PLUMA INVITADA

Sobreviviendo al CH

El robo del que fue víctima en días recientes la ministra de Educación, a pesar de que llevaba guardaespaldas, fue motivo de chistes y hasta de una cumbia, pero no deja de ser un indicador de cómo en el país nadie se salva de la delincuencia. Esta semana el Centro Histórico (CH) se ve inundado de personas que acompañan los cortejos procesionales y, por supuesto, los amigos de lo ajeno aprovechan para hacer su agosto —no solo en este lugar, sino en todo el país, lamentablemente—, por lo que es conveniente tomar algunas precauciones.

Una de las condiciones que requiere recorrer esas calles que tienen tanto que contarnos es llevar zapatos cómodos, para poder correr en caso de quedar en medio de una balacera o acelerar el paso si considera que quien o quienes vienen tras suyo no son de fiar, aunque ahora es común que desconfiemos hasta de nuestra sombra.

Si lleva cartera o mochila, elija la más fea y vieja, y no lleve en ella objetos de valor. Si se la arrebatan, ni se le ocurra correr al ladrón, pues suele ir acompañado de otros que simulan ser peatones y casualmente se le atraviesan a la víctima mientras este se pierde en la multitud. Gritar no sirve de nada, pues no hay policías por ningún lado, y si pasan en sus autopatrullas se hacen los desentendidos.

Si piensa denunciar el hecho, ni se moleste porque jamás podrá reconocer al carterista. Estos individuos están bien entrenaditos y luego de que arrebatan bolsas, cadenas, aretes o celulares salen corriendo y a la vueltecita se quitan la camisa y abajo llevan otra. Usted buscará a uno de playera verde, por ejemplo, y casualmente aparecen dos o tres con el mismo color y tipo de vestimenta. Los vendedores del lugar ven pasar a la víctima y no dicen ni pío, aunque ya saben quiénes son los ladrones y dónde venden lo hurtado.

Si quiere lucir joyas, que sean de bisutería, de las más baratas, aunque es mejor no llevar nada, no vaya a ser que se tope con un primerizo que crea que todo lo que brilla es oro. Y si no se puede vivir sin celular, use un frijolito y evite guardar en este tantos contactos, no vaya a ser que encima de que le roben luego asusten a sus amigos o familiares.

Siempre lleve en la mano un quetzal, para entregarlo inmediatamente cuando alguien se le acerque y le diga: “Alivianame con una vara”, pues si por temor o por piedad intenta sacar de su bolso una moneda, pasará al siguiente paso: “Dame todo lo que llevás, o aquí te quedás”.

Lleve solo el dinero necesario y muy, muy escondido, pero no en lugares ya conocidos. Es necesario recurrir a la creatividad e inventar un escondite diferente cada día.

Ah, y no despegue la vista del suelo, muchas banquetas son convertidas en letrinas y se puede llevar una desagradable sorpresa.

Pero si no le gustan las aventuras extremas, mejor quédese en casa.

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