PLUMA INVITADA

¡Seamos agradecidos!

Eduardo Estrada Revolorio

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El agradecimiento es una de las cualidades más hermosas del ser humano. Simplemente el decir “gracias” o “muchas gracias” a la persona que ha tenido un buen gesto para con nosotros es distintivo de una persona sensible y educada, que valora las actitudes positivas hacia su persona. El agradecimiento no necesariamente debe reconocerse solo cuando hemos recibido de parte de otras personas objetos materiales de valor o intervenciones de gran importancia. También se agradece una sonrisa, un “Dios lo bendiga”, un consejo y hasta un castigo. El agradecimiento es uno de tantos valores que está en vías de extinción, ya sea porque no se nos enseñó o simplemente porque, sabiéndolo, no lo cultivamos, no le damos la importancia debida, aunado al hecho de que desconocemos el impacto positivo que se produce en la persona a quien se le agradece algo.

Cuántas personas en el mundo estuvieron a punto de tomar una crucial decisión en su vida, de consecuencias nefastas, pero atendieron el oportuno consejo, el cual evitó su debacle. De igual manera, una llamada de atención o un castigo también forman parte del cúmulo de acciones que merecen un agradecimiento, pues está comprobado que actitud que no se castiga es una actitud que se repite. El castigo ha sido para muchos el detalle que faltaba para reconducir actitudes y enderezar la nave de sus vidas. Es por ello que, por muy desagradable que sea la reprimenda o por muy duro que sea el castigo, el efecto que produce es el que debe valorarse y, por supuesto, agradecerse.

La Biblia, fuente de toda verdad, ilustra con claridad lo relativo al tema. En Lucas 17:11 al 18 encontramos lo siguiente: “Y aconteció que yendo Él de Jerusalem, pasaba por medio de Samaria y de Galilea. Y entrando en una aldea, viniéronle al encuentro 10 hombres leprosos, los cuales se pararon lejos. Y como Él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que, yendo ellos, fueron limpios. Entonces uno de ellos, como se vio que estaba limpio, volvió glorificando a Dios a gran voz. Y derribose sobre el rostro a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano. Y respondiendo Jesús, dijo: ¿No son 10 los que fueron limpios? ¿Y los nueve dónde están? ¿No hubo quién volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?

Imagínese, amigo lector, si uno de nosotros hubiera sido curado de lepra en un instante, como les ocurrió a los 10 leprosos, y no agradecerlo, mereceríamos, con toda seguridad, que la enfermedad volviese a nuestro cuerpo, pues un favor de tal magnitud debería provocar el desborde de toda nuestra alegría y eufóricos sentimientos para agradecer el inmenso gesto en favor de nuestra salud. Vivimos en tiempos tan agitados que se nos olvida agradecer muchas cosas. Basta con abrir los ojos y contemplar un nuevo día para agradecer a Dios.

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