Busca a su hermano desaparecido

Ah… Los migrantes, es una historia de siempre que no termina, pero que nos preocupa a todos.

Rina, le escribo para que usted me ayude a resolver un problema de familia. Es una larga historia de más de 18 años, en los cuales hemos vivido días muy tristes.

Se trata de mi hermano, que se fue por tierra para los Estados Unidos cuando trabajaba en un taller mecánico en la colonia de 20 de Octubre. Dicen que se fue con dos compañeros de trabajo, pero como mis padres no sabían la dirección del taller, ya no se pudo comunicar con los dos compañeros. No se sabe si al fin llegaron a los Estados Unidos porque no se volvió a saber de ellos.

Fuimos a la Municipalidad a pedir una copia de la cédula y  me la dieron para mandársela a usted, para que nos ayude a buscarlo. El 29 de septiembre estaría cumpliendo 50 años. Siempre lo recuerdo y me pongo a pensar qué fue de él, dónde quedó su cuerpo… Lo que más tristeza me da es que mis papás murieron sin saber su destino.

Mi hermano se llama Miguel Ángel Mejía Pérez y nació el 29 de septiembre de 1965. Cómo me gustaría saber de él… si alguien supiera algo llámeme a mi celular o escríbame a mi correo.

Mi buena amiga: Cada vez que escucho estas dolorosas historias, cómo que me golpea el corazón al sentir ese galopante ruido del “Tren de la Bestia” y corre por mi mente —como una vieja película del oeste— esa temeraria multitud de hombres, mujeres y niños que se lanzan a ese fatídico tren, olvidando que su vida vale mucho más que cualquier sueño americano.

¿Pero por qué lo hacen? Algunos por alcanzar esos sueños, otros por jugarse aventuras, pero la mayor parte se expone a tantos peligros por necesidad. Porque su país no les da las oportunidades de un trabajo, de un medio para sobrevivir. Lo sabemos, pero qué difícil es encontrar una solución a este complicadísimo problema, porque está en manos de muchos. 

El caso de este joven desaparecido hace 18 años, que corrió esa aventura de vida o muerte, lo recuerdo perfectamente. Cuando él se fue sus padres acudieron a esta columna con la esperanza de encontrar a su hijo; que alguien lo haya visto, que el respondiera, que regresara… Angustiosamente querían saber de él pero nunca recibieron una respuesta. Ahora que tengo noticias de su hermana, sé que ellos murieron sin saber del destino de su hijo desaparecido.

Amiga, comprendo que es muy humano que usted siga pensando en su hermano y que aún le queden esperanzas de que algún día pueda saber de él. Pero le digo de corazón, que el único que puede darle una respuesta consoladora es Dios. Solo Él. Si usted lo deja en sus manos, su incertidumbre y su dolor van a terminar, porque su corazón tiene que alcanzar la paz y la tranquilidad que necesita.

Estimado lector, escriba a Rina Montalvo siempre que desee compartir su historia, a manera de consulta.

rina.montalvo@gmail.com

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