Revista D

¡Ya vienen los helados!

Al escuchar una peculiar melodía, los niños sabían que estaba por llegar el camioncito heladero.

Los vehículos de helados llevaban música alegre para anunciarse (Foto Prensa Libre: Familia Bardales).

Los vehículos de helados llevaban música alegre para anunciarse (Foto Prensa Libre: Familia Bardales).

¡Vaya si no son sabrosos los helados, sobre todo cuando hay de esos calores agobiantes! En los barrios y colonias era común observar los coloridos camioncitos que con altoparlantes ofrecían sus delicias: “Aquí están sus helados; fresa, vainilla, chocolate, ron con pasas, arcoíris; ¡llegaron los helados! A solo un quetzal”, repetían comúnmente durante la década de 1980.

Algo así era el anuncio; la verdad es que corren distintas versiones de cómo era el parlamento, aunque lo más probable es que cada marca tuviera uno propio.

En todo caso, lo importante era que ahí estaban los heladitos. ¡Ah! Y cómo olvidar la clásica canción que hacían sonar los carritos, aquella de título The Entertainer, del pianista Scott Joplin, popularizada en 1973 por la película El golpe.

Con tan solo oírla a lo lejos, a los niños se les dibujaba una sonrisa de oreja a oreja. ¡Se ponían súper emocionados! “¡Ya vienen, ya vienen!”, gritaban a sus padres.

Cuando la intensidad de la música se hacía más fuerte, era porque el automóvil se acercaba. La gente abría la puerta de sus casas. “¡Allá está!”, decía un niñito y corría. Atrás de él, otros patojos lo seguían.

Tal como lo anunciaba “el señor del altoparlante”, se ofrecían un montón de sabores. Los niños se agolpaban en torno de la ventanilla, ya con el quetzalito listo para entregárselo al heladero, quien, además, debía ser paciente ante las demandas de tan exigente y ansioso público.

En la década de 1970 ya había varios de estos camioncitos. En 1980, los Helados Copo’s introdujeron los propios. Esa marca, aunque ya desaparecida, es una de las más recordadas por los guatemaltecos mayores de 30 años. “Mi padre, don Julio Bardales Sandoval, fundó Copo’s en 1947”, explica vía correo electrónico Áxel Bardales.

La idea que dio origen a esa marca fue curiosa. “Cierta vez, un señor de mucho dinero llegó al barrio donde mi papá vivió su infancia. Al llegar una carretilla de paletas, el caballero invitó a todos los patojos que estaban por ahí. ¡Todos se abarrotaron! Mi padre, que era de los niños más pequeños, se quedó sin helado”, refiere.

En ese momento, el chiquillo pensó: “¡Cuando sea grande voy a poner una fábrica de helados y me comeré los que yo quiera!”. Dicho y hecho. Don Julio, años después, montó su exitosa empresa, la cual, por distintos motivos, cerró en el 2005, después de permanecer casi 60 años en el mercado.

Camioncitos

Antes de que se pusieran de moda estos vehículos acondicionados para vender helados, estuvieron las carretillas empujadas por los vendedores, las cuales ofrecían pachucas, morenitas y sándwiches De estas aún hay varias.

También se introdujeron los cremosos o de cono, muy bien vendidos en el Portal del Comercio, zona 1, así como en Amatitlán y Puerto Barrios e, incluso, en regiones frías y húmedas como Cobán, Alta Verapaz.

En 1979, don Julio falleció, víctima de un cáncer. “Mi hermano mayor, Alan, con solo 21 años, se encargó del negocio. Fue él, precisamente, quien desarrolló el negocio de los Copo’s Móvil”, indica Bardales.

Los primeros vehículos se trajeron “rodados” desde Estados Unidos, donde habían sido acondicionados para prestar este servicio. Una vez en Guatemala, artistas locales se encargaban de rotularlos.

Luego compraron las llamadas step vans, que se modificaban en el país. Copo’s llegó a tener una flotilla de unas 50 unidades, que cubrían la capital y la mayor parte del país, así como El Salvador y Honduras.

“La idea de los camiones heladeros fue bien recibida. Otros fuertes competidores en ese segmento fueron Kandy, Topsy y Foremost, entre otros”, indica Miguel Álvarez Arévalo, Cronista de la Ciudad.

Recorrían puntos famosos como las avenidas La Reforma y Las Américas —en esta última, parqueaban donde los padres llevaban a sus hijos para montar caballos—.

Nostálgico

Hoy se observan pocos de aquellos recordados carritos. Desaparecieron paulatinamente, debido a la gran oferta de helados en los quioscos de los centros comerciales. También influyó la inseguridad, la escalada de precios en los combustibles y la disparidad del quetzal frente al dólar —esto último hizo que los costos se elevaran—. “Cada vez era más peligroso y menos rentable circular”, explica Bardales.

“Todavía se miraban bastantes vehículos heladeros en la década de 1990”, dice Álvarez Arévalo. Aún así, los guatemaltecos siguen emocionándose cada vez que escuchan la tonadita de Joplin, pues, de inmediato, piensan en los sabrosos helados.

Con información de Alan Bardales Aguilar y de Áxel Bardales.

ESCRITO POR: