SIEMPRE VERDE

Sin pena ni vergüenza

Magalí Rey Rosa

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Ayer por la tarde recibimos un comunicado sobre un violento incidente que sucedió durante la fallida reapertura de la Radio Comunitaria Snuq’ Jolom Konob’, en Santa Eulalia, Huehuetenango. Un grupo de comunicadores, académicos y defensores de los derechos humanos acompañaba a los voluntarios de la radio, quienes creían ir a su reinstalación, cuando fueron agredidos físicamente por miembros de la corporación municipal.

Específicamente, fueron lastimados nuestra amiga Lucía Ixchiú, de Prensa Comunitaria, y el periodista Jeff Abbott, de Prensa Opal Chile. A los comunicadores de Luciérnaga les arrebataron su equipo y el resto de acompañantes tuvieron que esconderse. Convenientemente, los representantes de la compañía de la PDH —parte intrínseca de este conflicto— no estuvieron presentes, aunque fueron convocados.

El penoso incidente de ayer tiene antecedentes: el alcalde municipal de Santa Eulalia, Diego Mateo, había cerrado arbitrariamente la Radio Comunitaria Snuq’ Jolom Konob’ el 20 de enero de este año, pues quería impedir que se conociera una denuncia puesta en su contra, en la que se le acusa de haber disparado contra dos comunitarios que salían del Juzgado el 19 de enero. Desde ese día la radio comunitaria estuvo cerrada.

El conflicto de fondo: la instalación de una hidroeléctrica de la compañía PDH que cuenta con el apoyo del alcalde municipal y su corporación desde el 2013, en contra de la voluntad de muchos habitantes de Santa Eulalia, de las autoridades indígenas y del Gobierno Plurinacional Q’anjob’al, Poptí, Huista, Chuj y Akateko. La Radio Comunitaria Snuq’ Jolom Konob’ —que se encuentra ubicada dentro del edificio de la corporación municipal— era el medio por el cual los pobladores se enteraban de lo que sucede en su territorio. Por eso le resulta tan incómoda esta radio comunitaria al señor Diego Mateo.

Consciente de la vulnerabilidad de su pueblo, el director de la radio, Lorenzo Mateo Francisco, pidió apoyo a varias instituciones con la intención de establecer una mesa de diálogo. Pero, al parecer, al alcalde y a la corporación municipal no les interesa dialogar; lo que exigen es que se despida a toda la gente que trabaja en la radio.

Lo sucedido ayer es un ejemplo clarísimo de la importancia de defender la libertad de expresión y de por qué cuando esta atenta contra los intereses de ciertos grupos de poder, estos —conscientes de que la impunidad que impera en Guatemala les protege— agreden y violentan a los ciudadanos, sin pena ni vergüenza.

Al repudio que siento al conocer esta noticia, añado mi consternación ante el silencio de la mayoría de medios de comunicación guatemaltecos para los que “pasó desapercibido” el Primer Encuentro Continental contra la Minería y por la Soberanía Popular; y la multitudinaria marcha que se realizó pacíficamente esta semana, desde Mataquescuintla hasta la capital.

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