Revista D

Cecilio Baeza asegura que la organización y la disciplina son las claves del éxito

Un accidente de tránsito hizo que ordenara su vida. Hoy es un destacado ingeniero, pintor, capacitador y motivador.

Cecilio Baeza Gámar es ingeniero, pintor, capacitador y motivador (foto Prensa Libre: Érick Ávila).

Cecilio Baeza Gámar es ingeniero, pintor, capacitador y motivador (foto Prensa Libre: Érick Ávila).

En 1987 Cecilio Baeza Gámar ya era reconocido por ser un excelente ingeniero, pues poderosos empresarios lo buscaban para  un sinfín de consultorías.
Una madrugada de octubre de ese año, luego de supervisar unas construcciones en Amatitlán, se subió a su microbús  y se  puso en marcha. Luego de unos minutos vio a lo lejos dos luces que se aproximaban. Los segundos posteriores no los recuerda, excepto que el copiloto apenas lo ayudó a timonear. “Si no lo hace, llevaría 30 años muerto”, dice.
El auto solo resultó dañado del faldón. Él y sus acompañantes se salvaron. “Reflexioné mucho. Me di cuenta de que mi vida estaba desordenada”, comenta. “Para entonces, con los amigos nos echábamos los traguitos y andábamos con mujeres; después del accidente vino un cambio radical”, agrega.
Hoy, Baeza Gámar (Ciudad de Guatemala, 19 de septiembre de 1950) sigue dedicándose a la ingeniería y a las consultorías. También es capacitador, motivador y pintor —tiene una licenciatura en Arte por la Universidad de San Carlos—. Además, ha escrito los libros Frente al espejo (1992), En el umbral del mañana (2004) y Frente al espejo, 20 años después (2014).
También imparte clases de la Biblia y tiene un programa de televisión en el canal Jesús TV, el cual se transmite por cable. “Trato de decirles a los cristianos que no es necesario estar metido en una iglesia para ser mejores personas, sino que a Cristo siempre lo debemos llevar en nuestros corazones”, expresa.

Cuando digo ingeniero me viene a la mente una persona metódica, exacta; pero cuando pienso en un pintor tengo la imagen de alguien libre. Usted, sin embargo, abarca esas dos facetas tan dispares.

Así me han dicho —ríe—. La ciencia indica que en el hemisferio izquierdo se manejan la planeación y los métodos; en el derecho, el arte y la creatividad. La mayoría domina uno pero no ambos. Lo que hay que hacer es romper con el esquema y manejar esas partes del cerebro. Para ello hay que cultivarse en diferentes áreas. Einstein, por ejemplo, fue un gran científico que también interpretaba el violín.

Así que hay que tener la mente abierta.

Por supuesto. No hay que encerrarse en una cosa; hay muchos caminos y oportunidades; todos somos aptos para hacer lo que se nos ocurra.

A usted se le ocurrió ser ingeniero.

En realidad quería ser arquitecto, pero mi papá no tenía los recursos para sostenerme la carrera. Por eso me decidí por la Ingeniería, la cual consideré que me podía ayudar un poco más. Primero fue en el área industrial y luego en la mecánica.

¿Cuándo empezó a trabajar?

A los 19 años. Sigo ejerciendo la ingeniería y conozco alrededor de 25 procesos industriales.

En un pequeño cuarto que está atrás de su oficina, Baeza Gámar tiene estanterías llenas de manuales de procesos productivos y de documentos de los distintos talleres o cursos que ha impartido, como bodegas e inventarios, compras y suministros, logística o planeación estratégica. “Me gusta documentar todo lo que hago”, dice.

¿Cree que los colaboradores de las empresas toman en serio los cursos de capacitación?

Hasta la década de 1990 no se les ponía la atención debida, pero ahora las cosas han cambiado. Tanto las empresas como los trabajadores están más conscientes de la importancia de dar y recibir actualizaciones.

¿Ha detectado que la gente le teme al cambio?

Sí. Una vez estaba haciendo una consultoría para una compañía y un señor de unos 50 años se me acercó para decirme: “Ingeniero, ¿usted me podría conseguir un trabajo donde no hubiera tanto cambio? Es que aquí a cada rato modifican operaciones, tecnología y hasta la forma de administrar”. Le contesté que con mucho gusto, pero que tuviera en cuenta que esa otra empresa sería como embarcarse en el Titanic, porque terminaría hundiéndose.

¿Ese temor es exclusivamente de la gente adulta o es general?

