Revista D

¿Qué sabemos de los personajes de La Pasión?

En sus últimas horas de vida Jesús interactuó con varias personas. Los pasajes bíblicos, los textos apócrifos y la tradición permiten esbozar sus perfiles.

Las referencias históricas y bíblicas brindan datos escuetos de la mayoría de estos personajes. (Ilustraciones: Prensa Libre / Billy Melgar).

Las referencias históricas y bíblicas brindan datos escuetos de la mayoría de estos personajes. (Ilustraciones: Prensa Libre / Billy Melgar).

Desde que fue entregado por Judas  en el huerto de Getsemaní hasta su resurrección los relatos de la Pasión de Cristo mencionan a varios personajes con los que convivió. La existencia de unos está mencionada en la Biblia y, para los otros, la tradición se ha encargado de agregarlos o matizar lo que se conoce de ellos.
“Son fuentes distintas  y se debe aclarar de dónde se tomó la información que cada una aporta y, sobre todo, entender las diferencias”, expone  Samuel Berberián, doctor en Religiones.
Berberián indica que los textos bíblicos son escuetos con varios de los hombres y mujeres que se relacionaron con Jesús. Cita como ejemplo a Pedro. “Las Escrituras refieren poco de él antes de su encuentro con el Nazareno,  sabemos que era un pescador y que tenía una suegra. De ello deducimos que estuvo casado, pero se desconoce el nombre de su esposa o de sus hijos. ¿Era viudo o lo dejó su cónyuge? Responder es adentrarse en el campo de la especulación”, dice el doctor.
 

Apócrifos

La Iglesia Católica proclama la palabra escrita (Biblia) y la transmitida oralmente (tradición),  mientras que la Evangélica se fundamenta solo en las Sagradas Escrituras.
Para el catolicismo la tradición, de acuerdo con el punto 83 de su Nuevo Catecismo, “proviene de los apóstoles y de lo que estos recibieron de la enseñanza, del ejemplo de Jesús y lo que reveló el Espíritu Santo”.
En los Evangelios, indica Berberián, “hallamos citas que aluden a Barrabás, pero no del nombre de los ladrones crucificados junto a Jesús, ni del centurión que incrustó la lanza en su cuerpo”. Agrega que con el paso de los siglos se han amalgamado las fuentes y estos actores llegan hasta nuestros días como Dimas y Gestas, en el caso de los malhechores, y Longinus, para el militar romano.
Otros documentos y relatos extracanónicos de las primeras centurias del cristianismo han aportado  datos complementarios sobre los otros protagonistas de la Pasión. Estas referencias han contribuido a la consolidación de figuras adicionales. Dichas  fuentes son consideradas  apócrifas, es decir, que aunque son atribuidas a un autor del comienzo del cristianismo, su texto no forma parte del canon bíblico. “Esos relatos recogen la conciencia de las primeras comunidades cristianas, para las cuales eran muy conocidos”, explica Hanzel Zúñiga, licenciado en Ciencias de la Educación y Religión, y profesor de griego y Nuevo Testamento en la Universidad Bíblica Latinoamericana de Costa Rica. Cuenta también con estudios bíblicos en el Centre Notre Dame de Sión, en Israel. Su estilo narrativo, agrega, facilitó la memorización y la creación de figuras no históricas como Verónica o los nombres de Longinus, Dimas y Gestas,  recogidas en el catolicismo. Zúñiga dice que es vital “diferenciar textos antiguos, tradición y lectura teológica.
“Durante el pontificado de Juan Pablo II se revitalizó el viacrucis, con reflexiones de  textos  que se narran en los evangelios. Los datos que toma en cuenta la tradición católica, si bien no son históricos, sí dejan un mensaje acerca de la Pasión y nos ayudan a meditar  para ser mejores”, indica el sacerdote Manuel Chilín, párroco de Nuestra Señora de los Remedios, El Calvario. Agrega que para la fe católica, las fuentes son la Biblia, la tradición y también el magisterio de la Iglesia.
 

Esbozos

Las referencias históricas y bíblicas brindan datos escuetos de   actores como María Magdalena o Simón de Cirene, son los textos de los primeros siglos del cristianismo que no fueron agregados  en el Nuevo Testamento los que aportan información de ellos y de otros apenas mencionados en las Escrituras.
 

