Solidaridad

Rina Montalvo

|

Te prometí que no menguaría en mi pacto con los que rondan la amargura de la mesa sin pan y el cuerpo sin abrigo. E. Villatoro.

Eduardo Villatoro es un veterano periodista reconocido por su entrega a las causas justas y humanas. Ha librado en su vida luchas titánicas… Mas ahora enfrenta la muerte de su esposa.Solidarizándome con su duelo hoy ocupa su columna este espacio. Me la envió por correo, dejando a mi discreción publicarla y mi decisión fue compartirla con los lectores.

Magnolia Esmeralda (algo muy personal) tituló su columna:

Conforme han transcurrido los días, tu ausencia se profundiza más. Pensé que sería lo contrario. Que el lento paso de las horas que se van acumulando en las noches de silencio mitigaría esta soledad que rasga los recuerdos; que lentamente se iría apaciguando en cada uno de los pasos que vacilantemente recorro sobre las huellas que dejaste en cada recodo de mi vida y que pronto encontraría la anhelada resignación de la que constantemente me dicen al oído, quienes nos vieron caminando pequeños o largos tramos de nuestras vidas, aconsejándome fortaleza a la tribulación del alma sin reposo desde aquella madrugada del viernes cuando te despediste para siempre de este universo tan tangible  y partiste hacia la Patria Celestial, que nos enseña el Gran Libro.

Alguien de tus amigas nos presentó y con la escondida timidez de tu frágil experiencia, tendiste la mano que yo tomé entre las mías, porque temía que de pronto proseguirías con tu ruta, con la cabellera negra que ondeaba sobre tus hombros y se precipitaba hasta tu cintura, que yo adiviné rodeada por mis inseguros brazos. Esa tarde de adelantada primavera fue el inicio no imaginado de un viaje que solo se interrumpió brevemente, cuando obligado por mi compromiso con los que carecen de una tortilla con frijol para llevársela ansiosamente a la boca, partí de esta querida Guatemala para estar salvo en suelos cercanos.

Pero pudo más la fuerza de tu amor, amada mía, y el aliento de los hijos, que el riesgo de morir en una encrucijada. Ahora que no estás físicamente presente —cuando los chicos de entonces que disfrutaban del tibio y suave albergue maternal de tu amparo, fueron descubriendo y ubicando sus propios destinos—, y en tardes grises como las de esta nublada noche que se aproxima cargada de lluvia y de perdidos aconteceres, se derrumba mi voz en el vacío y se desliza tu rostro entre los visibles pliegues de mi frente, para aposentarse de nuevo en el umbral de cada angustioso instante de la infructuosa espera.

No necesito buscarte para sentir que dejaste tu fruto en las gotas de mi pensamiento, en las ventanas desde donde atisbo las montañas que admirabas desde las terrazas y te regocijabas bajo el claro firmamento de diciembre.

Fueron 52 calendarios que juntos anduvimos. Hoy te extraño en cada palabra no pronunciada y repito lo que te dije a la luz de nuestra aurora: Te amo, amor, porque si no te amara, de todas formas te amaría.

P.D. Lamentablemente por razones de espacio tuve que resumir esta reflexión.

rina.montalvo@gmail.com

ESCRITO POR: