Revista D

Trastorno afectivo bipolar

El trastorno afectivo bipolar (TAB) es una enfermedad mental severa. Las personas que la padecen experimentan cambios de ánimo poco comunes. Pueden pasar de ser muy activas y felices a sentirse muy tristes y desesperanzadas, y empezar el ciclo otra vez.

Este es un trastorno del ánimo que lleva al paciente a oscilar entre la manía y la depresión.

Este es un trastorno del ánimo que lleva al paciente a oscilar entre la manía y la depresión.

Frecuentemente tienen estados de ánimo normales entre una y otra etapa. A las sensaciones de euforia y actividad se les llama manía; a las de tristeza y desesperanza, depresión. La psiquiatra Alejandra Ortiz y la psicóloga Carolina Möller, de la Clínica de Bipolaridad del Instituto Nacional de Salud Mental Carlos Federico Mora, responden las dudas más frecuentes de este padecimiento, que es más común de lo que se cree.

Diagnóstico

Suele empezar en los últimos años de la adolescencia o al inicio de la edad adulta, pero niños y adultos también pueden sufrirlo. La enfermedad dura toda la vida. Ambas profesionales coinciden en que el diagnóstico es más sencillo cuando los pacientes han superado la adolescencia.

Causas

El trastorno bipolar podría ser causado por un desequilibrio químico en el cerebro. Se transmite de padres a hijos. Las expertas concuerdan en que si una persona tiene un padre con este problema, tiene mayores probabilidades de padecer la enfermedad. Implica cambios que llevan a estar feliz, platicador o con ideas innovadoras y bien vestido, a presentarse descuidado, triste, cansado, sin sueño o sin hambre. Esta montaña rusa del ánimo también ocasiona, en muchos casos, períodos de infidelidad, alcoholismo y abuso de drogas.

Incidencia

El TAB afecta por igual a hombres y mujeres, pero por razones culturales son ellas las que acuden con los médicos por ayuda. En Guatemala, la incidencia más alta, según las investigaciones de estas especialistas, se encuentra en el nororiente.

Dos tipos

Debido a que es una enfermedad que conduce a los pacientes a oscilar entre los polos de la euforia y la depresión, existen dos tipos. Las especialistas la dividen de la siguiente manera: el tipo 1 corresponde al estado maníaco. Los pacientes presentan euforia, irritabilidad, cólera; pueden escuchar voces e incluso pensar que tienen superpoderes y arriesgar su vida. En los casos extremos su compulsión los hace comprar en exceso, manifestar excesivos deseos sexuales y a ser poco funcionales en el trabajo.

El tipo 2, conocido como hipomanía, se distingue por un marcado positivismo, excesiva alegría y arreglo personal. Trabajan por muchas horas, tienen nuevos proyectos, también ideas delirantes o de grandeza, se enamoran intensamente por unos cuantos días y son generosos.

Además de lo anterior, las expertas indican que hay una etapa baja en la que se evidencia decaimiento, poca energía, insomnio, pérdida del placer, del sentido del gusto y los deseos de arreglarse. También pueden tener pensamientos negativos sobre sí mismos, y escuchar voces, tener alucinaciones e intentos de suicidio.

Además, aclaran que quienes tienden al tipo 1 no suelen deprimirse profundamente, pero quienes padecen el 2 sí llegan a caer en una depresión abrupta. La manía puede durar unos cuantos días y la depresión meses.

Es común —aclaran— que algunas veces el TAB se presente acompañado de esquizofrenia, epilepsia y trastorno de personalidad.

Tratamiento

En cuanto al tratamiento adecuado, señalan que los medicamentos no curan este padecimiento. Tampoco impiden que el paciente entre en las distintas etapas, sino hacen que sean menos intensas. Las terapias alternativas, como neurotropas o bebidas preparadas a partir de plantas con propiedades relajantes, la meditación, la religión o el deporte no ayudan a controlar este trastorno. La única forma es la medicación durante toda la vida, a lo que se debe sumar que durante los episodios maniacos lo que corresponde es la hospitalización.

El diagnóstico suele ser tardío, pues no se considera que los cambios que ocasiona este trastorno sean reflejo de una enfermedad mental, generalmente porque la familia tolera la depresión y hasta la justifica, pero cuando los afectados entran en la etapa maniaca y se vuelven peligrosos, entonces buscan ayuda. Sin embargo, la mayoría de veces no acuden a un psiquiatra o psicólogo, como corresponde, sino al médico general, el brujo, la iglesia o el neurólogo, en el mejor de los casos.

Las expertas concluyen en que si el padecimiento se convierte en incapacitante o no dependerá de la actitud del paciente, sí es posible llevar una vida relativamente tranquila, pero eso depende de la fidelidad al tratamiento químico y la psicoterapia. Además, se deben evitar estímulos negativos como la violencia o las adicciones.

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