María

De acuerdo con los textos bíblicos era una joven virgen que vivió en Nazaret. Pariente de Isabel, la madre de Juan el Bautista. Estaba comprometida para casarse con un carpintero llamado José cuando recibió el anuncio del  ángel Gabriel de que daría a luz a el Salvador.
A María la mencionan los cuatro evangelistas pero figura en cinco libros, pues Lucas también es autor de Hechos de los apóstoles, y junto con Mateo y Marcos registra su nombre, pero no lo hace Juan, quien solo hace referencias de ella como: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás y María Magdalena”, “Ahí tienes a tu Hijo” o “Ahí tienes a tu Madre”.
Estuvo presente en la crucifixión pero su primera referencia tiene lugar con la anunciación y la última durante Pentecostés, la reunión en la que el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos allí reunidos. La hallamos desde luego en el nacimiento de Cristo y su presentación en el templo, así como en una boda, en Caná, cuando su hijo estaba por comenzar su vida pública.
 

Nicodemo

Su nombre significa “inocente de sangre”. Fue una autoridad en la interpretación de las escrituras hebreas. Juan (19, 38-41) lo menciona en el entierro de Jesús. Había sido su discípulo oculto y llevó cien libras de aloe y mirra para embalsamar el cuerpo, una cantidad que excedía lo habitual para un pescador o hijo de carpintero, pues hubiera servido para preparar a un rey.
El mismo evangelista (3:1) señala que era un fariseo, “un principal entre los judíos”, es decir, un miembro del Sanedrín, el consejo judío de gobernantes.
De acuerdo con Juan, Nicodemo hizo una visita nocturna a Cristo, y al acercarse lo saludó empleando un título respetuoso de rabbi con lo que reconocía que era un maestro enviado por Dios. Fue la ocasión que Cristo le dijo que es preciso “nacer de nuevo” para entrar al reino de los cielos.
Nicodemo lo defendió ante sus pares (Juan 7:51) en el Sanedrín, algo que recoge extensamente en un texto atribuido a su autoría pero que no formó parte de los libros del Nuevo Testamento; al documento, considerado apócrifo, se le conoce como El evangelio de Nicodemo y junto con otros escritos de los primeros siglos del cristianismo ofrece detalles que complementan la información recogida en la Biblia. En dicha fuente se lee: “Entonces un judío llamado Nicodemo se acercó al gobernador (Pilato) y le dijo: Te ruego me permitas, en tu misericordia, decir algunas palabras. Y Pilatos le dijo: Habla”. Posteriormente, cuando trascendió la Resurrección, confronta de nuevo a los sacerdotes: “Y ellos le respondieron: Y tú, ¿cómo has entrado en la Sinagoga, cuando eras adepto del Cristo? Ojalá tengas tu parte con él en los siglos futuros. Y Nicodemo contestó: Así sea”.
Nicodemo junto con Pablo de Tarso y José de Arimatea son relevantes para el cristianismo porque representan al judío versado en la Ley que supo reconocer en Jesús al Mesías.
 

Bandidos

No se conoce el nombre de los ladrones que fueron crucificados junto a Jesús a partir de los Evangelios. Es diferente con Barrabás, de quien el pueblo judío exigió la liberación, como lo dictaba una tradición que indultaba a un preso sentenciado a muerte. Los evangelistas escribieron muy poco de él, apenas mencionan que fue un bandido famoso, un homicida y que participó en levantamientos. Muchos menos detalles se conocen de los dos malhechores que murieron  crucificados. A uno de ellos Lucas le da realce al decirle a Cristo “cuando llegues a tu reino acuérdate de mí”,  y él respondió “Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”. El evangelista detalla que el otro ladrón se mofaba de su papel mesiánico. 
La Biblia no da sus nombres. La identificación de Dimas, para el buen ladrón, y Gestas, para el malo, está tomada de textos apócrifos. El Libro de Santiago  incluye una declaración de José de Arimatea, quien cedió su sepulcro para colocar el cuerpo del Señor, en la cual señala que uno de los ladrones “llamado Gestas”, entre otras fechorías que rayaban en el sadismo, “solía dar muerte de espada a algunos viajeros, no obedecía  las leyes y era violento desde el principio de su vida”. El segundo “se llamaba Dimas, era de origen galileo y poseía una posada. Atracaba a los ricos pero a los pobres los favorecía”.
El Evangelio de Nicodemo, otra fuente apócrifa, indica: “Y crucificaron igualmente a los dos ladrones a sus lados, Dimas a su derecha y Gestas a su izquierda”.
 

