Revista D

Primer Cascanueces

Ya lo aseguraba el poeta Paul Valéry en su ensayo sobre la filosofía de la danza "es mucho más sencillo construir un universo que explicar cómo  se sostiene un hombre sobre los pies. Pregúntenselo a Aristóteles, a Descartes, a Leibnitz".

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Girar los pies hacia fuera mientras se juntan los talones puede parecer un ejercicio sin mayor dificultad. Pero intentar girar cada pierna desde la cadera requiere un trabajo constante. Esta es la primera de cinco posiciones básicas que todo balletista aprende y practica  durante toda su vida.

Media docena de pequeños que no sobrepasan el metro con 40 centímetros se ofrecen para explicar la segunda posición:   girar los pies igual que en la primera posición, pero con las piernas un poco separadas y sin despegar las plantas del suelo. Ciertamente, como advirtieron antes de ensayar,  es muy difícil lograrla sin  inclinarse hacia adelante ni permitir que todo el peso del cuerpo se recargue sobre los dedos.  Estos pequeños bailarán  por primera vez la clásica historia de Theodor Hoffmann y convertida en el  ballet   “El Cascanueces”.

Un ejército de ratones
El nuevo juguete de navidad de Clara es un cascanueces que cobra vida en el sueño de la protagonista. Después de derrotar al rey de los ratones, viajan juntos a un reino mágico.

Sebastián Argueta tiene 12 años, es hijo de una bailarina. Disfruta tanto danzar como de practicar taekwondo. Este año se estrena como uno de los integrantes del ejército de ratones,

Caterine Medina es menuda, delgada. En su cuerpo de niña se advierte la figura estilizada que poseerá  cuando llegue ese momento ansiado de sustituir las zapatillas de media punta por las de punta. Pero, mientras eso sucede, reconoce que antes de  ser el hada de azúcar deberá enfrentarse con el reto de enderezar las enormes orejas de su traje de ratón, que durante algunos momentos no le permitirán ver. “¡Hace mucho calor!”, comenta Valentina Palacios, de ocho años, a quien sus compañeras auxilian para ponerse la malla mientras asienten con la cabeza.

En su estado de relajación, Marta Lucía Rivera (28 años) es la nutricionista  que les recomienda  a sus pacientes comer pastas y arroz en cantidades moderadas para aumentar la energía. Es la dieta que ella misma se impone en su segunda profesión: balletista

Pero sobre el escenario,  cuando se convierte en el hada de azúcar, que representará por primera vez este año asume un estado que Valéry describiría como “una permanencia construida y consolidada por medio de una producción incesante de trabajo comparable a la pose vibrante de un abejorro o de una polilla esfinge frente al cáliz de las flores”.

Los príncipes
Las piernas rectas, las caderas y hombros equilibrados y el cuerpo erguido, aún cuando descansan, Wálter Mayén y Geovanni Santizo conservan esa pose de  príncipe del Cascanueces, el papel que comparten en caso uno se lesione o enferme durante las 20 presentaciones que el ballet Guatemala ofrecerá esta temporada.
Mayén es estudiante de administración hotelera y a Santizo le faltan dos años para graduarse como bachiller en arte especializado en danza.  

No solamente se trata de hacer con precisión técnica todos los pasos y cargadas que implica alzar a Clara, la protagonista. Ser el Cascanueces va más allá. “Es reconocer el cuerpo de la otra persona. Cada uno tiene su propio movimiento, su propia sensación”, dice Santizo.  

“El reto del Cascanueces es su expresividad, él se convierte de  muñeco a príncipe “, explica Mayén quien baila desde los 11 años. Empezó a asistir a clases cuando vio en un anuncio del ballet a una niña que le gustaba con la esperanza de acompañarla. En su primer papel interpretó a un gusano. Ella ahora ya no baila y él se convirtió en el príncipe Cascanueces.

La siguiente hora con ellos transcurrirá en una discusión sobre la conciencia del cuerpo mismo, de la cadencia, del reposo y la armonía. El mismo cuerpo que Valéry alude como aquel que ” parece haberse liberado de sus equilibrios comunes”. Ese cuerpo que se “esfuerza por engañar” ganándole a su propio peso, cuya tendencia es esquiva.

La del futuro

Este año El Cascanueces tendrá 85 bailarines en escena. Sentada desde su butaca a media luz, Dana de 6 años, observa a Anuxca Devaux, su madre, la reina de las Nieves, deslizarse y por momentos desafiar la gravedad, envuelta en un tutu blanco,  como si fuera un delicado copo de nieveDana, la sigue con la mirada.

Falta mucho todavía para ser la reina de las Nieves como su mamá, por ahora reconoce que debe trabajar mucho,  quizás en los próximos años pueda empezar en un papel más modesto como el de ratón.

Será quizás la bailarina del futuro de la que hace casi un siglo hablaba Isadora Duncan,  “la que  bailará nuevamente el cuerpo emergiendo de los siglos de desmemoria de la civilización, emergiendo no en la desnudez del hombre primitivo, sino en una nueva desnudez, ya no en guerra con la espiritualidad y la inteligencia, sino uniéndose a ellas en  una gloriosa armonía”.

El ballet ofrecerá hoy dos funciones a las 11 y 17 horas. El miércoles, en el Palacio de los Capitanes, Antigua Guatemala,  una función gratuita a las  19:00

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