Revista D

Un corrido como despedida

Entre canciones y globos, los deudos han adoptado otras formas de darles el último adiós a sus seres queridos.

Rafael Ríos y Alain Leiva se alternan con los otros grupos musicales en   el Cementerio La Verbena (Foto PrensaLibre: Álvaro Interiano)

Rafael Ríos y Alain Leiva se alternan con los otros grupos musicales en el Cementerio La Verbena (Foto PrensaLibre: Álvaro Interiano)

Los albañiles acomodan la caja en el nicho, con ayuda de un montacargas. Uno a uno apilan los ladrillos con rapidez, para cerrar el agujero. Entre sollozos, familiares y amigos que llegaron al cementerio La Verbena le dan el último adiós a Édgar Pantzay López, 19 años.

Su joven viuda lo llora desconsolada y su pequeña no tarda en unirse a los sollozos. La madre dedica las últimas palabras a su hijo y luego los músicos Rafael Ríos y Alain Leiva se acercan a uno de los familiares y le ofrecen despedir al difunto con un corrido. Aceptan una, Cruz de Madera, de Los Rayos de México.

Los sollozos se mezclan con el canto de los músicos. “Cuando al panteón ya me lleven/no quiero llanto de nadie,/solo que me estén cantando/la canción que más me agrade,/el luto llévenlo dentro/teñido con buena sangre...”

Las despedidas no pueden ser muy largas. Érick Loarca, empleado del cementerio, coordina que los familiares se tomen un tiempo prudencial, pues esa tarde hubo trabajo: cuatro sepelios seguidos.

Un corrido más

Los músicos son ya parte de los personajes habituales de los cementerios General y La Verbena, así como las vendedoras de flores, fruta y los albañiles. Incluso hay quienes ofrecen sus servicios como fotógrafos.

Para que la oportunidad de trabajo sea pareja, en La Verbena hay tres grupos de músicos que se alternan cada día para acompañar a los deudos. Ellos no saben cuándo empezó, si fue la oferta o la demanda. En lo que sí coinciden es en que ahora hay más trabajo que antes.

Rafael Ríos, el Canche, es un músico de ojos celestes y dientes de oro que toca la guitarra junto con Leiva, quien se unió a él el año pasado. La tarifa es de Q100 por cuatro piezas, aunque se hacen rebajas, de acuerdo con la forma como les hayan fluido los contratos en el día.

Juventino Gómez toca el guitarrón con su grupo —de cuatro integrantes: Celestino Llamas, en la guitarra; Arturo Figueroa, concertina; y Esbin Camero, trompeta. Desde hace seis meses se trasladaron a La Verbena, pues en el Cementerio General, después de una década, el trabajo ya no es el mismo. La tarifa es de Q200 por seis canciones, pero al final hacen rebajas, con tal de ganar algo.

Cien ovejas, Amor eterno o Te vas, ángel mío, son parte de su repertorio.

Un viernes por la tarde, a punto de que cayera la lluvia, hubo cuatro sepelios seguidos en La Verbena. Solo una familia los contrató, con varias alabanzas. Cerca de ellos, un heladero insistía tocando su campana.

Los mariachis son más esporádicos, puesto que la cuota es más elevada. Víctor Camargo, de Mariachi Fiesta Celestial, se especializa en piezas cristianas, pero se adapta a todos los gustos. El grupo tiene una tarifa de Q750 por 12 piezas.

Violencia

Desde hace varios años, la mayoría de inhumaciones —para quienes no cuentan con un panteón particular— se hacen en La Verbena, pues en el Cementerio General los nichos llegaron a su límite. El movimiento es de entre ocho a 10 sepelios diarios. De estos, creen los empleados, el 80 por ciento son producto de la violencia.

Según cifras del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), durante el primer trimestre del 2014 se reportaron mil 390 muertes por violencia; el promedio es de 16 diarias.

Antiguos rituales

Durante el período colonial, los españoles acostumbraban contratar plañideras indígenas para llorar a sus difuntos. Esta tradición se remonta al antiguo Egipto, Grecia y Roma, decayó a finales del siglo XIX hasta desaparecer en el siglo XX.

