EDITORIAL

Riesgos mayores detrás del crimen

En la medida en la que avanzan las investigaciones para esclarecer pormenores que permitan identificar a todos los responsables de los recientes atentados en París, ha aflorado información que resulta valiosa para entender las ramificaciones de las redes criminales. Uno de esos detalles que se ha conocido es que el terrorismo yihadistas obtiene millonarios recursos económicos del tráfico de personas que huyen de África y de algunas naciones del sudeste asiático.

Ese criminal negocio, que a los traficantes de personas les deja millones de dólares al año, ha permitido que los principales dirigentes del Estado Islámico obtengan fondos en efectivo para financiar los ataques terroristas en varios países. También se ha sabido que uno de los involucrados directamente con los ataques en Francia había llegado recientemente a ese país, precisamente como uno de esos miles de migrantes que buscan asilo en países del centro de Europa.

El detalle más importantes que es oportuno rescatar de ese reciente capítulo que llenó de luto al mundo, es que muchas de esas actividades ilícitas están permitiendo que los grupos terroristas y de otras expresiones criminales puedan financiar sus fechorías. Guatemala no es ajena a ese drama y en nuestro caso desde las prisiones se dirige un lucrativo negocios vinculado con redes de extorsión que se ha vuelto una pesadilla nacional, pues lo que alguna vez fue el temor de algún barrio, ahora se ha generalizado.

Lo delicado de esta situación es que estos grupos no solo financian otros ilícitos, sino que cuentan con demasiados recursos financieros para adquirir el tipo de armamento que requieran. Baste recordar que ha habido episodios sumamente violentos en los que jóvenes pandilleros lanzan ataques contra objetivos que probablemente se resistan a pagar la extorsión, pero han llegado al extremo de cometer esas embestidas con granadas de fragmentación, que son armas letales que solo el Ejército debiera utilizar.

Una muestra de lo peligroso que puede resultar cualquier actividad ilícita en la que hay de por medio muchísimo dinero, es que puede no solo comprar el armamento que se requiera, sino hasta voluntades de funcionarios inescrupulosos. Mucho de esto debe ser tomado en cuenta cuando se conoce que las fuerzas de seguridad han identificado a por lo menos 16 cabecillas de estructuras de extorsionadores y que cada uno de los cabecillas dirige sus operaciones desde el centro de detención en el que se encuentra recluido.

Para dirigir un entramado tan sofisticado como es el negocio de las extorsiones se necesita de una logística que no podría hacerse dentro de un penal si no se contaran con muchas facilidades de comunicación para operar libremente. Algo que tampoco ocurriría si el sistema no estuviera en franca descomposición, pues estos delincuentes cuentan con demasiadas facilidades, aún estando privados de libertad, para comunicarse con sicarios, contadores, mensajeros y administradores que conforman esos emporios del crimen que no deben ser vistos como simples extorsionistas.

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