Escenario

Prevención del suicidio de niños y jóvenes

Con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se celebra el 10 de septiembre, es imperante recordar que el número de casos ha aumentado entre niños y jóvenes en Guatemala, según expertos, fenómeno que puede prevenirse y tratarse.

Jorge —nombre ficticio—, de 14 años,  oía discutir a sus padres de manera constante, quienes se culpaban mutuamente de las oportunidades que habían perdido cuando la madre quedó embarazada de él.  Un día los llamaron del colegio de Jorge, porque este intentó suicidarse. “Yo solo quería que ustedes fueran felices sin mí, como muchas veces los oí decir”, expresó.

No hay estadísticas de suicidios  en Guatemala. En el Instituto Nacional de Ciencias Forenses  no se tiene tipificada  esa causa de muerte como tal en ninguna edad.

El suicidio es la segunda causa de mortalidad entre los jóvenes de 15 a 29 años, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).  Esas cifras no incluyen las tentativas, que son hasta 20 veces más frecuentes que los casos consumados. En la actualidad, los jóvenes forman el grupo de mayor riesgo en un tercio de países.

Según el informe de la OMS Previniendo el suicidio, un imperativo global, que se dio a conocer el jueves último, la incidencia de suicidio en Guatemala en el 2012 fue de 8.7 por cada cien mil habitantes, en comparación con el 2000, que fue de  7.2. La tasa de suicidio en niños de 5 a 14 años, en el 2012, fue de 1.5, y en jóvenes, hombres y mujeres de 15 a 29 años, de 12.8.

Desencadenantes
Entre las principales causas de suicidio en niños y jóvenes se cuentan los problemas sociales, familiares o abuso sexual,  explica el psiquiatra Hernán Ortiz, único suicidólogo en Guatemala, expresidente de la Red Mundial de Suicidología. El acoso —conocido como bullying— también es un factor, el cual los lastima y transgrede sus derechos, integridad y dignidad.

Otra causa significativa es que son poco tolerantes y  propensos a la frustración. No soportan un no como respuesta o una desavenencia, añade.
En Guatemala hay un sistema social frustrante recurrente, por lo que aumentan los casos de suicidio, puesto que hay personas más débiles para enfrentarlo. Por ejemplo, hay jóvenes que han pasado dos años buscando trabajo,  lo que les causa frustración al no poder satisfacer sus necesidades básicas, expone Marco Antonio Garavito, director de la Liga Guatemalteca de  Higiene Mental. Del mal manejo de la frustración y al no encontrar apoyo emocional se desencadenan los intentos de suicidio.

Ortiz asegura que el 90 por ciento de los casos de suicidio se derivan de una enfermedad mental como ansiedad, trastornos de alimentación y sueño, adicciones, pánico, estrés postraumático, trastorno bipolar o esquizofrenia. Se ha demostrado que hay cambios en la estructura de las células cerebrales del suicida.

Cuando alguno de los padres es alcohólico o deprimido crónico, estas condiciones pueden favorecer el acto suicida en los hijos debido al clima emocional familiar caótico, afirma Sergio Pérez Barrero, fundador de la Sección de Suicidología de la Asociación Mundial de Psiquiatría y de la Red Iberoamericana de Suicidología.

Existen diferencias a nivel cerebral en la escogencia del método con el que se quitan la vida los hombres y mujeres. Los primeros lo hacen de manera más violenta, con menos probabilidades de error; en cambio, la mujer lo intenta más veces, hasta que encuentra el método efectivo, añade.

Ortiz refiere que el  menor que piensa en quitarse la vida manifiesta cambios drásticos; por ejemplo, si era sociable antes, ahora se aísla; si dormía por las noches, ahora tiene insomnio; si antes se interesaba por sus estudios o actividades, ahora no.

El suicida no lo hace de la noche a la mañana, asegura Garavito. Tiene una larga conversación consigo mismo antes de tomar la decisión final. El sentido de vida es algo que el humano difícilmente pierde, por lo que hay  necesidad de que reciba apoyo.

Mayor incidencia
Aunque el suicidio de niños y jóvenes ocurre en todo el país, en el Oriente se ha reportado mayor incidencia, comenta  Ortiz. Posiblemente, a nivel cultural, se deba al autoritarismo de estas familias, indica Garavito. También hay áreas en las que ocurre, pero no trasciende. Por ejemplo, en Totonicapán, a principios de año,  se dio  una cadena de suicidios de mujeres jóvenes, según se le informó.

Nery Ortiz, presidente de la Asociación Guatemalteca de Psiquiatría, refiere que según un estudio desarrollado este año por la Facultad de Medicina del Centro Universitario de Oriente de la Universidad de San Carlos de Guatemala,  hay alta prevalencia de ideación suicida en esa región. El 38 por ciento de los 642 niños y jóvenes de 10 a 19 años de 65 aldeas de  tres municipios de Chiquimula encuestados tenía ideación suicida. De este porcentaje, 22 por ciento era ideación suicida alta, y el 78, baja.

Pérez Barrero dice que los cambios en el suicida son sutiles y los padres no los perciben. Otras veces, influye la falta de comunicación, las malas relaciones o no tomar con seriedad las llamadas de auxilio o amenazas suicidas.

“La idea suicida es tan grave como una apendicitis; no sabemos quién realmente culminará con el acto”, explica Hernán Ortiz. “Cuando se hace un intento suicida no es para llamar la atención, sino  un acto preparatorio para la muerte”, agrega.

Muchas veces los menores utilizan frases que transmiten este mensaje de manera indirecta, como “quisiera que Dios me recogiera”, “quisiera dormir y no despertar nunca”, “¿por qué vine a este mundo?” o “mis padres estarían mejor sin mí”. Si esta verbalización se suma a la conducta, hay que pensar que puede tratarse de un potencial suicida. Hay que evitar el error de considerar la amenaza como  alarde o manipulación. Esto es un  mensaje de que algo no anda bien y que necesita ayuda.

Alerta
Ortiz advierte de que muchos suicidas son potenciales homicidas, porque no únicamente quieren quitarse la vida, sino también a cualquier persona que se interponga en sus deseos. Hay que vigilarlo, puesto que constituye un individuo de alta peligrosidad y hay que tratarlo con cautela.

No conviene pensar que el sobreviviente aprendió de la mala experiencia y va a cambiar. Hay probabilidad muy alta de que lo vuelva a intentar —50 por ciento lo hace entre los dos a seis meses siguientes—. De ahí la importancia de detectar las señales que den a entender que es un potencial suicida, para que reciba ayuda profesional a tiempo.

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.