La antropóloga Lucía del Carmen Pellecer comparte un antiguo relato del diplomático y viajero Alfred de Valois, Recuerdos de un viaje a América Central, entre 1848-1850, quien describe la escena de un velorio en Jalpatagua, Jutiapa.

“Se trataba de un niño de seis años que habían vestido con una túnica blanca … Al pie del altar unos niños hacían arder cortezas de maderas fragantes y una especie de incienso que llaman copal. Unas ancianas, con la mitad de la cabeza oculta en sus rebozos, recitaban plegarias, y unos jóvenes lanzaban a intervalos cohetes voladores.

Muy pronto cesaron las oraciones. Dos hombres, provistos cada cual de una guitarra, vinieron a sentarse enfrente de Henri y empezaron a cantar coplas españolas (…)A su vez, la bella Dolores entró, seguida de una de sus compañeras, que llevaba una charola cargada de vasos y, habiéndolos llenado de aguardiente, los ofreció a los asistentes, empezando por Henri.

—¡Por el alma del muertito! —le dijo mirándolo con atención—; bebed, caballero, pues os traerá dicha…

Henri no se hizo del rogar, tomó el vaso de manos de la joven y vació su contenido. Esa fue la señal de prolongadas aclamaciones, acompañadas de una ruidosa música, pero original. Los petardos estallaron de nuevo y comenzó el baile”.

Pellecer investiga otra costumbre ya desaparecida, el retrato posmortem, que nace con la pintura posmortem practicada en los siglos XVI y XVII. Se trataba de un lujo reservado para las clases pudientes y que con el descubrimiento de la fotografía se popularizó con el retrato de estudio, hacia finales del siglo XIX hasta mitad del XX.

“Existe la necesidad de recordar a la persona que ya no está, lo cual se traduce en un objeto material o físico al cual aferrarse”, explica.

Con la modernidad, la introducción de la cámara Kodak desplazó a los estudios fotográficos y las funerarias llegaron al país hacia mitad del siglo XX.

Videos y globos

¿Es que las costumbres para despedir a los seres queridos están cambiando? Al drama de las plañideras lo han sucedido despedidas más emotivas y alegres, aunque para algunos deudos todavía sea un paso difícil.

Si bien las flores, el luto y las esquelas siguen vigentes, recursos como músicos, videos, globos, caminos de rosas o soltar palomas blancas se han adoptado para dar ese último adiós. “Se busca personalizar esta ocasión, para que los deudos se despidan de manera digna”, explica Andrés Aguilar, presidente de Capillas Señoriales.

“Las costumbres de otros países inciden”, admite Aguilar, y la demanda va en aumento. Del promedio de 150 servicios mensuales, un 75 por ciento opta por estas innovaciones, asegura.

Acortar el duelo

Según Aguilar, los nuevos servicios permiten que los deudos puedan expresar mejor sus sentimientos y procesar mejor el duelo. Refiere que estas tendencias se practican en Estados Unidos, Australia y Europa, apoyadas por psicólogos, quienes afirman que, además de la parte espiritual, es necesario recordar al ser querido como parte del proceso de duelo.

Para el antropólogo Carlos René García Escobar, estos cambios responden a imitaciones de grupos carismáticos que la gente ha permitido y luego aprovechan los comerciantes.

“Son principalmente influencias del norte de México, del cable y del narcotráfico”, sostiene el experto.

Pellecer considera que las costumbres son más bien cíclicas y que las diferencias dependen del contexto histórico de la comunidad, sus influencias, geografía o migraciones.

“Hay distintas formas de interpretar la muerte. En el mundo ladino es vista en forma lineal; en cambio en el indígena, es algo cíclico“, comenta.

En cuanto a las influencias, Pellecer reconoce especialmente la mexicana, y en general observa que hay mucho mercantilismo alrededor de la muerte, unido a una sociedad que exige salir rápido del luto.

De regreso a casa, la familia Pantzay camina abrazada, a paso lento. Un último comerciante se acerca para ofrecer una foto como recuerdo. Los músicos avanzan para negociar con el siguiente grupo para ofrecer sus servicios al ritmo de una suave alabanza.

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