Se da en todas las edades. Incluso hay “jóvenes viejos” que se acomodan en lo que hacen y, quizás por miedo, no se van a otra empresa ni se actualizan. Mi libro Frente al espejo, 20 años después se enfoca  precisamente en esas personas que se han quedado estancadas; básicamente trato de que reaccionen y que se den cuenta de que pueden conseguir más y mejores cosas. En la edición de 1992 me centré en preparar a la gente para su jubilación y de incentivarlos a que mantuvieran metas de vida.

¿Piensa jubilarse?

No. La jubilación es buena para aquellos que pierden sus capacidades. Al contrario, como le acabo de mencionar, hay que seguir activo y con objetivos.

¿De qué trata su otra obra En el umbral del mañ?ana?

Doy consejos para prepararse para la vida familiar y la carrera profesional; va dirigido a jóvenes y maestros.

Tengo entendido que planea escribir otro libro.

Estoy en proceso de edición. Se va a llamar De mis noches oscuras al plenilunio;  es más un proyecto personal, pues, en verso y prosa, narro cómo fui de joven y cómo soy ahora.

En ese momento toma un cuaderno de hojas amarillentas que está sobre su escritorio y lee un poema  que escribió hace muchos años:
“Cuando mi mente se llena de turbulentos pensamientos, mi vista se nubla, mi corazón palpita, mi garganta se anuda, y solo a través de mi negra pestaña, logro percibir la lejanía, el centellar de la ilusión que tú me brindas”.
Esas líneas, por supuesto, las incluirá en su nueva obra.
En su oficina también se observan objetos de todo tipo: libros, lapiceros, lápices, reglas, papeles, una radio y un televisor antiguos y, claro, pinturas.

¿Usted las pintó?

Aquel cuadro sí —señala uno que está frente a él y que tiene la imagen del lago de Güija—. Este no —apunta al que está a su derecha y que tiene a una mujer desnuda—.

¿De quién es?

Del ecuatoriano Oswaldo Cercado, quien fue un gran amigo. De hecho, fue mi maestro de pintura. Sobre él escribí una semblanza, pero no la he podido publicar.

¿Cuándo empezó a pintar?

Alrededor de 1978. Cercado me invitó a su taller, que lo tenía en la zona 10. Me sacó a la calle Real de la Villa, actual Diagonal 6, y me puso a dibujarla. Yo, como ingeniero, hice trazos en perspectiva. Así seguí y un día me dijo: “Sabes dibujar, pero no puedes manejar los materiales”. Fue entonces que me invitó a que llegara una vez a la semana a su lugar de trabajo y que, por Q25 mensuales, me iba a enseñar a pintar.

¿Llegó?

Sí. A los tres meses nos hicimos muy buenos amigos y ya no me cobró —ríe—. Congeniábamos porque en esos tiempos nos íbamos de parranda; éramos como uña y mugre.

Acerca de la obra de Baeza Gámar, el crítico de arte Juan B. Juárez escribió: “(sus pinturas) son intimistas, subjetivas y poéticas. Más que la realidad, domina en ellas el acervo personal que recrea no tanto los lugares visitados como las emociones experimentadas (…) Decididamente romántica, la pintura de Baeza oscila entre la nostalgia y la pasión”.

¿Su obra se centra en algún tema específico?

Hay de todo, aunque tengo mucho paisajismo. Hay colecciones tan variadas como sus títulos: Casas de marimba, En el umbral del mañana o Viejos activos y productivos. Lo más bonito es que las vendo —bromea—.

¿Cuántos cuadros ha pintado?

Son unos mil óleos. He tenido 25 exposiciones individuales y alrededor de 150 colectivas. Ahora tengo un proyecto de pintar 60 retratos.

Cuénteme sobre su faceta como capacitador y motivador.

Me abrió la mente Og Mandino —autor del best seller El vendedor más grande del mundo—. La motivación que recibí me dio empuje para hacer más proyectos. Comencé asesorando e impartiendo cursos, sobre todo de producción y mercadeo. En la Asociación de Gerentes de Guatemala y en las diversas cámaras, así como en empresas, he brindado conferencias, asesorías y consultorías sobre logística, inventarios, compras, producción y planeación estratégica; actualmente me enfoco en el área medioambiental, liderazgo, coaching y asertividad en la comunicación.

¿Cómo le da tiempo a hacer tantas cosas?

La clave está en la organización y la disciplina.

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