Refugiar a quienes piden asilo ha sido “una tradición republicana presente en la legislación francesa desde su primera Constitución”, asegura el director de la asociación France Terre d’Asile, Pierre Henry, si bien admite que una vez dado el difícil paso de huir dejando todo atrás, las trabas administrativas se multiplican en el país cuna de los Derechos del Hombre.
Bangladesh, República Democrática del Congo, Armenia, Sri Lanka y Rusia fueron los países con más demandas en el 2011, todos por encima de las dos mil, aunque en total hay más de una treintena de nacionalidades: “Toma un mapa de conflictos y elige”, resume el responsable de esta ONG.
Pese a ello, las revoluciones árabes que tanta alarma despertaron no han tenido grandes efectos en el flujo de emigrantes, y menos aún en el de demandantes de asilo, con excepción del caso sirio, según las asociaciones.
De hecho, con el inicio de la llamada primavera árabe, la Ofpra constató que una parte significativa de los tunecinos refugiados en Francia o en proceso de adquirir esa condición renunciaron a ella para regresar a su terruño y participar en los eventos que se producían en el país.
Adel Ghezela, tunecino de 48 años, educador social de profesión, se encontró una mañana de enero del 2011 frente al dilema de su vida. Tras años de militancia contra el régimen de Ben Ali, en septiembre del 2010 había decidido huir de Túnez, cansado física y mentalmente de recibir amenazas, intimidaciones y palizas por parte de la policía política.
Pocos meses después, mientras la Revolución de los jazmines se encontraba en pleno apogeo, él se sentaba en las oficinas de la Ofpra en París, frente a una agente que le preguntaba si quería cancelar todo el procedimiento de obtención del estatuto de refugiado y regresar a su país. “Le pedí que me dejara al menos cinco minutos para pensarlo y accedió a regañadientes”, recuerda.
“Había recorrido un largo y duro camino, había sufrido mucho para ser aceptado en el país. En aquel momento tampoco podía saber que el dictador caería apenas unos días después. Y decidí quedarme en Francia”, cuenta.
El caso de Ghezela es particular, no solo por el momento en que le tocó vivir su procedimiento de acogida, sino por lo corto de su espera —apenas tres meses—, pero también es ilustrativo de muchos de los problemas a los que se enfrentan los demandantes de asilo cuando pisan suelo francés.
Quienes llegan a Francia pidiendo asilo han vivido numerosas y traumáticas experiencias, y según el director del Centro de Acogida de Demandantes de Asilo (Cada) de París, Jean-Marc Siregeols, no saben cómo enfrentarse al duro proceso necesario para optar a la protección de refugiado.
Durante la entrevista que determinará si se les concede el asilo, un agente puede llegar a preguntar al candidato por el clima que había un día en el que hubo una gran manifestación antigubernamental, “y si este no recuerda si hacía sol o estaba nublado, simplemente se le descarta”, lamenta Siregeols, que califica los métodos de la Ofpra “como poco expeditivos”.
Al final, solo el 11 por ciento de los candidatos accede a la protección al primer intento a través de la Ofpra, y el 25 por ciento en un segundo recurso, tras pasar por la Corte Nacional de Derecho de Asilo (CNDA).
“Seamos claros: es aberrante que las solicitudes de asilo admitidas en segunda instancia superen a las admitidas en primera”, señala Siregeols.
El director del CNDA de París explica que quienes pasan por un centro de acogida como el suyo duplican sus posibilidades de obtener la condición de refugiado, lo que hace pensar que “algo falla” en el procedimiento.
Ese “algo” es, según el máximo responsable de France Terre d’Asile, “un sistema saturado, y un proceso larguísimo y demasiado costoso”. Frente a la cantidad de solicitudes denegadas por la Ofpra, Siregeols recuerda que “solo un número ínfimo” de los candidatos rechazados definitivamente acceden a volver a su país de origen, pese a que el Estado francés les paga el billete y les concede una ayuda de 2 mil. “Esta cantidad es una fortuna para muchos, y sin embargo la rechazan, lo que descarta la motivación económica”, afirma.
No obstante, las dificultades para lograr obtener el asilo no son exclusivas de Francia, sino que se extienden a Europa, y la Convención de Ginebra dista mucho de aplicarse como debiera.
El director de France Terre d’Asile cree que el Viejo Continente debería acabar con la actual “tendencia a la autoprotección” y replantearse sus políticas de asilo, ya que “toda Europa —500 millones de habitantes— alberga a unos 300 mil refugiados en total, la misma cantidad de sirios que acoge en este momento Turquía”.