Poncio Pilato

Fue gobernador de la provincia romana de Judea entre los años 26 y 36 d. C. Otras fuentes lo mencionan procurador o prefecto, como lo indica una inscripción hallada en Cesarea en 1961. Su nombre figura en los registros en los cuales es posible cotejar las menciones que las Sagradas Escrituras hacen de él. Es el caso de  Flavio Josefo, un historiador judío fariseo con linaje sacerdotal que vivió en el primer siglo de nuestra era, o de Filón de Alejandría, un filósofo que nació cerca del año 15 a. C. y murió aproximadamente en el 45.
El gobierno de Pilato consistió en continuas provocaciones a las susceptibilidades judías. Llevó a Jerusalén insignias militares que portaban la imagen del César, desafiando la ley judía. Sofocó  protestas poniendo soldados armados disfrazados de civiles entre las multitudes y atentó también contra las prácticas de los samaritanos que se reunían en Gerizim, un monte santo en el que solían contemplar utensilios sagrados que consideraban Moisés había enterrado en ese lugar.
Cuando los judíos se quejaron con Vitelio, el gobernador de Siria, Pilato fue destituido y se le ordenó ir a Roma para rendir cuentas de sus acciones al emperador y no se le volvió a mencionar en otras fuentes fiables.
 

Apóstoles

De los 12 que Cristo eligió, los más cercanos fueron Juan, Santiago y Pedro. La mayoría huyó cuando lo arrestaron, solo un grupo de mujeres y Juan estuvieron presentes en la Crucifixión. De ello dan cuenta los cuatro evangelistas.
Desde que es apresado y conducido a diferentes autoridades, hasta que muere, resaltan también Judas Iscariote y Pedro, uno por ser quien lo traicionó y el segundo por negarlo en tres ocasiones.
Pedro (o Simón) fue el primero de los llamados. Se le unieron después: Santiago (Jacobo) el mayor; Andrés, hermano de Pedro; Juan, hermano de Santiago, ambos hijos del Zebedeo; Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo, Santiago, el menor; Judas Tadeo, Simón el cananeo y Judas Iscariote, quien a su muerte fue sustituido por Matías.
En el libro apócrifo de Santiago se indica que Judas Iscariote era sobrino de Caifás y que desde el inicio fue un infiltrado del sumo sacerdote,  labor por la que a diario recibía dinero: “Y por esta gloriosa empresa le daban regalos y un didracma de oro cada día”.
 

Salomé

Para los propósitos de este reportaje distinguiremos a Salomé, una de las seguidoras de Jesús, de su homónima, la princesa idumea hijastra de Herodes Antipas, a quien pidió la cabeza de Juan el Bautista.
Esta partidaria de Cristo estuvo entre las mujeres que presenciaron la Crucifixión y ayudaron a preparar el cuerpo del Señor para la sepultura y fue de las primeras en recibir el anuncio de la Resurrección, como lo recogen los textos canónicos.
Al tomar la referencia de Juan (19:25), quien la menciona como hermana de María, sería tía de Jesús y madre de los apóstoles Santiago y Juan. Salomé fue esposa de un pescador de Galilea llamado Zebedeo, y fue quien le pidió a Jesús que le otorgara a sus hijos puestos privilegiados a su lado en el reino de los cielos. De ella hay más referencias en los textos apócrifos que en los canónigos. La Iglesia Católica la incluyó en el santoral y la celebra el 22 de octubre.
 

