TIEMPO Y DESTINO

Roxana Baldetti cae al foso de los leones

Luis Morales Chúa

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El cielo político sigue cayendo en pedazos sobre la vicepresidenta de la República, Ingrid Roxana Baldetti Elías de Paz, considerada durante varios años una de las mujeres con mayor poder político en Guatemala, al punto de que con frecuencia se hablaba, y se habla, del grupo del presidente y del grupo de la vicepresidenta, como fuerzas separadas en un mismo partido, particularmente cuando se trataba de nombramientos de funcionarios públicos, jueces, magistrados, presidentes, directores y otros ejecutivos de variadas instituciones públicas cuyo trabajo incide en la vida nacional.

Ahora, para tragedia moral de la política criolla, Roxana Baldetti es públicamente señalada como presunta encubridora, cómplice o partícipe de hechos delictivos de alto impacto aunque, como es notorio, no ha sido objeto de un debido proceso.

Sin embargo, las protestas contra ella y el presidente están trepidando hasta en el seno mismo del partido gobernante del cual, durante los últimos tres años, ella fue ilegalmente secretaria general, hasta que los tribunales de justicia la sacaron de ese puesto partidario a empellones constitucionales por ser incompatible con el ejercicio de la Vicepresidencia, ya que ella tiene la obligación de estar al servicio del Estado y no de partido político alguno.

Y es en este punto donde principia a ser abajada de su alto sitial hasta ponerla en la condición, jamás pensada, de huir de los periodistas y ser obligada a guardar silencio.

A la rueda de prensa, de la cual salió apresurada, al grito de ¡Por qué huye! ¡Por qué huye! de dos o tres reporteros, se han sumado publicaciones oficiales que en lugar de ayudarla, le complican más la vida. Ahora tiene que esconderse y participar en actividades propias de su cargo, a puertas cerradas, para que nadie la interrogue o intente hacerle daño.

Súmese a todo eso, el funcionamiento innecesario de un comando de crisis que la ha echado al foso de los leones, al inducirla a acciones contraproducentes, en un intento de apartarla, desde el punto de vista de la opinión pública, de las actividades de una organización clandestina dedicada al fraude fiscal masivo en el ramo de aduanas, dirigida por su secretario particular, desde las oficinas de la Vicepresidencia.

Por otra parte, sucede algo hasta hace pocos meses impensable. La mano de la justicia principia a allanar inmuebles suyos, en busca del desaparecido secretario.

Y en un momento histórico, una marea humana inunda la Plaza de la Constitución y otros sitios públicos en el interior del país, para exigir en forma pacífica la renuncia de la vicepresidenta y del presidente de la República. Al mismo tiempo miles de guatemaltecos residentes en otros países salen a las calles y se suman a las peticiones de renuncia. Es un grito de miles de voces, que sigue resonando en todo el mundo.

Por ello habría que convencer a la vicepresidenta que siga el ejemplo moral de Michelle Leonhart, directora de la DEA en los Estados Unidos. Hace cinco años varios agentes de esa agencia, enviados a Colombia en misión especial, concurrieron a fiestas donde el atractivo era un grupo de prostitutas enviadas como cortesía por los capos de uno de los cárteles de la droga. Y los agentes al parecer se divirtieron en ardientes orgías. La señora Leonharat no tuvo participación en lo ocurrido, no viajó a Colombia, así que ¿por qué renunció? Porque, dijo, le dio asco el comportamiento de sus subordinados y por considerarse responsable de no haber supervisado adecuadamente al personal.

David Petraeus, director de la CIA, general de cuatro estrellas, uno de los cien líderes más influyentes en los Estados Unidos, renunció a su alto cargo, al serle descubierta una relación extramatrimonial, con su biógrafa.

También hay un ejemplo guatemalteco. Francisco Villagrán Kramer renunció al cargo de vicepresidente, cuando se dio cuenta de que Romeo Lucas García, presidente de la República, se proponía incrementar el exterminio de poblaciones enteras. Así que hay muchos buenos ejemplos para escoger. O para abstenerse de escoger.

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