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Rodrigo Rey Rosa: “Veo una desintegración tal en Guatemala que realmente podría llevar a un Estado fallido permanente”

Rodrigo Rey Rosa habla como escribe. Directo. Pausado. Corto.

El mundo maya y el de las tradiciones occidentales están claramente divididos en Guatemala. (Foto Prensa Libre:GETTY IMAGES)

El mundo maya y el de las tradiciones occidentales están claramente divididos en Guatemala. (Foto Prensa Libre:GETTY IMAGES)

Este escritor nacido en Guatemala en 1958 tuvo una educación literaria poco ortodoxa. Salió muy joven de su país con el firme propósito de convertirse en escritor y luego de pasar por Nueva York recaló en Tánger, Marruecos, donde se convirtió en el protegido de Paul Bowles, uno de los grandes escritores estadounidenses del siglo XX -y literariamente, también un excéntrico- quien lo introdujo a la literatura en inglés y, además, tradujo sus tres primeros libros.

Sus territorios literarios pasan por Nueva York (donde sitúa cuentos deslumbrantes, como algunos de los reunidos en “Ningún lugar sagrado”), Tánger (donde transcurre en parte su última novela, “Fábula Asiática) y -por supuesto- Guatemala, país al que regresó en 1996 después de su etapa trashumante y al que, de alguna manera, nunca abandonó. Allí está situada esa pequeña obra maestra que es su novela “Severina” (así como “Los sordos” o “Caballeriza”).

De él escribió Roberto Bolaño: “Decir que Rodrigo Rey Rosa es el escritor más riguroso de mi generación y al mismo tiempo el más transparente, el que mejor teje sus historias y el más luminoso de todos, no es decir nada nuevo”.

Su habla es transparente, como su prosa.



¿Cómo termina un joven guatemalteco, aspirante a escritor, en Tánger?

Yo a veces me lo pregunto también. Desde bastante joven tenía ganas de conocer África y comencé por ahí, aunque no llegué mucho más lejos. Era una de mis ilusiones de adolescente.

Porque en esa época el Tánger era como un foco de atracción para artistas occidentales…

Eso era algo que yo ignoraba. Desde Guatemala mi idea de África era muy distinta de la realidad. Había leído bastante pero no de África del Norte y mis lecturas de literatura contemporánea eran muy escasas. Era muy difícil conseguir libros de autores como Paul Bowles, por ejemplo. Yo lo comencé a leer cuando llegué a Nueva York y me deslumbraron sus cuentos. Y cuando se me presentó la oportunidad de ir a Marruecos y conocerlo, hice todo lo que fue necesario para viajar.

Entonces fue la posibilidad de conocerlo lo que lo llevó a Tánger...

Digamos que fue algo que me ocurrió al paso, ya iba para allá y esto fue algo de más, ganancia. Porque yo conocí la obra de Paul un par de meses antes de viajar. Lo que no sabía es que iba a tener la suerte tener amistad con él.

Y eso fue lo que lo hizo quedarse

Sí, desde luego. Marruecos se volvió como mi segunda casa. Y aparte de que Paul empezó a traducir mis primeras cosas, era casi automático ir ahí y empezar a escribir. Entonces cuando tenía tiempo y un poco de dinero me iba para allá. Se volvió una costumbre.

Usted ha dicho que los escritores del Boom no lo influyeron mucho, fueron Borges, Bowles, Graham Greene…

Borges mucho antes, pues es pre-boom. Él es la influencia mayor pues fue quien me hizo querer convertirme en escritor. Sí leí a Vargas Llosa y a García Márquez porque en la escuela nos requerían en los últimos años leer textos breves de ellos. Y la verdad, por mucha admiración que les tenga, no fueron quienes me hicieron convertirme en escritor. Eso fue Borges. Paul era también un gran admirador de Borges y de hecho fue el primero que tradujo uno de sus cuentos al inglés.

Y luego Bioy Casares, que para mí era como un ejemplo de cómo sobrevivir a la influencia de Borges. Y al irme de Guatemala, donde las lecturas eran muy limitadas, en la biblioteca de Bowles -de donde surgieron casi todas mis lecturas en los años 80- leí sobre todo los autores ingleses y norteamericanos, Joseph Conrad y Graham Greene, pero también escritores un poco más oscuros, como Norman Lewis, un gran escritor de libros de viaje, o Ivy Compton-Burnett, una novelista inglesa. No eran autores que un latinoamericano iba a conocer normalmente.

¿Cuánto vivió en Tánger?

En el 83 pasé casi todo un año. A partir de entonces alquilé un apartamento y me iba a pasar allí la mayor parte del año, hasta el 93-94 en que se firmó el cese el fuego en Guatemala y mucha gente empezó a volver y yo empecé a pasar más tiempo aquí. Y ya en el 96, cuando se firma la paz, me establecí. Todavía volví a Tánger un par de veces.

