construyen con ciudadanía, no con feligresía.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.