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Cafú, el capitán de la eterna sonrisa

Si Pelé ostenta el honor de ser el único que ha ganado tres Mundiales de futbol, Marcos Evangelista de Moraes, Cafú, consigue superar a O Rei. Solo él ha logrado estar presente en tres finales de una Copa Mundial y de manera consecutiva.

El capitán brasileño Cafú, es el único jugador que ha estado en tres finales de una Copa del Mundo. (Foto Prensa Libre: AS Color)<br _mce_bogus="1"/>

El capitán brasileño Cafú, es el único jugador que ha estado en tres finales de una Copa del Mundo. (Foto Prensa Libre: AS Color)

Es el futbolista que más veces ha defendido la Verde-amarelha y el que más partidos ha jugado con los brasileños en la fase final de un Mundial. Hizo del carril derecho su hábitat. Su currículo es impresionante, sobre todo con su selección, la Canarinha.

Sus inicios

“Fui un gran lateral, aunque no me gustaba. A mí me gustaba atacar”. Por eso en sus primeros pasos en el futbol fueron de extremo derecho hasta que Tele Santana retrasó su posición al lateral. Ya no se movió. Fue insustituible. Atacaba y defendía con la misma facilidad. Sus inicios son los habituales en un niño brasileño de la década de los años de 1970. El barrio humilde de Jardim Irene y mucho futbol en las calles de Sao Paulo. Probó y varias veces con el equipo de sus amores, el Sao Paulo, pero en todas fue rechazado. Corinthians, Palmeiras, Portuguesa, Nacional y Atlético Mineiro tampoco vieron sus futuras cualidades. Haciendo suyo el lema de su Fundación: “Alimentando sueños”, no se desanimó. Recaló en el modesto Itaquaquecetuba. Joao Alemao lo dirigía en sus primeros pasos. En un encuentro contra Sao Paulo, el imberbe Cafú brilló. El mismo entrenador que lo había rechazado tantas veces lo reclutaba ahora para el filial del Sao Paulo. Era 1988. Dos años después ya estaba en el primer equipo a las órdenes de Tele Santana.

Cafuringa

En el Itaquaquecetuba todos los jugadores tenían motes. Joao Alemao vio al joven Marcos Evangelista y le recordó al rápido y vertical jugador del Fluminense Cafuringa. Desde entonces todo el mundo lo conoció como Cafú. En Sao Paulo comenzó su idilio con los títulos y fue la época dorada del club paulista. En sus seis años allí se recolocó como defensa lateral. “No tenía mucha idea al principio, pero trabajando y con la disciplina que imprimía el profesor Tele Santana fue fácil”. Sus conquistas: un Brasileirao; dos Paulistas; dos Recopas Sudamericanas; dos Copas Libertadores y dos Intercontinentales. La primera, la de 1992, muy recordada. Ante el Barcelona del Dream Team. En el Estadio Nacional de Tokio aún como interior derecha. Los dos goles de Raí daban al Sao Paulo su primer trofeo. Cafú fue el espectador de excepción que le paraba la pelota a Raí en el recordado lanzamiento de falta a la escuadra de Zubizarreta. La segunda, cosas del destino, ante el Milán de Fabio Capello en 1993, ya como carrilero de largo recorrido.

Curiosamente, esa Intercontinental contra el Milán debía ser el último torneo de Cafú con el Sao Paulo. El Real Madrid lo seguía desde la Copa América de 1991, en la que Brasil fue segundo. Sao Paulo se negó en redondo a traspasarlo —Tele Santana, su mentor, hizo todo lo posible para que no se fuera—. Ramón Mendoza, presidente blanco, consiguió una opción sobre Cafú y cedió a las exigencias de los brasileños, que veían vital la permanencia de Cafú hasta la Intercontinental. El Real Madrid tragó: cesión del también lateral Vitor hasta diciembre y después de la final frente al Milán, Cafú aterrizaría en el Bernabéu. Ganó Sao Paulo gracias al gol de Müller —la que es hasta la fecha la segunda y última Intercontinental del club brasileño—. El Real Madrid esperaba a Cafú. Nunca llegó. Parece que las intromisiones de algunos intermediarios no fueron las mejores.

