Ciudades

Olvidaron a familiares en un hospital y al parecer no los extrañan

El sufrimiento por el abandono de personas en hospitales no discrimina edad, desde recién nacidos hasta ancianos han sido víctimas del olvido de sus familias y sin alternativa se quedan a vivir por mucho tiempo en los centros asistenciales hasta que alguien se compadece de ellos. 

Cada día, cuando el personal médico y paramédico lelga al Hospital General San Juan de Dios, todos se conocen en cada unidad y es común el saludo entre los compañeros, pero también hay otras personas con las que se han familiarizado, todos aquellos que fueron abandonados.

Según el departamento de Trabajo Social del hospital, el abandono no es una condición propia de la edad. Aunque es más común en recién nacidos y ancianos, también hay casos de niños en condiciones de riesgo y jóvenes con discapacidad o trastornos psiquiátricos, adultos con problema de alcoholismo que son llevados por alguna emergencia y nadie los reclama.

Olvidados en el Hospital General 

  • 24 recién nacidos
  • 5 adolescentes con riesgo social
  • 15 jóvenes y adultos
  • 120 ancianos

“Con los bebés no hay problema porque se sabe que un juez ordena a qué lugar serán llevados, pero con los adultos y ancianos no se tiene esa opción. Tenemos que atenderlos aquí hasta que encontramos una solución, porque no podemos echarlos a la calle”, Nineth Hernández, trabajadora social.

A veces viene la familia a dejarlos a la emergencia sin dejar ninguna identificación y dicen que volverán, que solo irán a parquear el carro o a comprar algo a la tienda, pero nunca regresan.


Óscar Díaz, de 80 años, quien lleva varios meses de vivir en el hospital, fue identificado mediante la toma de huellas dactilares, un servicio facilitado por el Registro Nacional de las Personas.

A Díaz le amputaron la pierna izquierda, lo que le dificulta la movilidad. Sumado a ello le han diagnosticaron demencia senil. Se encuentra en una habitación con tres pacientes más, pero cuando alguien ingresa le da la bienvenida con un chiste y una sonrisa.

Por momentos Díaz pareciera tener breves recuerdos de su familia. “Antes me ponía triste pero era por gusto. Fue cuando tuve el accidente, me tocaba y ya no tenía mi pierna, mi mujer se fue con mis tres hijos, dos niñas y un niño. Recuerdo a mis padres, vivía con ellos y mis abuelos. Ellos vivieron muchos años y murieron después de los 80 años”, relató.
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En el Roosevelt

Al intentar conocer estadísticas sobre el abandono de personas en el Hospital Roosevelt. Gilma Herrera, jefa del departamento de Trabajo Social, se negó a proporcionarlas. El departamento de Comunicación dio datos de algunas unidades en lo que va del año.

3 adultos mayores en la unidad de Medicina de Adultos
2 jóvenes en Cirugía de Adultos
4 recién nacidos

Consecuencias del abandono

La psicóloga Victoria Robles comentó que las personas olvidadas en los hospitales rechazan esa condición. Empiezan una contienda con la aceptación y tratan de convencer a los demás de alguna justificación por la que su familia no regresa, entre estas, que sus ocupaciones no les deja tiempo para ellos.

El abandono acelera la muerte de una persona. Como seres humanos siempre nos proponemos metas, cuando abandonan a un adulto mayor ya no hay metas, ya no tienen a quien ver o a quien querer, más cuando una persona ha dependido emocionalmente de otra. Se intensifica más cuando creen que fueron un estorbo en la vida de sus hijos.


Cuando se convencen de que están abandonados, empiezan a sufrir episodios depresivos profundos o enmascarados y trastornos de personalidad. Se vuelven melancólicos para subsanar la carencia efectiva e inician con delirios. Siempre reprochan a los cuidadores por alejarlos de su familia.

Los jóvenes con discapacidad o trastornos mentales, si tuvieron un proceso evolutivo, como consecuencia del abandono habrá un retroceso en el aprendizaje y el desarrollo de las actividades en su vida diaria y sobre todo el rompimiento del vínculo emocional.

En los adolescentes, por encontrarse en una edad cambiante, empiezan con frustración, ansiedad, dolor, sufrimiento y el deseo de venganza. Además, podría tornarse en un rencor social, porque el adolescente está en un proceso formativo.

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