HORRORES IDIOMÁTICOS Y ALGO MÁS

El machismo en el idioma

MARÍA DEL ROSARIO MOLINA

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Me refiero aquí a unos pocos de los usos machistas y peyorativos en el español.

Mi colaborador, Titivillus, el diablillo medieval que se lleva al infierno a todas las personas que hablan mal, tocó tímidamente a mi puerta. Me sorprendió, pues suele presentarse en mi estudio sin ningún aviso previo y saturarlo con su hediendo olor a azufre. Pensé —me dijo— que aquí estaba tu amiga Berta, y como es muy chismosa no quería hablarte delante de ella, pues quiero pedirte que escribas algo sobre el machismo que existe aún en el idioma español.
Se habría burlado de mí, me habría tratado de feminista y en el averno solo hay una feminista: la diablesa Lilith. He estado revisando diccionarios y gramáticas y con disgusto he notado que se usan términos femeninos para construir frases peyorativas. Te traigo aquí una lista para que selecciones algunos ejemplos y te refieras a ellos en tu columna.

En verdad, después de leer la lista llegué a la conclusión de que Titivillus no se equivoca: esta incluye sustantivos heterónimos (yerno / nuera), de terminación variable (niño / niña), comunes en cuanto al género (el espía / la espía) y epicenos de animales (aquellos que tienen un solo género, cuyo sexo se define así: “la cebra hembra, la cebra macho”). Uso aquí algunos ejemplos de la lista de Titivillus: Cuando un hombre ha hecho alguna tontería lo llaman “vaca” o “mula”, pero si es fuerte es un “toro”, término masculino, y también la mujer fornida es “un toro”, que no una vaca. Si un hombre es muy corto de entendederas, le dicen “bestia” (epiceno que con uso metafórico ingresa al género común). Lo mismo se le aplica a “fiera”: “ese hombre es una fiera”, con la connotación de “malo”, aunque el término también se usa para las mujeres: “esa abogada es una fiera en los casos de divorcio”, y allí la connotación cambia. Significa que es muy competente, y le saca al infeliz marido, o a la esposa, según las circunstancias, hasta lo que no tiene. Por tanto, dependiendo de la connotación, habrá que huir de la “fiera” o arrimarse a ella. Eres un / una “gallina”, le dicen al cobarde que huye, pero “gallo” es el valiente que se enfrenta a una situación difícil. No obstante, nadie exclama “esa mujer es un ‘gallo’”, a menos que se trate en política de “un gallo tapado”: la señora fulana es “el gallo tapado” del partido. —Sos una “rata” de albañal— le reclama alguien que vosea a una persona cuyo actuar no es decente. ¿Por qué no le dice “sos un rato de albañal”, si el macho de la rata es el rato?

Hay en la lista dos sustantivos masculinos que tienen metafóricamente uso peyorativo: “caballo”, y “sapo”. —No seas “caballo”— le susurra un joven a otro, u otra, durante un examen—, esa respuesta está mala. —Vieja cara de sapo, quitate del camino— le grita un conductor grosero a la anciana que osó atravesar la calle, y en lugar de reducir velocidad, el desgraciado pisa hasta el fondo el acelerador.

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