Escenario

El mercurio, un metal bello pero fatal

El mercurio es un profundo, sistemático y lento veneno para los humanos y también para otros organismos

LONDRES- El mercurio es exquisitamente bello, pero mortífero.  En la antigüedad lo creían la primera materia de la que todos los metales estaban hechos.

Pero ha caído en desgracia de tal manera que hasta existe un tratado internacional para reducir su uso.  Es fácil entender por qué el mercurio despierta tanta fascinación. Es el único metal que permanece líquido a temperatura ambiente. Es también una de las pocas cosas que reacciona con el más seductor de los elementos, el oro.

En su laboratorio del University College de Londres, el profesor de química Andrea Sella explica que si el mercurio se hierve quedará un residuo de puro oro.  Es esta relación del mercurio con el oro la que fascinó a los alquimistas.  Pero, ¡cuidado! “El mercurio es un profundo, sistemático y lento veneno para los humanos y también para otros organismos”, advierte Sella. “Introducir mercurio en el medio ambiente es un asunto muy serio”.

Alrededor de la mitad del mercurio que pasa al medio ambiente cada año procede de erupciones volcánicas y otros procesos geológicos. Ante eso, no hay nada que hacer. Pero la otra mitad es liberada por la acción humana.

De color rojo brillante, el metal de mercurio, cinabrio, se ha empleado como pigmento desde tiempos del neolítico. Hace unos 10.000 años, los primeros artistas lo usaron para pintar imágenes de uros, el extinto ganado gigante, en las paredes de cuevas de Turquía.

Los romanos lo usaron como colorete y los chinos para colorear la laca, mientras en la Edad Media fue usado como pigmento de cera para el lacre con el que se sellaban los documentos para autenticarlos.

El mercurio es una neurotoxina que daña los riñones y otros órganos.  Durante siglos el metal también fue empleado en medicina. Hasta hace poco, se usaba en antisépticos, laxantes, antidepresivos y medicamentos contra la sífilis.  La mayoría de los adultos habrán usado termómetros de mercurio y algunos incluso lo tendrán en algún empaste en una muela que lo contiene.

Parte de ese mercurio en medicina, eventualmente, se hará camino hacia a la atmósfera. Muchos de nosotros seremos cremados, con lo que el mercurio se convertirá en humo con nuestros restos mortales.  Lo mismo pasa con las diminutas cantidades de vapor de mercurio que son la fuente de luz de los bombillos flourescentes, es por eso que hay que tener cuidado al botarlos.

Pero los empastes y las bombillas son sólo una mínima fracción de las 2.000 toneladas de mercurio que el ser humano libera a la atmósfera cada año.  Alrededor de un cuarto es producto de la generación de energía. Hay trazos de mercurio en el carbón, así que las plantas generadoras que funcionan con ese mineral inevitablemente lo liberan a la atmósfera.  Es más, como un tercio es consecuencia de nuestra lujuria por el oro.

Se estima que en todo el mundo hay de 10 a 15 millones de mineros a baja escala que cavan, dragan, enjuagan y criban en busca de oro, y muchos de ellos usan mercurio para separar el metal puro del cieno.  El problema llega cuando hierven el mercurio para obtener el oro puro o cuando se deshacen de restos contaminados.

En el agua, el mercurio se transforma en una molécula orgánica altamente tóxica, el metilmercurio, que es rápidamente absorbido por algas y placton. Éstas son el alimento de animales, que a su vez son comidos por otros más grandes, hasta llegar a nosotros.  En el camino, ese químico tóxico se va concentrando cada vez más y se torna en una amenaza particularmente seria para los cerebros en desarrollo de niños y fetos.

“Nos preocupan los peces que están en el tope de la cadena alimenticia, los depredadores, como el pez espada”, dice la geoquímica medioambiental Kate Spencer.  “Cuando uno examina el tope de la cadena alimenticia, encuentra miles de veces más mercurio en la carne del pescado”.

Ante esta situación las mujeres embarazadas o que quieren tener un hijo, así como los menores de 16 años, deben evitar el tiburón y el pez espada. No comer más de cuatro latas medianas de atún o dos filetes de atún a la semana.  Los mayores de 16 años no deben comer más de una porción de tiburón o pez espada a la semana.

Hay que recordar que el pescado es importante para una dieta saludable y debería comerse dos veces por semana ya que es rico en nutrientes como el Omega 3 que es bueno para el corazón y ayuda al cerebro a desarrollarse entre los jóvenes y durante el embarazo.

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