Revista D

“Prefiero ser libre y pobre que aceptar una dictadura”

"No es cierto que un pueblo tenga el gobierno que se merece", afirma Thor Halvorssen Mendoza, activista de los derechos humanos.

Halvorrsen Mendoza es director de la Human Rights Foundation, que defiende los derechos humanos (Foto Prensa Libre: Érick Ávila).<br _mce_bogus="1"/>

Halvorrsen Mendoza es director de la Human Rights Foundation, que defiende los derechos humanos (Foto Prensa Libre: Érick Ávila).

Es un férreo defensor del libre mercado y de las libertades individuales. Es un generador de polémica, pero como él lo sostiene, con bases fundamentadas.

Thor Halvorssen Mendoza (Caracas, Venezuela, 1976) es director de la Human Rights Foundation (HRF), una organización con base en Nueva York que promueve y protege la autonomía y la democracia en el mundo.

También es fundador del Moving Pictures Institute, que produce películas y documentales que se centran en conceptos como los derechos humanos y la libertad, así como a denunciar la corrupción en los gobiernos.

De forma reciente, este destacado activista estuvo en Guatemala, en la Universidad Francisco Marroquín, para dictar la lección inaugural denominada “Libertad y derechos humanos”.

¿Cómo fue su despertar en el movimiento de derechos humanos?

Sucedió desde que era niño, cuando vivía en el Reino Unido. En ese entonces se desarrollaba el Apartheid, en Sudáfrica, en el que los blancos controlaban lo que sucedía con los demás grupos raciales. A mí eso me parecía aborrecible. Así que, de adolescente, me acerqué al Afrikan National Congress —el partido de Nelson Mandela—, pero, irónicamente, me dijeron que no tenía derecho a militar en sus filas porque no era sudafricano. Pese a ello, creo que esa situación fue mi despertar.

Pero lo que incidió en que mi lucha en pro de los derechos humanos se convirtiera en el punto central de mi vida fue cuando mi padre, Thor Halvorssen Hellum, exdiplomático y analista político, fue apresado por el gobierno venezolano, tras revelar una gran cantidad de elementos de corrupción, sobre todo con cuestiones que tenían que ver con Pablo Escobar —poderoso narcotraficante colombiano muerto en 1993— los bancos venezolanos que le lavaban el dinero y ciertos funcionarios.

Así que mi primera campaña fue la que exigía liberar a mi padre —detenido por 74 días y encontrado inocente de los cargos que le imputaban—.

¿Qué pasó luego de eso?

Fue un sendero interesante porque pasé a luchar por el derecho a la libertad de expresión en las universidades estadounidenses. Para muchos esto es sorprendente, pero lo cierto es que en esas instituciones, tanto estudiantes como profesores son censurados cientos de veces. De eso trata Indoctrinate U (2007), un documental en el cual fui productor asociado.

En ese tiempo reflexioné y llegué a la conclusión de que, hasta cierto punto, era un poco absurdo estar defendiendo los derechos de los estudiantes de Harvard, mientras que en mi país, Venezuela, los periodistas estaban siendo víctimas constantes de los ataques del gobierno de Hugo Chávez, desde asesinatos extrajudiciales hasta prisión, pasando por persecución y hostigamiento. Hoy, el gobierno chavista tiene el control absoluto de los medios de comunicación.

Eso, evidentemente, logra manejar la información y, por ende, la opinión pública.

Correcto. La gente desayuna, almuerza y cena odio; eso queda. Venezuela, por ejemplo, pasó de tener muchos problemas sociales a ser un país que, por el chavismo, está sumido en el odio de clases y de razas.

¿Por influencia de los sistemas de comunicación del gobierno chavista?

Claro. Se han logrado posicionar como los paladines de la justicia social y de que son los que luchan contra la pobreza. La realidad, sin embargo, es otra: el venezolano hoy es más pobre.

El gobierno chavista cita en múltiples ocasiones al libertador Simón Bolívar, quien, de hecho, está en el árbol genealógico de su familia materna.

Desde muy pequeño aprendí a no hipotecar la historia para buscar provecho personal. ¿Quiénes son mis ancestros? ¿A qué familia pertenezco? Para mí, eso es algo trivial y simplemente puede ser algo interesante para conversar.

Pero le diré algunas cosas acerca de Bolívar. Primero, que muchos historiadores y politólogos son unos absolutos ignorantes respecto de ese personaje. Segundo, que Bolívar siempre se comportó como un liberal, teniendo en cuenta las circunstancias en las que vivió —pese a haber tomado poderes de dictador debido a las guerras, por ejemplo—.

La cuestión es que era liberal, tanto por su educación, posicionamiento político, apreciación por el libre mercado y su disposición por la libertad de cultos.
La trampa es que ahora los funcionarios venezolanos dicen que Bolívar hubiera apoyado a Chávez o a Fidel Castro. Eso es absurdo, pero, a la vez, provoca espanto cuando uno ve que la gente cree semejante ficción.