Entonces llegó Parmalat, la multinacional que dirigía a Parma y Palmeiras, y se hizo con sus derechos. Sao Paulo jugó sus cartas y prohibió que jugara en otro equipo brasileño sin pasar antes por Europa. Ahí apareció el Zaragoza, encantado de contar con un campeón del mundo, aunque fuera cedido. “Fue una etapa fantástica pese a que fue corta. Aprendí mucho que luego me sirvió”, reconoció años después Cafú. Jugó poco —17 partidos— pero formó parte del histórico equipo campeón de la Recopa.

Falcao

Pese a que en 1995 Roberto Carlos dejaba el Palmeiras por el Inter de Milán, Parmalat seguía invirtiendo en el Palmeiras para hacerlo un equipo temible. Cafú regresó a Brasil y cayó de pie en el equipo que dirigía Vanderlei Luxemburgo. Antes había disputado dos partidos con el Juventude de Caxias tras terminar en junio la cesión en Zaragoza. “Técnicamente era de los mejores equipos (Palmeiras) en los que jugué”. En sus filas estaban Rivaldo, Djalminha, Flavio Conceiçao, Luizao, Junior, Müller y Freddy Rincón. Ganaron el Paulista de 1996 y marcaron 102 goles. La falta de suerte le impidió ganar más.

A Cafú le llegó el turno de saltar definitivamente al futbol europeo. “Crecí en una época con grandes futbolistas. Me pude inspirar en Falcao, Zico, Maradona…”, dijo. Cuando en 1997 el Roma llamó a su puerta —pagó alrededor de ¤7 millones—, no lo pensó. Iba hacer el mismo camino que su ídolo. En el Roma permaneció seis campañas, jugó 217 partidos oficiales y devolvió al Roma a lo más alto del futbol italiano, consiguiendo el Scudetto en 2001 tras 18 años de sequía. En su climatización, le ayudó mucho su compatriota Aldair. El gran trabajo físico que se encontró con Zdenek Zeman le vino bien. Físicamente era un privilegiado. Con Capello aprendió a competir con otras armas aunque para entonces ya había jugado dos finales mundialistas.

Para la hemeroteca queda el 11 de septiembre del 2001. La jornada recordada de Champions que a punto estuvo de no disputarse. A sus 31 años, Cafú debutaba en la máxima competición de clubes. Lo hacía contra el Real Madrid —perdieron los italianos 1-2 en el estadio Olímpico—.

Yokohama Marinos

En el 2003, Cafú llegaba a un acuerdo con el club japonés del Yokohama Marinos —quedaba libre del Roma—. Un año antes en su estadio había alzado como capitán de Brasil el quinto título de la Copa del Mundo —imitando a sus compatriotas Bellini, Mauro, Carlos Alberto y Dunga—. En ese momento, se cruzó por medio Carlo Ancelotti que buscaba un relevo para Alessandro Costacurta, que ya tenía 37 primaveras. El paulista no lo dudó. El preparador italiano tenía claro que Cafú aún podía rendir al máximo nivel en el club rossoneri. Así fue. 161 partidos oficiales con la elástica del club lombardo.

En el Milán, vivió muchas luces y alguna sombra. Nada más aterrizar ganó el scudetto (2004) pero al año siguiente vivió una de sus más tristes experiencias futbolísticas. Perdía su primera final de Champions en la sorprendente remontada del Liverpool. En el 2007, el destino le volvió a dar otra oportunidad, casualmente frente al mismo rival. “Parecía muy difícil perder esa final”. Cafú explicaba el sentimiento de los jugadores del Milán antes de la final del 2007. Los italianos se alzaban con su séptima Copa de Europa. No disputó ningún minuto de ese partido pero Cafú no perdió su sonrisa en el césped del estadio Olímpico de Atenas. Sabía que acababa de hacer historia. Completaba el póquer —Mundial, Copa América, Champions y Recopa—. Había ganado todos los títulos importantes de clubes y selecciones.

Brasil

Doce de septiembre de 1990. Brasil jugaba en El Molinón. Era el séptimo enfrentamiento entre Brasil y España. Falcao, quien había sustituido a Sebastiao Lazaroni como seleccionador tras el fiasco de Italia 1990, convocó a Cafú, que debutó frente a España. Una fecha señalada pese a la derrota por tres a cero. “Para mí fue una fiesta”, aseguró. Para los españoles también —la última ocasión que la Roja ha vencido a la pentacampeona del mundo—. Desde entonces, Cafú fue uno de los fijos. Con 20 años se ponía por primera vez la verde-amarelha y se despedía con 36 tras caer en cuartos del Mundial de Alemania. Ya como capitán. Todos los seleccionadores contaron con él —Falcao, Parreira, Zagallo, Luxemburgo, Leao y Scolari— y tuvo el honor de levantar hacía el cielo de Yokohama la Copa del Mundo en la final del 2002. Nunca rechazó la llamada de su selección. La primera, de su referente Falcao, 142 internacionalidades y cinco goles. El que más —Roberto Carlos se quedó en 125—.

