Revista D

La quema del traidor

Linchar un monigote de Judas es una costumbre que rememora la traición a Jesús por parte de ese personaje bíblico.

La quema de judas es una tradición Colonial que cada vez se practica menos (Foto Prensa Libre: Archivo)<br _mce_bogus="1"/>

La quema de judas es una tradición Colonial que cada vez se practica menos (Foto Prensa Libre: Archivo)

Es el símbolo del engaño, de la hipocresía y de la ingratitud. Este hombre es Judas Iscariote, quien, según narran los Evangelios, vendió a Jesús por 30 monedas de plata.

Hasta hace pocos años, en Latinoamérica se seguía la tradición de elaborar muñecos que representaran a este personaje bíblico y después lo destrozaban y quemaban. En Guatemala aún se practica, sobre todo en la provincia y en algunos barrios y colonias populares de la capital, aunque cada vez son más escasas estas representaciones.

La costumbre surgió durante la Colonia, aunque no se sabe exactamente cuándo. El historiador Efraín Subero, autor del libro Origen y expansión de la quema de Judas (Universidad Católica Andrés Bello, 1974), señala que la primera vez que se quemó un Judas en América fue en Santo Domingo, actual República Dominicana, en 1549. Aclara, sin embargo, que el muñeco que se elaboró en esa ocasión representaba al comerciante y cosmógrafo Américo Vespucio, quien permaneció en estas tierras y, de paso, se aprovechó de los nativos.

De acuerdo con el estudio Género y arte popular: Los judas, escrito por Eli Bartra, esta tradición tiene raíces precristianas. “Se inspira, de alguna manera, en los ritos de inmolación; tiene relación con los cultos antiguos en los que se purificaba por medio del fuego”, refiere.

Mucho tiempo después —siglo XVI— aparecieron en Valencia las llamadas “fallas”, que eran hogueras dedicadas a San José y que se encendían cada 19 de marzo. En estas, además, se quemaban grandes muñecos sostenidos sobre un trozo de madera. “Eran la caricatura de algún personaje cómico del barrio o servían para hacer crítica social o política”, se lee en la investigación de Bartra.

La obra Costumadi català (1982), de Joan Amades, apunta que en esa misma zona existían Judas hechos de trapo, a los que colocaban cohetes y los balanceaban. “También los rompían en pedacitos. Los niños les pegaban como si fueran piñatas y luego quemaban todos los pedazos”.

En el mismo documento se consigna: “En Mallorca era corriente quemar al Judas, que colgaban en medio de la calle, con una cuerda suspendida entre dos balcones. El Sábado de Gloria lo quemaban con gran alboroto y estrépito de balazos y tronada de fuegos artificiales. Luego aventaban las cenizas. Antes de la quema les gritaban a los muñecos durante un buen rato. Hay que señalar que se califican en femenino, o sea las Judas —esto porque era una especie de la Eva pecadora, es decir, de la mujer traidora por naturaleza—. El monigote estaba hecho de trapos y mientras más raro y repulsivo, mejor. Tenía que ser a la fuerza pelirrojo y entre la ropa que llevaba tenía que dominar el rojo. En su mano, una bolsa llena de vidrios, dispuesta de tal manera que al moverlo tintineara y sonara como si fueran los 30 dineros recibidos por la venta de Jesús. Lo suspendían del cuello para dar la sensación de que se había colgado para ahorcarse”.

El escritor español Juan Ramírez de Lucas —fallecido en el 2010—, en un estudio sobre el tema explica que los Judas que hasta hoy se conocen en Guatemala —muy similares a los mexicanos— son una antigua costumbre española, en específico de los pueblos extremeños.

Los muñecos que representan a Judas se elaboran de diferentes maneras. En México se acostumbra el uso de cartón, y en Guatemala, por lo regular, están rellenos de trapos.

Lo visten con prendas robadas a familiares. De esa cuenta, varios días antes de la Semana Santa, niños y jóvenes escurridizos roban los pantalones del padre, los calcetines de un hermano, los zapatos del abuelo o el sombrero de un tío. Los más atrevidos, emplean ropa de una vecina.

Con todo reunido, el Miércoles Santo se arma el muñeco, se le viste y se le coloca un rótulo con una leyenda picaresca que hace alusión a alguien conocido dentro de su círculo social, por lo regular alguien “que cae mal”.

Luego se carga el monigote y se le pasea por las calles del barrio, para que toda la gente lo vea y conozca sus faltas y castigo. Se aprovecha, asimismo, para pedir dinero y así sufragar los gastos. Esto se hace todos los días de la Semana Santa hasta llegar al Sábado de Gloria, el más simbólico para esta tradición.

Ese día, por lo general entre las 8 y 10 horas, en un lugar popular y concurrido, se lee el “Testamento de Judas”, un texto que los organizadores redactan con sátira e ironía unos días antes. El documento, como su nombre lo indica, detalla los bienes que el traidor heredará a personas conocidas, sean de la localidad o de todo el país, lo que arranca risas y carcajadas de los presentes.

“Yo, Judas Iscariote, dejo mi sombrero al presidente de Guatemala, para que luego no ande saludando con sombrero ajeno los triunfos de los atletas nacionales, a quienes, dicho sea de paso, ni siquiera apoyan”, gritan por ahí. Continúa: “También lego a los políticos mi librito de la Constitución, explicada con dibujitos, y mi Ley Electoral en versión animada; tal vez así entienden que no se puede hacer campaña anticipada”.

Estas bromas, cuando van dirigidas a residentes del barrio, son más directas porque se aprovecha para “sacar trapitos al sol”. Los historiadores aseguran que el “Testamento de Judas” causa enemistades.

Una vez terminada la lectura de ese gracioso pasquín, Judas es colgado y quemado, con un fondo bastante bullicioso, por los cohetillos. En algunas ocasiones se escuchan las notas de la marimba. Ese es el fin del traidor.

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