Revista D

Un Dalí más íntimo

Antoni Pitxot fue el compañero de los años difíciles del pintor, cuenta Ferando Huici en el libro titulado Sobre Dalí.

Salvador Dalí y Antoni Pitxot en una imagen de 1977. (Foto Prensa Libre: DPA)

Salvador Dalí y Antoni Pitxot en una imagen de 1977. (Foto Prensa Libre: DPA)

Lloviera, nevara o hiciera tramontana, el artista Antoni Pitxot visitaba a su amigo Salvador Dalí (Figueres, 1904-1989) al castillo de Púbol, donde se encontraba recluido en un proceso gris y depresivo que lo acompañó los últimos años de su vida, especialmente tras la muerte de su esposa y su musa, Gala.

Durante esos últimos ocho años, Pitxot estuvo junto a Dalí a diario, convirtiéndose en un apoyo esencial para que el artista se mantuviera activo.

Así lo cuenta  Fernando Huici, quien acaba de publicar Sobre Dalí (Planeta), con motivo del 25 aniversario de la muerte del artista, y que supone el primer testimonio público y unificado de Antoni Pitxot (Figueres, 1934), la persona más cercana al creador catalán en los últimos años de su vida y en cuyas manos dejó la dirección de su Teatro-Museo Dalí en Figueres que gestiona hasta la actualidad.

Ante el temor de que su rico y cercano testimonio se perdiera, Huici recopila en su libro-entrevista sus conversaciones en torno a Gala y Salvador Dalí mantenidas con Pitxot durante el invierno del 2013.

Antonio es un testigo de primera mano del largo y complejo proceso final de Dalí hasta su muerte, pues pasaban todos los días juntos”, cuenta Huici. “Es la persona más cercana en ese periodo de la vida de Dalí. Casi como un hermano, lo más parecido que tenía  a una familia, tras romper relaciones con la suya y al no tener hijos. Y a su vez, para Antonio, desaparecida toda la primera generación de los Pichot, Dalí era lo más parecido a un viejo familiar”, apunta Huici.

“La dimensión de intimidad entre ambos era tal que Antonio era la única persona cuya presencia toleraba Dalí mientras pintaba en su taller”, cuenta Huici. Y así, conoció la obra de Dalí en pleno proceso, mientras conversaban.

Sin embargo, la de Pitxot y Dalí es también la relación profesional entre dos artistas que se entendían, hasta el punto de que se convirtieron en cómplices para levantar el mayor proyecto de Dalí: su Teatro-Museo de Figueres, que es también su tumba, y en cuyas manos dejó su gestión. “Dalí dejó al frente del Teatro Museo a la persona de la que más se fía en el mundo”.

En esa relación de intimidad hay también una especie de “formación de Pitxot como cómplice por parte de Dalí”, durante la que este le cuenta muchas confidencias, algunas conocidas y otras totalmente inéditas, que suponen un testimonio de primera mano para descubrir a un Dalí íntimo y privado muy de cerca.

A lo largo del diálogo se desvelan por ejemplos las relaciones y la visión que tenía Dalí de los artistas contemporáneos suyos, de las vanguardias de la segunda mitad del siglo XX. “Al contrario de lo que se cree comúnmente de que solo tenía detractores debido a sus provocaciones, resulta que también tenía muchos cómplices”, resume Huici.

O jugosas anécdotas de los tiempos de juventud narradas no solo por Dalí, sino también por su hermana Ana María, pues Antoni Pitxot es posiblemente la única persona que mantuvo una estrecha amistad con ambos, algo más valioso si cabe por la ruptura de la relación de Dalí con su familia a su regreso de Estados Unidos en 1948, debido principalmente a su relación con Gala.

Así, Ana María cuenta también directamente a Pitxot los entresijos de la relación de Gala con la conservadora familia de Dalí con anécdotas bizarras, como cuando Dalí pide a sus parientes que aplaudan a su amante en el momento de su llegada para mantener su autoestima alta, o las provocadoras contestaciones de Gala al padre de Dalí que irritan a la familia. O el surrealista instante en que Gala y Dalí, que acaban de conocerse, se esconden para mantener relaciones íntimas en la playa mientras el marido de ella, que los acompaña, sufre un ataque respiratorio.

Sobre Dalí no es solo un retraso íntimo del artista, sino también de Gala. “Antoni Pitxot conoció a Gala en un círculo de absoluta intimidad y, aunque esta al principio estaba siempre ‘de uñas’, acaba teniendo una relación muy cordial y afectuosa con él, lo que permite testimonios muy reveladores del personaje”.

Sobre Dalí no trata de romper mitos, afirma Huici, sino de elaborar el “retrato vívido y elocuente de un Dalí privado que, aunque tiene parte de ese componente teatral como personaje público, también era mucho más normal de lo que se creía”. Y de establecer la importancia que tuvo la familia Pichot (Antonio adoptó la variante Pitxot del apellido como nombre artístico) en la vida y la formación artística de Dalí, una importancia que el propio Dalí reconoce desde su primer gran testimonio autobiográfico Diario de un genio, a finales de los años de 1940.

Porque Dalí descubrió la pintura en el Molí de la Torre, una finca de los Pichot en el campo, mientras lo cuidaban de una faringitis. Y los Pichot eran también los primeros a los que el artista catalán enseñaba sus obras. “Al final de cada verano, que pasaba en Cadaqués pintando, Dalí organizaba una visita en el auto de la familia para enseñarles sus creaciones”, cuenta Huici. Se puede decir que de alguna manera, eran una especie de familia adoptiva para Dalí, que había roto con la suya, que alcanzó una dimensión muy particular en el caso de Antonio, a quien conoció desde niño.

Una familia plagada de artistas de todas las disciplinas —desde Ramón Pichot, pintor y amigo de Gauguin y Picasso, que despierta la vocación de la pintura en el niño Dalí, pasando por María Gay, cantante de ópera internacional, o el padre de Antonio, uno de los violonchelistas más conocidos de la época, entre muchos otros— con conexiones internacionales con los máximos exponentes del arte y la cultura del momento. Y a través de los cuales se conocen testimonios como el de Pablo Picasso, que en una ocasión preguntó por Dalí como “el loco de Port Lligat”.

¿Habría habido Dalí sin los Pichot? “Probablemente sí. Su genialidad habría salido de todas formas, aunque quizá habría sido diferente”, aventura Huici. “Pero los Pichot fueron un alimento artístico y un apoyo capital a lo largo de toda su vida”.

 DPA