FAMILIAS EN PAZ

Un hombre nuevo

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Finaliza el año y con él muchos sueños o buenas intenciones. Cuando llegan estos días, algunos hacemos un balance de lo sucedido, y es cuando caemos en cuenta que la vida es un soplo, se va tan rápido y que pudimos esforzarnos un poco más para lograr nuestras metas.

Si los fracasos fueron más que los éxitos, podemos sentirnos afortunados. No porque seamos masoquistas, sino porque hemos de reconocer que las adversidades son oportunidades disfrazadas; nos brindan el mejor momento para transformar las cosas.

Pero no hay tarea más compleja para el ser humano que reinventarse a sí mismo, y por lo general no cambiamos si no se nos obliga. Esto es así porque se trata de reconocer honestamente nuestras debilidades o errores y buscar enmendarlos, haciendo un cambio brusco para buscar la senda del crecimiento y la madurez, buscando sacar nuestro potencial.

Sin embargo, no todos los seres humanos enfrentamos de la misma manera la adversidad. Algunos, en lugar de ser desafiados, los terminan de hundir. Es así porque el cambio no deriva solo de la voluntad del hombre, se requiere de algo más profundo.

Entonces, ¿cómo puedo llegar a ser un hombre nuevo? Las Escrituras dicen que podemos ser transformados por medio de la renovación de nuestra mente, para tener una comprensión distinta de la realidad y vivir con fidelidad a los principios y valores divinos aun en medio de la adversidad.

Esto implica ajustar nuestra forma de pensar y de actuar por medio de las siguientes pautas: la primera es que no debemos conformarnos o adaptarnos al sistema de este mundo, en su forma de pensar egoísta y material. El dicho popular dice “a donde fueres, haz lo que vieres”, haciéndonos vulnerables a seguir modas pasajeras o sistemas que destruyen la dignidad humana. El sistema de pensamiento del mundo valora al ser humano por sus posesiones, la mente transformada lo valora por lo que es. Los valores del mundo ven el libertinaje sexual como una alternativa de vida, la mente renovada la percibe como pecado.

La segunda pauta es determinante, y consiste en reconocer que no somos transformados por factores externos o buenas intenciones, sino por medio de la regeneración de nuestro ser interior hecha por Dios mediante Cristo. Se trata de un cambio que se hace evidente en lo externo: en el carácter y la conducta.

Es la muerte de los viejos valores y la entrada en nuestras vidas de valores totalmente nuevos, con la capacidad de despojarnos de una vida contaminada por el pecado para vivir en santidad. Solo así, cuando nos hablen de infidelidades y traiciones podremos hablar de honestidad y fidelidad.

De manera que no se trata solo de enmendar los errores, sino de erradicarlos por medio de la transformación de nuestro ser interior. No es intentar ser diferente, sino ser como Cristo, no en cuanto a su poder, sino a su carácter.

Si hay aspectos en tu vida que necesitas cambiar, no trates de hacerlo por sí mismo. Solo cuando Dios toma el control de nuestras vidas es que podemos ser transformados. Los valores del mundo cambian el entendimiento moldeando nuestra mente, Dios lo cambia transformando nuestro ser interior.

Que este año puedas llegar a ser un hombre nuevo.

platiquemos@familiasenpaz.com

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