Vida

Vivir, soñar… ¡Y despertar!

Hemos dejado un año atrás y empezamos a caminar por el camino que no vuelve. Y es que inexorablemente el tiempo pasa con dejos de nostalgia por lo que dejamos atrás, por lo que pasó, por lo que perdimos y aunque debemos mirar hacia adelante, siempre el pasado nos sigue como una sombra.

Rina Montalvo

Rina Montalvo

Así es nuestra naturaleza humana: Poco podemos manejar lo que el pasado sembró en nuestra mente y vivimos de recuerdos. A veces pasamos por la vida y no vivimos…

El inicio de un año siempre evoca reflexiones como estas. No sé si a todos nos pasa y si la era tecnológica ha penetrado tanto en la mente y en el corazón de las nuevas generaciones, que ya no se sigue sembrando sentimientos y recuerdos que traspasan los años.

Con estas emociones empezamos siempre un nuevo año. A la par de los sueños, de las metas a seguir; de los anhelos insatisfechos, siempre vuelven recuerdos nostálgicos, que en los mayores se remontan a vivencias lejanas. A veces sobrevivimos porque no sabemos hacer otra cosa o no sabemos mirar hacia adelante.

Así las cosas, este fin de año comparto con los lectores la historia de una madre joven, que un carro a excesiva velocidad le amputó un pie, cuando atravesaba la calle, con su hija de 10 años. Lo titulé La Triste Historia de Mercy. Su caso tocó corazones y sentimientos y la respuesta de los lectores fue solidaria y generosa. Gente buena se unió al llamado de esta columna que se hizo antes de la Navidad.

El caso de Mercy me fue presentado en forma directa y eficiente por colaboradoras de este periódico y al conocerlo, inmediatamente me solidaricé con el problema de esta madre soltera, trabajadora y sin recursos.

El día de la publicación, a primera hora, sonó mi teléfono con una llamada de Nueva York, de parte de un apreciable guatemalteco residente en los Estados Unidos, diciéndome: “Rina, no se preocupen de la prótesis de esta madre, porque ella la tendrá. Se lo prometo”. Agradeció, además, que Prensa Libre siempre le ha brindado la oportunidad de servir a sus compatriotas desde el extranjero. Le dí las gracias a don Julio porque no es la primera vez que él sirve a los necesitados de este país.

Sé que es un hombre de fe y de servicio y solo Dios puede compensarle su entrega noble y generosa por ellos. Recordemos que cuando se ayuda a los demás, se ayuda a sí mismo. Yo tenía fe que muchos corazones se movieran para ayudar a Mercy, porque es la oportunidad que Dios nos da para compartir y servir. Por eso incluyo al final de este llamado la cuenta de ahorros de Banrural, 4745015171 a nombre de Mercy Jeanethe Rivera Galicia, para que pueda recibir la ayuda que las personas que tengan en su corazón ayudarla, lo hagan directamente, en forma rápida y segura. A mis lectores les deseo mucha felicidad para el año 2014. Muchas gracias por compartir conmigo, a través de esta columna, el viaje de la vida.

Escríbanme por correo ordinario o a rina.montalvo@gmail.com

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