El sol de Mérida

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se había bajado de su moto Harley Davidson de modelo reciente, para ayudar a una familia a cruzar la gran avenida que conducía al centro de la ciudad. El paso peatonal se encontraba lejos y el sol del mediodía quemaba.

“Ya vio usted, aquí respetamos al que camina. Los yucatecos somos mansos, pero no mensos. En Mérida se ha capturado a delincuentes peligrosos que vienen huyendo de otros lados”. Roberto Barreda, pensé. Observé cámaras en los postes de luz. “Sí señora, toda la ciudad tiene cámaras. Penalizan fuerte si no llevamos el cinturón o si hablamos por el celular al conducir. Está prohibido polarizar los vidrios de los automóviles”. Lo confirmé. Vi a los yucatecos a través de sus vidrios manejar sin el rictus del temor en sus rostros por la posibilidad de ser asaltados en los semáforos.

¡Qué diferencia poder ver a la persona que maneja en el carro de al lado! Recordé que por seguridad tuve que polarizar los vidrios del mío. No quería hacerlo porque siento que viajo en un “ataúd” que me separa del mundo exterior.

Me fui tranquilizando y empecé a disfrutar el viaje hacia el hotel. Con el paso de los días descubrí que el sistema de seguridad en Mérida funciona. Lo mejor de todo es que el yucateco confía en él. Es como el sol que marca el ritmo de la vida en este lugar apacible.

Mérida es una ciudad limpia, sin polución y de construcciones modestas, con excepción de las lujosas haciendas coloniales, transformadas, casi todas en hoteles. No hay rascacielos. Ni vida alocada. El yucateco es trabajador. Lucha para superarse. Combate la corrupción. El narco no ha hincado sus garras en el área. Es por eso que desde hace algunos años muchas familias de otros estado mexicanos migran a esta ciudad huyendo de la violencia. Prefieren empezar de nuevo aquí. Han creado pequeñas empresas, muchas de ellas orientadas a cultivos orgánicos, porque, como dicen… “Hoy la humanidad ingiere más veneno que comida”.

El sol, la paz y el mundo maya de Mérida son un imán que atrae visitantes del mundo entero. El próximo viernes me referiré al Foro Latinoamericano de Inversión de Impacto (FLII 2014), que se llevó a cabo en esta ciudad del futuro. Mérida es un ejemplo. Aquí el tejido social basado en la confianza no se ha roto. ” ¡Y eso es un activo valiosísimo para el desarrollo económico, social y ambiental de una comunidad!”, cantó el Clarinero.

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