Verónica

Ningún evangelista la menciona. De acuerdo con la tradición católica, en la sexta estación del viacrucis, fue una mujer que limpió el sudor y la sangre de Jesús, quedando grabado su rostro en el paño que utilizó.
Nicodemo, en su  texto apócrifo, detalla la comparecencia de Jesús ante Pilato, explayándose en testimonios adversos y a favor de los presentes. Uno de ellos es el de una mujer llamada Verónica quien dijo: “doce años venía afligiéndome un flujo de sangre y, con solo tocar el borde de su vestido, se detuvo en el mismo momento. Y los judíos exclamaron: según nuestra ley, una mujer no puede venir a deponer como testigo”. Es por ello que se le relaciona con la hemorroisa del evangelio de Mateo.
Verónica deriva de las palabras vera icon (verdadera imagen), en designación al manto, hoy considerado una reliquia, y el tiempo convirtió el término en nombre. A finales de la Edad Media fue situada al lado de las mujeres vinculadas a la Pasión, es venerada como Santa por la Iglesia Católica el 12 de julio, aunque no figura en el martirologio romano. Su acto piadoso también es considerado por anglicanos, luteranos, metodistas y ortodoxos.
 

María Magdalena

Magdala es una ciudad de la ribera del lago de Galilea, al sur de Cafarnaún. El lugar sirve para identificar a María Magdalena, pues a diferencia de otras personas en la Biblia no se le reconoce usando parentescos.  De ella se ha especulado mucho. Como otros, sus referencias canónicas son escasas y su protagonismo está vinculado a la Crucifixión y Resurrección.
Los evangelistas indican que fue una de las mujeres que siguió a Jesús (Marcos. 15:41) y que era de Magdala. Lucas (8:2) y Marcos (16:9) dicen que experimentó sanidad cuando siete demonios salieron de ella. Mateo (27:56) y Marcos (15:40) cuentan que fue testigo clave de la muerte de Jesús y de su sepultura (Mat. 27:61; Mar. 15:47), así como de la tumba vacía (Mat. 28:1; Mar. 16:1; Luc. 24:1-10), y Juan (20:1-18) cuenta que fue la primera que se encontró con Cristo resucitado, dando relevancia a su figura, a diferencia de los otros evangelistas.
No es explícito pero pudo desempeñar una función de liderazgo entre las mujeres que simpatizaban con la causa de Jesús. Se le ha relacionado como la pecadora que vierte perfume a los pies de Jesús y los seca con sus cabellos (Luc. 7:36-50), por lo que se le ha estigmatizado como prostituta relacionándola con otros pasajes, pero en los escritos aceptados oficiales hay poca evidencia que sustente tal suposición.
Los evangelios apócrifos de Pedro, Tomás y Felipe también la mencionan. El primer apóstol se limita a su rol como testigo de la Resurrección y los otros le dan relevancia. Para Tomás tiene igual protagonismo que los 12 apóstoles; de hecho, el papa Francisco elevó su celebración a festividad litúrgica, equiparándola  con el rango  de estos.  La Iglesia Católica la celebra el 22 de julio y también la festejan en la Ortodoxa y la Anglicana.
 

Simón de Cirene

Es otro personaje del cual hay datos insuficientes. Los evangelistas  Marcos, Mateo y Lucas lo incluyen con hincapié en su lugar de procedencia, Cirene. Simón fue obligado a llevar la cruz al Gólgota. El hecho deja en evidencia la presencia militar que imperaba en Jerusalén, donde un soldado podía ordenar a un civil que cumpliera parcialmente con un castigo impuesto a los condenados a pena de muerte.
Cirene estaba ubicada al norte de África, era la capital del distrito romano de Cirenaica que junto con Creta formaban una provincia. El cirineo quizá haya pertenecido a la población de judíos que hablaban griego y residía en la ciudad durante la primera parte del siglo I.
 