Pero Tánger sigue presente en su obra, porque su última novela “Fábula asiática” ocurre buena parte allí.

Como te digo, Tánger era para mi casi sinónimo de escribir y después de casi 15 años de no ir, volví en el 2015 y al día siguiente de llegar me dieron ganas de escribir y me puse a escribir esa novela. Tal vez debería ir más a menudo (risas). Es que fue el lugar donde aprendí a escribir, donde lo dejé todo para hacerlo y de alguna manera se volvió un automatismo.

En muchas de sus obras, como la extraordinaria “Severina”, la violencia es sólo un eco lejano. Incluso en “Fábula Asiática”, a pesar de que es una especie de thriller, no hay mucha… ¿Le molesta que lo identifiquen sobre todo como un escritor de violencia?

No me molesta, pero sí me parece un poco fácil. A varios escritores de la región nos pasa eso. Ahora, el hecho de que la violencia es pan de todos los días para nosotros es también cierto. Es casi imposible que no aparezca ese elemento. No me molesta, pero me gustaría que fueran un poco más precisos.

Que es poco un poco como se ve a toda América Latina desde el mundo anglosajón: o el exotismo o el crimen…

Nos hemos ganado un poco la etiqueta de manera colectiva porque si uno lee la prensa ve que la mitad de las noticias son nota roja.

Usted ha dicho que se fue de Guatemala un poco huyendo de la violencia que lo tocó muy de cerca, como el secuestro de su mamá y la muerte de un tío. ¿Cómo fue su regreso?

Fue un regreso en un momento en que había aquí mucho entusiasmo, optimismo porque se firmó la paz- Muchos volvieron. El clima cambió como de la noche a la mañana sobre todo en el tema de la libertad de expresión. Y también de movimiento y de asociación. Yo no viví en mi persona persecución política, pero sí supe de mucha gente que desapareció, a veces por razones misteriosas, otras claramente por asociación política, pero a veces sólo por estar un mitin o por comprar alguna clase de libros.

Había una gran cerrazón y falta de información. En los 90 es una explosión de libertad de expresión y de denuncia. Fue un optimismo un poco equivocado porque las cosas realmente no llegaron a cambiar y los acuerdos de paz apenas se implementaron. Yo creo incluso que las cosas han empeorado de una forma que da menos lugar a optimismo. Y es en parte consecuencia de toda esa paz mal firmada y seguida.

Horacio Castellanos nos decía que antes regresar a Centroamérica era un sueño y que ahora se volvió una pesadilla…

Es muy exacto. Como Horacio, muchos volvimos en esa época. Mucha gente salió a la superficie. Era un momento de euforia, había muchas editoriales pequeñas, periódicos que no duraron mucho. En cambio hoy es una nube oscura sobre todo en la política tradicional.

En Guatemala -algo que no se ve en El Salvador- hay una diferencia entre la política tradicional, occidental y no maya, y toda una vida maya que ha estado sumida y que ahora ha estado surgiendo casi por peso específico, por default, porque todo se está desmoronando.

Hay toda una estructura política comunitaria, de un corte completamente no occidental que está surgiendo y empezando no sólo a ser notorio, sino motivo de cierta esperanza. Hay otro país oculto que funciona a pesar de la administración política que es opresiva de la población maya.

Hay una ambigüedad porque existe un derecho maya que Guatemala ha reconocido. En las zonas comunitarias -de lo que antes se hubiera llamado “tierras de indios”- que son enormes extensiones de terreno manejadas de manera comunitaria y con un sistema de justicia propio y en el que ya hay jurisprudencia en casos que van desde accidentes de carretera hasta asesinatos cometidos en esos territorio.

Casos en los que el acusado elige ser juzgado por las autoridades mayas y no por el ministerio público (fiscalía). Y ya no puede ser juzgado por el otro sistema.

¿Hay casos de ladinos (blancos) que hayan escogido ser juzgados por la justicia indígena?

Si. Yo conozco tres en concreto, pero sé que han proliferado. Ahora estoy trabajando en otra novelita que habla un poco de eso.

Conozco uno concreto, casi histórico, porque fue el primero: el conductor de camión de una compañía de aguas gaseosas que atropelló y mató a una niña por la montaña, cerca de Chichicastenango, y fue apresado por la comunidad.

Después de enterarse de cuáles eran sus derechos y cómo sería el juicio, el conductor -apoyado por su compañía- decidió acogerse a la autoridad indígena, que exigía una reparación económica y no varios años de cárcel por homicidio. Fue juzgado por los ancianos, sancionado y pagó. Después no pudo ser entonces sancionado por el ministerio público.

No conozco otros casos así en América Latina, porque en varios países -como México y Colombia- hay jurisdicciones especiales indígenas, pero que yo sepa sólo pueden juzgar a sus propias comunidades.

Los juristas de la capital están en contra de esto y protestan, pero es constitucional. Lo que no hay es mucha jurisprudencia, pero ya comienza a hacerse. Y las comunidades indígenas reclaman ese derecho.

