“Sus murales, por definición fijos en un solo lugar, resultaban imposibles de transportar para la exposición. Con el propósito de solucionar este problema, el museo trajo a Rivera a Nueva York seis semanas antes de la inauguración de la muestra (1931) y le proporcionó un estudio improvisado en una galería vacía”, cuentan los organizadores al recordar la exposición original de ese año.
Allí, trabajando contrarreloj con dos asistentes, Rivera creó cinco “murales portátiles”, que conmemoraban episodios de la historia de México.
Tras la apertura de la exhibición, el artista pintó otros tres murales, inspirados en la Nueva York contemporánea.
La muestra original se inauguró hace 80 años, y era la segunda retrospectiva que el museo neoyorquino dedicaba a un artista.
La exposición, que duró cinco semanas, rompió récords de asistencia, según el MoMA, que explica que por aquel entonces Rivera “ya gozaba de prestigio internacional” y era la figura más conocida del muralismo mexicano.