Longinos

Se desconoce el nombre del centurión que atravesó con su lanza el costado de Cristo para verificar que había expirado. La Biblia no ofrece detalle de su vida salvo que, evidentemente, tuvo una formación militar y tenía a cien soldados a su cargo.
Marcos (15:39) menciona que un centurión, testigo de la Crucifixión, identificó a Jesús como el Hijo de Dios. Es Nicodemo en sus escritos quien da una referencia de su nombre: “Y un soldado llamado Longinos tomando una lanza le perforó el costado del cual salió sangre y agua”.
En la Iglesia Católica se le venera, su nombre figura en el santoral el 16 de octubre: “En Jerusalén, conmemoración de san Longinos, venerado como el soldado que abrió con la lanza el costado del Señor crucificado (siglo I)”. Es considerado mártir también entre los ortodoxos.
La lanza que utilizó forma parte de las reliquias relacionadas con la Crucifixión, en la basílica de San Pedro, en el Vaticano, hay un fragmento de hierro que se considera fue parte de la puya usada por el centurión.
 

José de Arimatea

Se desconoce la ubicación exacta de Arimatea, Lucas (23:50) la describe como una ciudad judía. José de Arimatea, un simpatizante  en secreto, fue seguidor de Jesús. Mateo (27:57) cuenta que reclamó el cuerpo después de la Crucifixión y lo colocó en una tumba de su propiedad.
El hecho de contar con un sepulcro en un huerto, sin estrenar, indica que tuvo una posición acomodada en la sociedad, razón por la cual mantuvo en bajo perfil que simpatizaba con Cristo. Era miembro acaudalado del Sanedrín y un hombre justo que buscaba el reino de Dios (Mateo. 27:57; Marcos. 15:43 y Lucas. 23:50). Después de la Crucifixión pidió el cuerpo a Pilato y lo colocó en una tumba nueva que le pertenecía (Mat. 27:57-60; Mar. 15:43-46; Luc. 23:50-53 y Juan 19:38-42).
El texto apócrifo de Santiago incluye una narración en primera persona de este personaje. “Entonces yo, José, demandé el cuerpo y lo puse en un sepulcro nuevo, sin estrenar. Y, por el hecho de haberlo pedido los judíos, dejándose llevar de un arranque de cólera, me metieron en la cárcel donde solía retenerse a los malhechores. Me ocurría esto a mí la tarde del sábado en que nuestra nación estaba prevaricando. Y mira por cuánto esta misma nación sufrió el sábado tribulaciones terribles.
Nicodemo aporta más datos  en su evangelio, también extracanónico al contar que José fue enviado a prisión “hasta que pasase el día del sábado. Y le dijeron: En este momento, por ser tal día, nada podemos hacer contra ti. Pero sabemos que no eres digno de sepultura y abandonaremos tu carne a las aves del cielo y a las bestias de la tierra”.
“Apoderándose de él, lo encerraron en un calabozo sin reja que dejara penetrar el menor rayo de luz. Y Anás y Caifás colocaron guardias a la puerta y pusieron su sello sobre la llave”, agrega Nicodemo  y aunque fue puesto bajo custodia, al día siguiente, cuando abrieron la prisión José ya no estaba. Fue hallado días después en su natal Arimatea.
 

Caifás

Su nombre significa roca o depresión. Fue un sumo sacerdote en la época del juicio y la Crucifixión de Jesús (Mateo 26:3), yerno de Anás, también sacerdote, era  saduceo y líder del complot que arrestó y ejecutó a Jesús.
Se sabe poco de su vida, fue designado sumo sacerdote en el año 18 y sirvió en esa función hasta el 36 o 37. En la década de 1990 se halló en Jerusalén el lugar donde se le sepultó, junto con otros miembros de su familia, su osario se exhibe en el Museo de Israel.
El historiador Flavio Josefo, quien vivió en el primer siglo, dejó constancia de que fue nombrado por  el procurador romano Valerius Gratus, predecesor de Poncio Pilato.
Después de la muerte de Jesús, continuó persiguiendo a sus seguidores. Aún conservaba su puesto cuando Pedro y Juan fueron llevados ante el Concilio luego de la cura de un cojo (Hechos 4: 6) y es muy probable que sea el sumo sacerdote que se menciona en otros versículos de Hechos de los apóstoles.
 

Otras fuentes: Diccionario Bíblico Ilustrado Holman, B&H Publishing Group. Diccionario de La Biblia, Xabier Pikaza. Enciclopedia Católica (newadvent.org/cathen) y los sitios es.catholic.net, mariologia.org, ewtn.com y ec.aciprensa.com.

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