Revista D

Mirna Cardona: “Regresar a lo básico, la familia”

La vida de Mirna Cardona de González (Guatemala, 1966) ha transcurrido a la par de los libros. Desde pequeña no ha dejado de estudiar.

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CIUDAD DE GUATEMALA – Tiene dos posgrados en temas educativos, cuatro maestrías: entre estas Educación en Valores para la Democracia, Docencia Universitaria, Asesoramiento Académico Personal, y en Bioética por la Universidad de Navarra, España. En la actualidad cursa su quinta maestría y es candidata a un doctorado en Educación.

Es la decana de la Facultad de Educación de la Universidad del Istmo, donde impulsa la enseñanza de los valores en los distintos niveles educativos, partiendo de que es indispensable hacerlo con entusiasmo y positivismo.

Cardona está convencida del papel transformador de la educación en el individuo y en la sociedad. Su propia experiencia es el mejor ejemplo, pues relata que estudió con limitaciones en una escuela oficial, pero las figuras de su madre y una maestra fueron determinantes para darse cuenta de que las cosas deben hacerse bien hechas.

¿Con tanto estudio y trabajo ha tenido tiempo para su vida personal?

Creo en el matrimonio. Me casé a los 20 años con la certeza de que era lo que yo quería. Tengo 27 años de casada, tres hijos, y me hubiera gustado tener más.

¿Cómo lo ha logrado?

Primero, porque el estudio es una obligación para todos y es importante que lo que se estudie se haga en forma permanente. Yo no he dejado de estudiar, aunque con algunos altibajos, por supuesto. Parto del optimismo de saber que vale la pena ser mejores y tengo un esposo que me apoya. Segundo, hay un sacrificio personal. No se trata de ser una heroína, sino hacerlo si vale la pena.

Como especialista en enseñar valores, ¿considera que como país vamos por un camino correcto?

No puedo dar una respuesta concreta, pero lo positivo es que hay un consenso general en las empresas, escuelas, gobierno y sociedad de que queremos ser mejores personas; nadie dice lo contrario.

Pero existe una enorme discrepancia entre lo que decimos y lo que hacemos.

A veces pensamos que tenemos que ser perfectos. El ser humano tiene que entender que está en una lucha constante. A veces nos equivocamos y corregimos. La sociedad está compuesta de personas e individualmente uno se da cuenta de que se equivoca. El reto es si me equivoqué lo corrijo y enmiendo. Los grandes titulares a veces nos pueden llenar de pesimismo y pensar que nada vale la pena, pero en realidad en la escuela enseñamos a los niños que vale la pena ser un buen hijo y un buen ciudadano.

¿A su juicio, las escuelas cumplen con educar en valores?

Hay muchísimos maestros que hacen un esfuerzo inconmesurable. La Universidad del Istmo cuenta con el programa de enseñanza en valores Nqatoqi’, que significa “hacer juntos”. Lo llevamos a las escuelas y enseñamos a los maestros para que lo incluyan en el pénsum de estudios.

¿Qué alcance tiene este programa?

Es social y funciona a través de donaciones. Hemos atendido a casi tres mil maestros durante 10 años y lo impartimos en fincas y empresas.

¿Considera que estos programas harían una diferencia?

La educación siempre va a cambiar las cosas. Un país educado siempre va a ser mejor. Los esfuerzos que se están haciendo parecieran muy complejos, pero vamos a lo básico, uno se da cuenta de que hay padres que ni siquiera saben qué tareas les dejaron a sus hijos. Cuando llegan a la universidad encontramos jóvenes que vienen con cierta educación –técnica y moral, de allí que las universidades tratamos de enmendar algunos comportamientos y estamos comprometidos en la formación de buenos líderes.

¿Es que los padres —en general— han relegado la educación con valores a la escuela?

Puede ser, pero naturalmente al padre de familia le preocupa la educación de sus hijos. Hace falta promover que vale la pena que la familia sea el sustento de la sociedad. Las escuelas de padres remarcan aspectos de cuidado, atención y guía. Si pudiéramos regresar a los modelos de escuelas, volver a lo básico, la familia, el lugar al que se vuelve. Por eso es lo más importante.

Se dice que la familia es la base de la sociedad, pero en este momento tenemos familias disfuncionales. ¿Es que la familia está en crisis?

Como institución social no podemos asegurar que está en crisis. Si bien las circunstancias en las cuales convive han ido cambiando, los elementos esenciales aún permanecen fuertemente representados. El cuidado de los niños, los ancianos, los desvalidos, siguen evidenciándose principalmente en la familia. El Estado sería incapaz de asumir esta tarea tan esencialmente personal. A pesar de los cambios y de algunas opiniones, la familia y el matrimonio no están desapareciendo y siguen siendo la institución dominante de las relaciones sociales presentes y futuras. Seguramente sufrirán altibajos en cuanto a su estructura, pero es la reserva moral de la sociedad y estoy segura que siempre habrá iniciativas para fortalecerla. Sin duda las situaciones existen, cada caso debería explicarse con detalle y ver sus causas, pero de lo que no cabe duda es de que la familia es el lugar de convivencia natural de todo ser humano.

Como jurado del Maestro 100 puntos, ha tenido experiencias interesantes ¿Cuál de estas le ha impactado más?

El caso del maestro Wálter Noguera Hernández, a quien trasladaron de un pueblo a un caserío en Momostenango, Totonicapán. Un día le tocó enseñarles a los niños la pirámide nutricional. Lo primero que preguntó fue: ¿Qué desayunaron hoy? Más de la mitad no lo había hecho y el resto café con tortilla.

Puesto que no tenía con qué fundamentar el tema, se encontró con una decisión moral: me quedo callado y no se los enseño, o lo digo con posibilidad de que no conozcan de esto. Escogió lo segundo y no se quedó en eso. Pensó en cómo solucionarlo. Les enseñó a sus estudiantes a criar conejos, se reprodujeron, comieron, vendieron, les enseñó Matemática y productividad.

¿Qué se necesita para fortalecer esta área?

Hace falta más materiales. Estos proyectos le permiten tener al maestro recursos educativos que por su cuenta no podrían comprar. Por ejemplo, en formación de padres se necesita enseñanza técnica y de valores que sean continuas.

Se lanzó una campaña de valores del motivador John Maxwell ¿Ve resultados?

Hace falta continuidad, no tenemos un esfuerzo sostenido, aunque me encanta Maxwell.

¿Es que al final los problemas vienen por descuido de los padres?

A veces nos gana la pereza y dejamos que los niños hagan lo que quieran, en vez de sentarnos todos juntos a comer, por ejemplo. ¿Cuántos de nosotros comemos en familia? Es muy importante para todos.

¿Es posible modificar esto si no se hizo en su momento?

Por supuesto que es posible. El hombre es capaz de trascender sus propias debilidades. Es parte de la confianza que tengo. Se puede corregir. No podemos medirlo pero es básico.

¿Quiénes han sido sus mejores referentes?

Lo veo más en lo cotidiano. Tal vez mi maestra de primaria de la Escuela República de España, Blanca de Nájera, quien me decía: “Las cosas se hacen bien”. Pero tengo una vida de buenas maestras. Sin faltar mi madre, María Isabel Guzmán.

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