Remembranzas

Ricardo Peralta Méndez

Múltiples diplomas, medallas y reconocimientos decoran las paredes del hogar del general Ricardo Peralta Méndez y muestran las diferentes áreas en las que se desempeñó durante 86 años de vida.

Una biblioteca llena de tomos de historia universal, arte, filosofía y libros dedicados a las batallas que la humanidad ha librado son testimonio de su inclinación por el conocimiento y su autoformación.

Sintió admiración por personajes como Abraham Lincoln, John Kennedy y el Papa Juan Pablo II. Disfrutó de los escritos de Pérez de Antón y de su amigo de infancia Miguel Ángel Asturias. Tenía una inclinación especial por la música clásica y la ópera.

Siempre proclamó que la intelectualidad sí se puede combinar con la milicia. “Era un enciclopedia militar y política”, dice el coronel Abundio Maldonado, quien recuerda haber ingresado junto a Peralta en la Escuela Politécnica, el domingo 3 de abril de 1943, a las 15 horas. Nos graduamos el viernes 23 de febrero de 1947, indica. Además manifiesta que Peralta destacó en la Escuela de Altos Estudios Militares de Lima, Perú, donde se graduó con honores.

Durante el terremoto

En 1976 fue designado por el presidente Kjell Laugerud García para trabajar en la reconstrucción de las áreas afectadas por el terremoto de ese año. Su tarea fue visitar los asentamientos y municipios destruidos, hacer un análisis de los daños y sentar las bases para que la reconstrucción se canalizara de manera adecuada.

Según su esposa, Marta Mendoza, fue el contacto con la realidad nacional que lo motivó a incursionar en la política y lanzar su candidatura a la Presidencia con el partido Democracia Cristiana en 1978, cuando quedó en tercer lugar, ya que como presidente “podía arreglar la situación”.

En el hogar

Mendoza, con quien compartió 58 años de matrimonio, dice: “Fui muy feliz todo ese tiempo”, aunque reconoce que no fue fácil tener una vida que requirió de múltiples mudanzas, al extranjero y a la provincia. En su hogar siempre hubo un ambiente muy disciplinado, pero fue un excelente padre. Aunque en aquella época el machismo era muy marcado, él llegaba del trabajo, se quitaba su traje militar y se tomaba el tiempo para bañar y alimentar a sus hijos recién nacidos. “Él siempre fue un hombre muy prominente”, asegura, con orgullo, su hija mayor, Marta Irene. “No importa la carrera que elijan, siempre que sean el mejor y la mejor en lo que hagan”, les expresaba.

Después del fallecimiento de su segundo hijo, Ricardo, hace aproximadamente tres años, el general se dedicó a sus tres nietos que se quedaron sin padre. Les entregó todo su tiempo y les narraba historias.

Andrés, de 12 años, indica que cuando él empezaba un trabajo nunca lo dejaba a medias. El mayor, José Miguel, 25, agrega que su abuelo “siempre hacía lo correcto, no importaba si lo estaban viendo o no”. De hecho, su hija comenta que, por sus cualidades y valores, el cardenal Mario Casariegos (1909-1983), un amigo muy íntimo de la familia, le decía “san Ricardo”.

Mendoza dice que Peralta era un hombre satisfecho con todos sus logros profesionales y personales; sin embargo, la situación social y política del país era algo en lo que pensaba constantemente, ya que siempre “soñó con una Guatemala mejor”. Falleció la semana recién pasada como consecuencia de un paro cardiaco.

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