A propósito de esto, el año pasado en una conversación con José Luis Sánz, el director de El Faro, él destacaba las cosas positivas de Guatemala y decía que era una de las sociedades más dinámicas en Centroamérica en este momento. Y bueno, basta pensar que hace poco destituyeron a un presidente por corrupción y es el único país del mundo que ha juzgado a un exmandatario por genocidio…

Es cierto. Hay que reconocer que son pasos hacia adelante en la dirección correcta. Porque también hemos dado pasos muy firmes pero en la dirección equivocada. Eso da lugar a optimismo. Pero claro, eso ha sido posible gracias a un organismo como la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala.

Octavio Paz decía en los años 80 que la única manera en que Centroamérica puede salir de problemas endémicos como la debilidad estatal y la violencia era formar una confederación, como Suiza.

Yo estoy de acuerdo.

¿Y cree que es posible?

Es muy difícil, pero no imposible. Ya existió de hecho. Y fue una reacción a la creación de esa confederación centroamericana la que dio pie a estos pequeños estados de caciques. Sería muy distinta la historia actual si hubiera cuajado esta confederación. Hubo guerras por eso y desgraciadamente ganaron los intereses locales.

Había un posible futuro que se frustró. Y esta desintegración… Yo estoy viendo una desintegración tal en Guatemala que, realmente, podría llevar a un estado fallido permanente… Eso podría facilitar una especie de pensamiento que volviera a contemplar la idea de una confederación.

El elemento étnico de Guatemala es lo que da un tono un poco diferente. Hoy en día uno de los pocos motivos de posible optimismo es este resurgimiento de toda una forma de ser y de resistir, que ha estado prácticamente oculta y que ahora, con el desmoronamiento del sistema tanto jurídico como administrativo en general, está ganando un peso del cual creo que los líderes indígenas son conscientes. Ellos participan pero no se mezclan en ese juego.

En parte es de las razones por las que me gusta estar aquí, para ver eso de cerca, porque de lejos es muy difícil percibirlo. Es algo que los medios no comentan mucho, o lo hacen a la antigua, sin percibir este cambio que está ocurriendo. Está cambiando incluso la manera como los pueblos mayas se comunican entre ellos mismos.

¿Cómo ve la literatura centroamericana de ahora?

Lo cierto es que en ese sentido también estamos muy balcanizados, aquí es difícil conseguir literatura nueva costarricense, de gente joven. Hay que ir a Costa Rica para conseguirla.

Ahora que estoy trabajando con un par editores locales, me han dado a leer y me han contado de una serie de autores relativamente jóvenes que publican en editoriales departamentales, que es algo inédito en Guatemala. Publican, sobre todo poesía pero también cuento y novela. Son jóvenes que están editando sus propios libros. Es lo que por ahora me interesa y hay bastante qué leer ahí.

Hay como una necesidad de contar historias y se está creando un lectorado nuevo para ellas. Algunas son historias de gente que ha sido soldado o policías que han vuelto a sus pueblos, tienen historias qué contar y se ponen a hacerlo.

¿Reflejan sobre todo la violencia o qué están tocando?

Hay de todo. Leí un libro todavía inédito -pero creo que va a ser publicado pronto porque está muy bien- de un joven poeta que por necesidad de empleo. de haber sido un bohemio, medio borracho, se metió a soldado. Y se vuelve kaibil, porque ganaban mejores sueldos. El hecho es que hoy en día es sargento en radiocomunicaciones y además sigue siendo poeta.

Claro que hay violencia, pero también mucha literatura. Y no es es el único, hay gente que por necesidad aquí se vuelve guardaespaldas o policía. Me acaban de regalar la novela de un expolicía que también tenía su veta literaria. Hay cómo un género de eso… Es parte de la experiencia nacional, pues. Aquí creo que hay cinco veces más policía privada que nacional.

Usted mencionaba lo que está haciendo ahora…

Estoy corrigiendo las pruebas de una novelita que pasa en la Guatemala actual, un poco especulativa, acerca de este desmoronamiento de las instituciones tradicionales y el surgimiento de alternativas a este sistema.

Usted está siempre como tomándole el pulso a la realidad y a la actualidad…

Porque estoy aquí. Tal vez es una estrategia literaria: de poder contar esto de primera mano y fantasear acerca de eso. Lo que hace un escritor. Que estando afuera tal vez habría tomado otra ruta.

Vea aquí nuestra cobertura de Centroamérica Cuenta digital


Esta entrevista fue elaborada para la versión digital de Centroamérica Cuenta, un festival literario que se celebraría en Managua del 21 al 25 de mayo, pero fue pospuesto indefinidamente a causa de la crisis política y social que se vive en Nicaragua. Durante esta semana, sin embargo, BBC Mundo publicará parte de ese material, que trata de dar una idea de la diversidad y riqueza cultural centro y latinoamericanas.

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