Y… el tiempo pasa

Rina Montalvo

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Sobre esta cuestión de la vida y de la muerte solo Dios tiene la respuesta.

La próxima semana el calendario marca el penúltimo mes del año 2015. Entre sucesos agradables, buenos y malos, estamos terminando este año casi sin sentirlo. Pero no nos debería sorprender la transitoriedad del tiempo porque lo llevamos atado a nuestra vida.

Sin embargo, cada año nos lleva a sentir el paso del tiempo con más prisa y  sentimos que cada vez va más y más rápido, y que se nos va como un pensamiento. Empezamos un nuevo año y desde el inicio sentimos que ya se acerca el final y viene el otro.

Cuestión de percepción, tal vez.  Por todas partes escucho el comentario: ¡Cómo se fue de rápido el año! Los días y los meses y las horas se van tan de prisa, que apenas ha pasado el verano, viene el invierno y llega El Día de los Santos y ya la Navidad. Por ejemplo, sin sentirlo, ya el próximo domingo estaremos celebrando el Día de Todos los Santos y el siguiente, la Conmemoración de los Fieles Difuntos. Ambas, tradiciones religiosas que vienen de siglos y están incrustadas en la vida de nuestros pueblos. Ciertamente, forman parte de una cultura ancestral que se incorpora en el alma de los habitantes y se convierten en una fiesta espiritual.

En los cementerios, el 1 de Noviembre se respira el aire puro y fresco y se rememora a los seres queridos que ya se han adelantado a ese viaje sin retorno, que todos tenemos que recorrer en su momento. Surge en los corazones una mezcla de sentimientos tiernos, de recuerdos nostálgicos y algunas veces emociones fuertes que arrancan lágrimas.

Sí, la nostalgia y esa mezcla de sentimientos encontrados es una reacción muy humana, cuando nuestros seres amados se han marchado; pero hay razones suficientes para creer que ellos están al lado de Dios porque han muerto en la fe.
En un libro de Norman Vincent Peale encontré una cita del Nuevo Testamento, que es muy consoladora y que describe el estado de nuestros muertos, así: “Ya no tendrán hambre, ni sed, ni los castigarán el sol, ni el calor; porque el Cordero, que está en medio del trono, será su pastor, y los llevará a fuentes de aguas vivas, y Dios enjuagará todas las lágrimas de sus ojos.” Revelaciones 7: 16-17.

Después de estos comentarios sentidos que nos hacen reflexionar, no podemos apartar de nuestro entorno esa tradición de platillos que se degustan em esta temporada. No podemos escapar del escenario colorido que adornan los camposantos con flores silvestres y exóticas. ¿Y qué hay de los barriletes de Sumpango? ¿El banquete del fiambre con sus postres de jocotes, manzanillas y ayote en dulce? ¡Qué maravillosa naturaleza la que Dios le ha regalado a Guatemala!

rina.montalvo@gmail.com

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