PLUMA INVITADA

¿Y si le ponemos música?

La Constitución Política de la República de Guatemala, refiere en el artículo 71: “Es obligación del Estado proporcionar y facilitar educación a sus habitantes, sin discriminación alguna”. Y en el artículo 72 expresa: “La educación tiene como fin primordial el desarrollo integral de la persona humana, el conocimiento de la realidad y cultura nacional y universal”.

Haciendo énfasis en frases claves como la “no discriminación”, sumado al “conocimiento de la realidad y la cultura nacional”, nos hace pensar que la promoción de interculturalidad está tomando el camino indicado, ya que el respeto, el intercambio, la convivencia con las diferentes culturas de manera equitativa, es decir con condiciones de igualdad, son los puentes para llegar a una verdadera cultura de paz, hermandad y solidaridad.

La responsabilidad para lograr mejores resultados en el tema no es exclusiva de un solo sector, sino que corresponde a todos los actores de la sociedad. El Ministerio de Educación, entre otras instituciones, a través de la Dirección General de Educación Bilingüe Intercultural (Digebi), realiza acciones que promueven la interculturalidad en los espacios educativos.

En lo personal, como educador musical, creo que a través de la música es posible contribuir de manera directa en la construcción de una verdadera cultura de paz y armonía entre las diferentes culturas de Guatemala, ya que la música favorece una serie de valores universales y desarrolla capacidades tanto cognitivas como efectivas y sociales, que nos conducen a la igualdad y hermandad entre los guatemaltecos y entre los seres humanos en general.

Esto, debido a las bondades que posee, mismas que se pueden demostrar desde el plano científico como la neurociencia y la aplicación dentro de la musicoterapia, entre otras disciplinas. Para ejemplificar, cito parte de una entrevista realizada por el investigador Eduard Punset al neurocientífico y profesor de Psicología de la Música de la Freie Universität Berlin, respecto de la música, emociones y neurociencia.

“Hay sociedades sin escritura, pero ninguna sin música. Las melodías nos unen, nos hacen compartir estados de ánimo, forjan lazos sociales y fomentan la cooperación. En algunas culturas, incluso, se usan como forma de rebajar tensiones y para solucionar diferencias entre personas. Se ha visto que al escuchar música, se activan áreas en el cerebro que se encargan de la imitación y la empatía; son las zonas donde están las neuronas espejo, que actúan reflejando las acciones o intenciones de los otros como si fueran propias. De esta manera podemos sentir el dolor de los otros, su alegría, su tristeza, imitar sus acciones, quizás por eso la música es capaz de tocar nuestras emociones, crear lazos sociales porque nos permite compartir sentimientos”.

Ante lo expuesto anteriormente me pregunto: ¿Y si le ponemos música? Y la respuesta dependerá de quien tenga en sus manos la recuperación de la carrera de magisterio de educación musical, para hacer de Guatemala un país en el que se cumple el mandato constitucional que habla de una “educación integral”.