Usted ha hablado de la libertad. ¿Cómo la define?

Es tener la posibilidad de determinar la relación que uno va a tener con Dios o con sus familiares, en base a asociaciones mutuas, sin que el Gobierno nos dicte qué es lo que debemos pensar o cómo nos debemos comportar, siempre y cuando nuestro comportamiento no afecte los derechos de los demás.

Se considera que una de las máximas del liberalismo es la tolerancia.

Exacto, y eso es lo que la gente no entiende. El liberal puede ser muy duro en su posición ideológica, pero mantiene una tolerancia de principio a fin. El liberal es el que va a defender al marxista cuando lo están persiguiendo, y no al revés.

¿Cree que cada pueblo tiene el gobierno que merece?

No. Esa es una frase que viene de la amargura. El que un pueblo sea ignorante no significa que se merezca vivir bajo la bota sangrienta de alguien.

¿Cómo analiza la situación de Corea del Norte?

Muchos dicen que su situación es “lamentable”, pero dejan el tema ahí. ¡Eso es insoportable! ¡Cómo es posible que dejemos a los norcoreanos sumidos en la miseria en la que se encuentran, gobernados por un grupo de psicópatas!

¿Qué acciones ha llevado a cabo la Human Rights Foundation en ese país?

Este año, desde el sur, enviamos globos con mensajes. Estos eran folletos y memorias USB que informaban sobre las violaciones de derechos humanos que se cometen en Corea del Norte.

¿Cómo saben que sus acciones surten algún efecto?

No lo sé, pero no me voy a quedar de brazos cruzados. Cuando Alemania estaba dividida, el lado occidental enviaba globos con información hacia la parte oriental.
De hecho, la Alemania Occidental organizaba conciertos musicales y lanzaba juegos pirotécnicos una y otra vez, con el objetivo de comunicar a los que estaban al otro lado del muro: “Aquí estamos”, “nos recordamos de ustedes”, “no pierdan la esperanza”.

¿Usted o integrantes de la HRF tuvieron problemas con el gobierno surcoreano para llevar a cabo esas actividades?

Sí, el gobierno surcoreano nos detuvo y nos metió presos. ¡Cobardes que son!

Pero aclaro que no son problemas los que busco, ni tampoco protagonismo ni mucho menos que me metan preso, pero hay que tener coraje para hacer las cosas.

La vez pasada me dijo una muchachita de la Universidad Francisco Marroquín que, en Guatemala, hablar sobre la libertad es algo valiente. ¡No, chica, eso no es valiente! ¡No requiere ninguna valentía expresarse en una sociedad libre, de estado de Derecho! Valentía se requiere hacer eso en Corea del Norte, China, Rusia, Kazajistán, Turkmenistán, Azerbaiyán o Venezuela.

¿Cómo evalúa la situación de los derechos humanos en Guatemala?

Aquí no he venido a analizar eso. Lo que puedo decir es que si Human Rights Foundation detecta que el presidente de la República se empieza a comportar como un tirano o a coartar la libertad de expresión, entonces sí actuaríamos.

¿Por qué es posible que un dictador se mantenga en el poder?

Porque hay intereses económicos, militares o alianzas de diferentes tipos. EE. UU., por ejemplo, se hace de la vista gorda ante las violaciones a los derechos humanos en Arabia Saudita y otros países de Medio Oriente porque son sus aliados. Pero luego el presidente Barack Obama habla de los derechos humanos en Líbano y las necesidades de su gente, pero, ¿acaso los sauditas no importan? ¿Qué inconsistencia es esa?

El pensamiento es: “Como a Arabia Saudita le sacamos mucho dinero, no nos importan sus derechos”. ¡Pero, vamos, no se puede hablar de los derechos humanos un lunes en un lugar y el martes ignorar la ejecución o la prisión de una mujer solo por conducir un automóvil —en ese país está prohibido que una mujer maneje—.

Esa inmoralidad comprueba algo que los liberales sabemos: la sociedad civil es la solución, no los gobiernos.

Por eso, a mí lo que me interesa es la moral y la libertad. Solo de esa forma se alcanza la prosperidad. Puede que eso tome más tiempo o que no llegue, pero prefiero ser libre y pobre que aceptar una dictadura.

Usted fundó el Moving Picture Institute, que produce y colabora con películas y documentales. ¿Cuál es su objetivo y cómo se relaciona con sus movimientos de activismo?

¿La meta? La luz. El cine es una herramienta muy poderosa para comunicar situaciones, humanizar, educar y cambiar el parecer de la gente. Con la cinematografía, insisto, uno puede hacer que el público reaccione, algo que no pasa, por ejemplo, al solo publicar una estadística.

¿Qué documentales ha producido?

Me parece absurdo hacer propaganda de las películas en las que he estado involucrado. El que esté interesado en ellas que ingrese al sitio web de la firma (www.thempi.org).

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