Revista D

Un mundo contaminado

Cada año mueren alrededor de siete millones de personas por la contaminación del aire.

Nueva Delhi, Patna, Gwalior y Raipur, en India, son las ciudades más contaminadas del mundo (Foto Prensa Libre: Archivo).

Nueva Delhi, Patna, Gwalior y Raipur, en India, son las ciudades más contaminadas del mundo (Foto Prensa Libre: Archivo).

El planeta está sucio. Contaminado. El desastre es cada vez más grande y a pocos les interesa revertir los daños. Por eso, hay que concienciar y aprender a ser más responsables con la Tierra.

Causa pavor observar la niebla tóxica que flota encima de las ciudades. No solo se ve mal, sino que también es nociva. El dióxido de carbono (CO2), un gas de efecto invernadero, es el contaminante que más contribuye al calentamiento global.

Ese gas lo emiten los automóviles, los aviones, la industria, las centrales eléctricas y otras actividades humanas donde se emplean combustibles fósiles como la gasolina y el gas natural.

Otros peligrosos gases de efecto invernadero son el metano y los clorofluorocarbonos; estos últimos se utilizaban como refrigerantes y propelentes de los aerosoles hasta que fueron prohibidos por su efecto perjudicial sobre la capa de ozono.

El cambio climático también se debe en gran medida al dióxido de azufre, que, a la vez, es el principal causante de la lluvia ácida.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año mueren alrededor de siete millones de personas por la contaminación del aire, pues causa infartos de miocardio, ictus o cáncer de pulmón.

Sorprendentemente, mucha de la contaminación se origina en el hogar de las víctimas, pues se tiende a cocinar con carbón, madera o biomasa.

Kirk Smith, investigador de la Universidad de California, indica que “un fogón humeante en la cocina equivale a la combustión de 400 cigarros por hora”.

Pobres océanos

En la actualidad, los océanos se han convertido en enormes vertederos de basura. También han sido afectados los ríos y lagos.

La degradación, sobre todo en las riberas, se ha acelerado notablemente en los últimos tres siglos a medida que aumentan los desechos industriales y la escorrentía —corriente de agua que rebosa su depósito o cauce— procedente de las explotaciones agrarias y ciudades costeras.

Entre los contaminantes más comunes están los plaguicidas, herbicidas, fertilizantes químicos, detergentes, hidrocarburos, aguas residuales, plásticos y otros sólidos.

En el Pacífico septentrional existe una zona conocida como Gran parche de basura del Pacífico, que según estimaciones, tiene una extensión que duplica los 696 mil 241 kilómetros cuadrados del estado de Texas, Estados Unidos. Para dimensionarlo de otra forma, se puede decir que ese basurero marino tiene casi 13 veces el tamaño de Guatemala.

En el 2010, otra gigantesca isla de desechos fue descubierta en el Atlántico.

Algunas organizaciones han puesto manos a la obra para detener este desastre ecológico. En naciones desarrolladas, la regulación ha restringido el vertido de contaminantes de la industria y los procesos agrícolas cerca de los lagos, arroyos y ríos. En los países en vías de desarrollo, sin embargo, hay poca voluntad política para solucionar el caos; por eso, hay más amenazas para el agua dulce y para todas las especies que dependen de ella.

Grano de arena

Cada quien puede contribuir a detener la contaminación. Algunas sencillas medidas son usar menos el vehículo, reciclar y no lanzar basura donde no se debe.

Hay que cuidar este planeta. Es nuestra única casa.

Con información de la Organización Mundial de la Salud, National Geographic y CNN.

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