“Disputar la Copa del Mundo —1994— era la oportunidad de demostrar que era un gran jugador. Entré en la final —sustituyó al lesionado Jorginho, a los 21 minutos— a cuarenta grados contra Italia porque estaba preparado”, relató. Ya había disputado dos Copas de América con Brasil —1991 y 1993, y ganó las ediciones de 1997 y 1999—, pero el Mundial de Estados Unidos era su escaparate para hacerse un nombre en Europa. “Formé parte de la selección que volvió a dar alegría al pueblo brasileño tras 24 años sin conseguir un Mundial”, recuerda siempre el lateral sobre la final contra Italia. Cafú estaba vinculado a la Canarinha. Nació el mismo día y año que Brasil derrotaba a Inglaterra (1-0) en Guadalajara y encauzaba el Mundial de su tricampeonato en México.

En el Stade de France vivió la otra cara de la moneda. “Hasta la final todo fue perfecto en 1998, pero aconteció lo de Ronaldo”, refirió. Brasil cayó con facilidad ante Francia (3-0). “Era la primera vez, que en el trayecto al estadio, no se oía nada. Lo normal es que se vaya cantando, bailando. La música en la concentración se escuchaba continuamente”, desvelaba tiempo después Ricardo Teixeira, expresidente de la Federación Brasileña.

Esa final era la segunda consecutiva de Cafú y se unía al club de otras leyendas mundialistas —Meazza, Gilmar, Djalma Santos, Nilton Santos, Didi, Zito, Zagallo, Garrincha, Vavá, Jongbloed, Krol, Suurbier, Win Jansen, Neeskens, Rensenbrink, Rep,, René Van de Kerkhof, Schumacher, Briegel, Foerster, Rummenigge, Brehme, Matthaüs, Berthold, Völler, Taffarel, Aldair, Dunga y Bebeto—. Pero nadie había conseguido sumar tres. Cafú sí, y encima de capitán de la Canarinha.

“En el 2002, la gente decía que Brasil no pasaba de la primera fase, pero con trabajo conseguimos el título”. Tuvo que lidiar con el deseo de casi todo Brasil de que Felipao Scolari llevará a Corea y Japón a Romario, incluso, los rumores apuntaban a que gran parte del núcleo duro de jugadores no querían al delantero en el Mundial —él era el capitán después de la lesión días antes de Emerson—. “Imposible, la decisión de convocar o no, fue del seleccionador”, siempre ha despejado balones fuera Cafú.

Brasil ganó y el 2 de Brasil rindió homenaje a sus orígenes. “Cien por cien Jardim Irene” pudieron leer en todo el mundo en su camiseta mientras alzaba la diminuta Copa del Mundo. “Una felicidad indescriptible. Todo el mundo te mira y dice: Sois buenos; sois los campeones. Fue un sueño hecho realidad”, expresó. En el césped no paraba de oírse: “Soy brasileño con mucho orgullo y con mucho amor”.

Cuelga las botas

El 18 de mayo del 2008 se despedía del Milán y lo hacía con gol. Antes había pasado grandes momentos en el Milán, aunque también sufrió una época mala a finales del 2005 y principios del 2006, que coincidió con una racha de lesiones. Además, tuvo problemas con la justicia italiana por irregularidades en la adquisición de su pasaporte italiano. Cafú fue absuelto. A finales del 2008 sonó que volvería a jugar unos partidos con el equipo inglés del Ganforth Town —ya consiguió que Sócrates y Careca se pusieran su camiseta— aunque al final no se concretó. Tampoco todas las ofertas que recibió en Brasil. Ya había colgado las botas, y no pudo cumplir su sueño de llegar hasta el Mundial de Sudáfrica 2010.

El 1 de julio de 2006 fue el último con la camiseta de Brasil —llegaba a 20 encuentros mundialistas—. En los vestuarios del estadio de Fráncfort antes de medirse con Francia, Cafú arengaba a sus compañeros, pedía para que no hubiera lesionados e iniciaba por última vez el Padrenuestro con el que Brasil salta al campo. Se despedía el lateral de la eterna sonrisa. Quizá el mejor de la historia.