Vida

Vivencias que motivan

No es fácil compartir una situación personal en un espacio como este. Lo entiendo. Pero al hacerlo, creo que se gana emocionalmente. Por ejemplo, es una manera de expulsar eso que se lleva dentro, que a veces duele, que tanto molesta y que cuesta tanto sacar. Un desahogo en muchos casos, y en otros, pues ayuda a tomar decisiones.

No es fácil compartir una situación personal en un espacio como este. Lo entiendo. Pero al hacerlo, creo que se gana emocionalmente. Por ejemplo, es una manera de expulsar eso que se lleva dentro, que a veces duele, que tanto molesta y que cuesta tanto sacar. Un desahogo en muchos casos, y en otros, pues ayuda a tomar decisiones.

Es humano buscar ayuda. Porque, ¿quién alguna vez no la ha necesitado, o la va a necesitar? Buscar ayuda por todos los medios alcanzables es comprensible para poder resolver problemas morales, sentimentales, de enfermedad, de pobreza y tantas vicisitudes más. De ahí que muchos lectores han escrito a esta columna y a la vez, muchos más, han respondido a llamados de ayuda, de solidaridad, de orientación y auxilio.

Confieso, sinceramente, que me es motivante y privilegiado compartir con todas las personas que me escriben sus vivencias y sus inquietudes, que me confiesan sus problemas, sus miedos, sus fracasos, desengaños y sus necesidades también.

En el caso de hoy, una lectora dice que lleva mucho tiempo de querer escribir a esta columna para confiarme su problema de muchos años, pero que nunca se decidía a hacerlo, a pesar de necesitarlo. Resulta que ella se divorció no muy joven, como tantas mujeres que sufren el drama de un mal matrimonio que les roba los mejores años de su vida.

Ella es una mujer de fe, luchadora y con buenos principios, que necesita sanar las heridas que le causó un hombre, que para su mala suerte se cruzó en su camino: irresponsable, de mal carácter y además mujeriego y bohemio.

Sus hijos se casaron y ahora que se ha quedado sola se le presenta la oportunidad de casarse con un buen hombre, que la cotejaba desde hacía mucho tiempo. Pero los prejuicios y el qué dirán no la dejaban tomar una decisión, aunque sus hijos no se oponían. Ahora que ha vencido sus temores, se pregunta: ¿Acaso no tiene derecho una mujer divorciada a rehacer su vida?

Y yo le digo a esta amiga que no se atreve a tomar una decisión, que la soledad no es cosa buena, que todos la rehúyen. Que la vida pide acción y que las indecisiones, los temores y los prejuicios no son buenos consejeros, que vivir en compañía es un regalo de Dios que todo ser humano necesita. Así que si existe amor, respeto, afinidad y comprensión de ambas partes, no hay que dejar pasar el tiempo porque la vida se va muy pronto, y vuela.

Ahora, paso a responderle a Kimberly, una jovencita de 14 años cuyo deseo es conocer a la autora de estos mensajes y me solicita una cita para realizar sus deseos. Además, me pide que le envíe un contacto para poder comunicarse conmigo.

Gracias, amiguita, por ese gran honor que me hace sentir bien. Si más adelante yo  encuentro una oportunidad para hacer realidad tu deseo, te lo estaré comunicando por este mismo medio o por correo electrónico. ¿Por qué no me escribes una cartita por correo tradicional, a la dirección de Prensa Libre (13 calle 9-31,  zona 1)? Esto sería un buen contacto también.

rina.montalvo@gmail.com

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