Escenario

Celebran mes de Ramadán

"Pase al otro lado", me dice un hombre de baja estatura señalando un salón grande separado por un biombo. "Ya van a venir las mujeres", me explicó. Entiendo que las de nuestro género tienen su lugar y me equivoco al pensar por un momento que me lo había pedido porque estorbaba a unos hombres que arreglaban unas mesas en la entrada de la mezquita Aldawa de Guatemala, a donde fui para conocer cómo celebran los musulmanes el mes de Ramadán, que comenzó el 29 de junio.

Musulmanas rezan después de la única comida del día, en la mezquita Aldawa de Guatemala, zona 9 capitalina. (Foto Prensa Libre. Brenda Martínez)

Musulmanas rezan después de la única comida del día, en la mezquita Aldawa de Guatemala, zona 9 capitalina. (Foto Prensa Libre. Brenda Martínez)

Eran las 17.30 horas y aunque faltaba una hora para romper el ayuno, los cinco o seis fieles se apresuraban con los preparativos que se repiten 30 días de su mes sagrado, durante el cual no comen, no beben ningún tipo de líquido, no fuman y no tienen intimidad desde el alba hasta el ocaso.

En Guatemala dura unas 14 horas: comienza a las 4.15 y termina a las 18.30. Esta celebración se basa en el calendario lunar —de 354 días y que este año corresponde al 1435, que parte del año 622 cuando Mahoma huyó de la ciudad de la Meca a Medina (hégira)—.

En el salón empiezan a aparecer las mujeres, todas con su respectivo hiyab —pañuelo que cubre su cabeza—. Con la frase assalamu alaikum —la paz sea con ustedes, en árabe—, me saludan al entrar. Poco a poco se reúnen unas 15 musulmanas, todas de Guatemala, para romper el ayuno en colectivo.

“Es una satisfacción terminar el día de ayuno porque se lo ofrecemos a Dios”, comparte Cecilia, guatemalteca musulmana desde hace 13 años y casada con un jordano de origen palestino, quien del otro lado del biombo le pasa la comida que compartirá con nosotras. Hay reunidos unos 30 varones.

El menú: sopa de yogur —según receta jordana—, mánsaf —platillo jordano que consiste en pan pita y arroz con carne de cordero—, kushari —mezcla de pasta de coditos, lentejas, arroz y cebolla caramelizada—, agua pura o refresco. Como digestivo, té libanés. Un banquete internacional delicioso, esperado por los fieles.

Varones y mujeres rompen el ayuno en el mes de Ramadán, por separado. Durante horas diurnas no comen ni beben. (Foto Prensa Libre. Brenda Martínez)

“Según la tradición, el profeta Mahoma solía romper el ayuno con dátiles y agua, pero en Guatemala es difícil encontrarlos”, explica el shej Amr Nabil, líder religioso de la mezquita. Pero comen casi de todo durante el Ramadán y los menús varían.

Tienen prohibido consumir carne de cerdo y bebidas alcohólicas. “¿Quién paga por esta comida?”, pregunto. “Hay un benefactor que la paga”, me dicen escuetamente. Son unos 50 platos cada día, durante un mes.

“Todos los musulmanes tienen la obligación de ayunar. Es uno de los cinco pilares del islam —además de recitar el Corán (libro sagrado), rezar cinco veces al día mirando hacia donde se ubica la Meca (lugar de nacimiento del profeta Mahoma), visitar dicho santuario y dar limosnas—”, expone Nabil. Sin embargo, las personas enfermas o débiles, las embarazadas, madres lactando y los niños que no han llegado a la pubertad no están obligados a hacerlo.

“Si por razones de salud la persona no ayuna en Ramadán, tiene que dar de comer a 30 personas de escasos recursos durante el mes”, cuenta Nabil.

ORACIONES
Luego de haber disfrutado de la única comida del día —quienes deseen pueden hacer el suhur, comida que se hace en la madrugada, antes de las 4.15 horas—, llega un grupo de musulmanas extranjeras para participar en los ciclos de oraciones, que duran hora y media, más tiempo del acostumbrado por ser el mes sagrado. Con vista a la Meca, los fieles —hombres en el segundo piso y mujeres en el primero— escuchan la recitación de suras —lecciones del Corán— en árabe y hacen prosternaciones —se arrodillan y se inclinan—.

“Este mes —el noveno del calendario islámico— lo esperamos los musulmanes con ansias. Creo que es la única religión que dedica un mes entero a Dios, sin dejar de hacer nuestras cosas cotidianas. La idea es fortalecer la voluntad de alejarse de las cosas prohibidas. Además, nos ponemos al mismo nivel de quienes no tienen que comer. En Ramadán todas las obras buenas se triplican”, asegura Fátima, guatemalteca que abrazó el islam hace 13 años.

Así es el Ramadán, tal y como lo celebran mil millones y medio de musulmanes en el mundo; el objetivo es no solo ayunar en comida, sino en pecados.

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.