Revista D

El culto al yo

El Selfie como una forma de construir identidad, pero en exceso puede acarrear peligros.

El papa Francisco posa para una selfie junto  a jóvenes del Seminario Mayor de Daejeon, en Corea del Sur. (Foto Prensa Libre: EFE)

El papa Francisco posa para una selfie junto a jóvenes del Seminario Mayor de Daejeon, en Corea del Sur. (Foto Prensa Libre: EFE)

Tomarse una selfie (autofoto) y luego subirla a las redes sociales se ha convertido en un asunto de todos los días para muchos, incluso el papa Francisco y Barack Obama han caído en la tentación. En la playa, con los amigos, en la cama, comiendo… en fin. “Hacerse una foto uno mismo” puede cumplir el sueño de lograr los 15 minutos de fama mundial.
Cindy Sandoval, de 29 años, es asistente de ventas en publicidad. Confiesa que le encanta tomarse selfies casi todos los días. “No sé… Me gusta compartir mis fotos, las más bonitas, quizá porque tengo una buena autoestima”, comenta.
Sandoval tiene este hábito desde hace unos 10 años, pero antes lo hacía con menos periodicidad. Ahora, desde que tiene un teléfono inteligente son pocos los días que no publica una de sus imágenes. “Entre más pasa el tiempo creo que me veo mejor, pues me ha motivado a hacer más ejercicio y bajar de peso”, refiere.

Narcisismo

Bajo el hashtag #selfies —del inglés self, que significa yo—, aparecen más de cuatro millones y medio de resultados en Instagram, según la página Taringa.net.
Se trata de una tendencia en crecimiento cuyos seguidores son, en su mayoría, adolescentes y jóvenes. Una moda que a la vez ha puesto a las grandes empresas distribuidoras de celulares a competir por los mejores avances tecnológicos para sus aparatos.
Pero este fenómeno, además, ha incrementado el número de narcisistas, y si bien esta práctica contribuye a construir en ciertas personas una identidad, en casos extremos, de acuerdo con la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), se convierte en un desorden mental. “Compartir este tipo de imágenes puede ser, en principio, búsqueda de atención social, aunque afirman que es preocupante en los casos compulsivos”.
Los expertos reconocen dos grados: quienes se toman unas tres fotos diarias sin subirlas a las redes sociales, y los que se autorretratan esa cantidad de veces y las comparten en las redes sociales.
La APA describe, incluso, la selfitis crónica como el impulso incontrolable de tomar fotos de uno mismo y compartirla en las redes sociales al menos seis veces al día. Un desorden que por ahora no tiene tratamiento.

Estudios

La periodista Karelia Vásquez, del español El País Semanal, dio a conocer recientemente Selfiecity, un estudio antropológico de los expertos en cultura digital Lev Manovich y Daniel Goddemeyer. Los autores trabajaron sobre una taxonomía de los selfies que se publican en Instagram en cinco ciudades del mundo: Bangkok, Tailandia; Berlín, Alemania; Nueva York, EE. UU.; Moscú, Rusia; y Sao Paulo, Brasil. A partir de esto observaron distintos patrones, posturas y gestos que se repiten y son generalizados.
Después de preseleccionar unas 20 mil fotos por cada urbe, se quedaron con 640 selfies. Todas estas fueron sometidas a un riguroso análisis de rostros, y los resultados preliminares son los siguientes: solo entre el tres y cinco por ciento de las imágenes son auténticos autorretratos; hay más autofotos de mujeres que de hombres; los amantes de esta práctica son jóvenes, con una edad promedio de 23 años.
Las sonrisas son más amplias en Bangkok y en Sao Paulo que en Moscú. Y por último, son las mujeres quienes experimentan con poses más extremas que los hombres, especialmente en Sao Paulo.

Voyerismo

Para la escritora guatemalteca Carol Zardetto, Facebook ha abierto la posibilidad de que la gente construya una personalidad, un alterego, una hoja de vida, a partir de fragmentos de opinión, de exposición pública de los gustos personales, de las imágenes recortadas de pasajes diversos de la vida del sujeto que se autodescribe. “Esta posibilidad de construir una imagen personal y la cantidad de adeptos que puede convocar resulta fascinante para muchos”, resalta.
De hecho, llama al voyerismo, afirma Zardetto. Y este intercambio de ver y ser visto, no por quien uno es, sino por lo que uno está dispuesto a publicar de sí mismo, tiene mucho que ver con el mundo de las imágenes a las cuales nos estamos acostumbrando tanto.
“La fascinación de muchos por alimentar este autorretrato, como con otros aportes al muro de Facebook, es la posibilidad de construir una imagen virtual de sí mismo. Es como crear un personaje para consumo público y, por supuesto, recrear el viejo mito de Narciso, quien al acercarse al espejo del agua murió absorto por su propia imagen”, afirma la escritora.
Sergio Morataya, experto en redes sociales de la Universidad de San Carlos, comenta que en Guatemala no se llega a extremos como en los países desarrollados en los que se han reportado accidentes y muertes por esta práctica. Señala que una tendencia menos dañina es tomarse fotos colectivas.

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