Revista D

De prosa fluida y clara

Este escritor guatemalteco encarna el espíritu intelectual de los pensadores de la Generación de 1920 en Guatemala.

Escritor guatemalteco (Prensa Libreo: Archivo)

Escritor guatemalteco (Prensa Libreo: Archivo)

Carlos Samayoa Chinchilla (1893-1973) pertenece a la Generación de 1920, formada por escritores con características distintivas, debido a que vivieron un momento histórico que marcó al país. “(…) exaltaban los valores de la libertad sobre los de la igualdad, el culto a la razón frente a la religión, su afán por el progreso y creencia ilimitada en la ciencia como factores de modernización”, indica el libro Las redes intelectuales centroamericanas: un siglo de imaginarios nacionales (1820-1920), de Marta Casáus y Teresa García.

Entre las cosas en común que compartían estos autores estaba haber estudiado en el Instituto Nacional Central para Varones y la Universidad de San Carlos de Guatemala. Sin embargo, algunos se alejaron de los círculos literarios porque trabajaron en el gobierno de Jorge Ubico, entre ellos Samayoa Chinchilla, razón que lo motivó a publicar en 1950 El dictador y yo.

Su extensa obra fue muy apreciada en el país, pero no logró traspasar las fronteras. Se distingue por su prosa fluida y clara; mezcla el realismo y lo mágico al estilo del romanticismo latinoamericano y pinta el pasado maya y al indígena como una figura idealizada y exótica, sin relación con su condición económica y social, características del indigenismo.

Tres de sus textos evocan la situación social de su tiempo: El dictador y yo, El quetzal no es rojo (1956) y Chapines del ayer (1957).

El dictador y yo fue reeditado en el 2008 y el 2011 por la Tipografía Nacional en su colección Documentos. El texto relata los años que Samayoa Chinchilla se vio forzado a trabajar de cerca con el general Ubico. Describe numerosas anécdotas que dan cuenta no solo de su personalidad, sino de la situación en la que vivían los gobernados.

El quetzal no es rojo (1956) trata a manera de historia los gobiernos de la Revolución de Octubre del 1944. En ella explica los acontecimientos de aquella década y las personalidades de Juan José Arévalo Bermejo, Jacobo Árbenz Guzmán y su esposa.

Estampas de la costa grande (1954) es, según Alberto Vásquez, autor de la Jura a la Bandera, una obra de madurez, pues presenta dominio del estilo, prosa espontánea y clara, además del humor en los trazos pintorescos. Las estampas se desarrollan en la finca San Julián, en Escuintla.

En sus albores como escritor había publicado, Madre milpa (1934), una recopilación de cuentos, muy bien criticada por Luis Antonio Díaz Vasconcelos, que relata mitos prehispánicos, leyendas coloniales y cuentos de la época de la Independencia, aún hoy es una de sus obras más reconocidas que coincidió con la publicación de El tigre, de Flavio Herrera.

También publicó otros títulos como Cuatro suertes (1936), La casa de la muerta (1941), Leyendas centroamericanas (1954), Aproximación al arte maya (1964), El Zchicolaj (1977) y María Candelaria (1977).

Recorrer el mundo

Samayoa Chinchilla nació en la Ciudad de Guatemala en la casa señalada con el número 14 (hoy 5-17 de la zona 1) de la 11 avenida norte. Creció huérfano de madre y cursó el bachillerato en el Instituto Nacional Central para Varones, luego de lo cual se negó a seguir estudiando. Estuvo a cargo de una finca que mal cuidó y, como castigo, su padre lo obligó a ingresar en la Academia Militar apenas fundada por Manuel Estrada Cabrera. Estudió bajo amenazas hasta que su progenitor pagó una buena suma para que se aceptase su retiro.

“Iré a recorrer el mundo”, fue su siguiente propuesta, y así lo hizo. Salió de Guatemala en 1914. Viajó por Sudamérica durante un año hasta que de Argentina partió hacia Francia con la idea de unirse a la Legión Extranjera, pero terminó en Estados Unidos. Ahí recibió la noticia de que su padre había muerto y, consternado, regresó a Guatemala en 1921. Su siguiente impulso fue volver al país del norte, pero en su lugar contrajo nupcias. En los años siguientes trabajó en el Diario de Centro América como reportero hasta que en 1942 fue contratado como oficial escribiente de la Secretaría General de la Presidencia en el gobierno del general Jorge Ubico.

Fue director de la Biblioteca Nacional (1947), embajador de Guatemala en Venezuela durante el gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán (1948), director del Instituto de Antropología e Historia (1954-1970), y fundó en 1950 la Dirección de Bellas Artes de El Salvador. Además, fue periodista y editorialista de El Imparcial.

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