PLUMA INVITADA

Sangre nueva

Se necesitan muchas tijeras para cortar la tela inacabable que constituye hablar sobre el problema de la educación en Guatemala. Así lo demuestran las muchas opiniones dirigidas a mi correo después del artículo La educación es prioridad.

Lo interesante es que muchos de estos comentarios provienen de maestros que son testigos del rumbo equivocado adonde llevamos ese barco llamado enseñanza, y por supuesto, como la parte más interesada, padres de familia se suman a esa preocupación.

La propuesta en este espacio es la de inyectarle sangre nueva al sistema educativo. De todos es sabido que hasta una persona falta de fe podría mover una montaña antes que destituir a un mal maestro, pues ello requiere todo un proceso burocrático que tendrían que iniciar sus autoridades inmediatas, muchas de las cuales, lamentablemente, también forman parte de ese consorcio que vive de la educación y no para esta sagrada labor.

Muchos docentes que en su momento fueron activos y productivos han perdido la mística pero no se jubilan porque eso significaría ganar mucho menos, además de que perderían el derecho al ya de por sí pésimo servicio que presta el Seguro Social y caerían en las llamas: el Camip. Muchos de estos educadores padecen enfermedades crónicas y requieren tratamientos costosos que solo esa institución puede brindar.

Entonces ya no es el amor a la labor de educar, sino la necesidad, lo que los mueve a presentarse a las aulas, por lo que ya es tiempo de pensar en un retiro que al tiempo que dignifique a quienes ya aportaron al país dé lugar a que nuevos maestros sean capacitados de tal forma que rescaten lo que queda de la educación pública.

Por supuesto, existen docentes que nunca se cansan de aprender y de mejorar sus técnicas de enseñanza. Para estos deben crearse incentivos para que se queden, porque son necesarios, pero aquellos que han convertido la noble tarea de enseñar en un pasatiempo —y de estos hay muchos, incluso jóvenes— es conveniente que cambien de trabajo, por el bien de los niños.

Un maestro lector comparte vía correo electrónico que lo desalienta el panorama de indolencia e irrespeto hacia lo que para él es sagrado: la labor de educar. “Yo amo mi profesión, pero me lleno de amargura al ver cómo la mayoría de profesores son el mayor obstáculo para que nuestro sistema educativo mejore”, comenta, y prosigue: “Para fútbol sí unen esfuerzos, pero cuando de lectura se trata, la mayoría huye. ¿Qué esperamos entonces?”.

El interés de las nuevas autoridades debe centrarse en buscar la asesoría y recursos necesarios para mejorar al recurso humano en el campo educativo. Tanto los directores departamentales como los supervisores y los directores de escuelas e institutos deberían ser propuestos por las universidades y la sociedad civil, además de ser contratados por ciclo, de acuerdo con los resultados de los estudiantes a su cargo.

bcetino@yahoo.com

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