Con el tema del grupo Queen We are the champions fueron recibidos los jugadores, que lucieron cansados, algunos con golpes por el juego y otros afónicos por la celebración en el Obelisco, la cual se alargó hasta la madrugada de ayer.
“Fue una final dramática, de esas que se difrutan más. El grupo de jugadores pusieron coraje y corazón para ganar el título”, expresó el presidente de los cremas, el mexicano Pedro Portilla.
“Ha sido una torneo muy difícil, muy sufrido, pero al final la hemos conseguido. En este juego no se puede hablar de figuras, el título se consigue por la lucha de todos los jugadores”, dijo el uruguayo Paolo Suárez, que anotó el agónico gol —minuto 86— que obligó a tiempos extras.
final soñada
Con el respaldo de los aficionados blancos que abarrotaron el estadio Cementos Progreso, el equipo que dirige Iván Franco Sopegno tenía la presión de remontar el 2-0 que recibió el jueves recién pasado en el estadio Del Monte, en el juego de ida de la final contra Heredia.
Una situación difícil atravesaba el estratega argentino, que llegaba al segundo partido con las bajas de los delanteros Carlos Ramírez y Marcelo Guerrero.
Sopegno confesó que debió apostar a jugar con un esquema de 1-4-4-2, cosa que pocas veces ha usado. Pero la lesión de Jairo Arreola y Jean Márquez en el primer tiempo, y con el marcador en contra de 1-0 por el gol de Anderson Andrade —minuto 26— condicionaron al estratega, que se vio obligado a llevar al terreno de juego a dos futbolistas de la casa, a Carlos Mejía y Jorge Aparicio.
Los albos tuvieron pocas ocasiones de gol en la primera parte, quizá, la más clara lo tuvo Minor López, quien no tuvo la puntería para anotar.
La remontada
Pero la charla de medio tiempo sirvió para darle un giro a su juego, que gracias a dos tantos de José Contreras —minuto 64 y 68—, abrió paso a la remontada.
Suárez, quien días antes del juego crucial llegó a un acuerdo de alargar por año y medio más su contrato con los albos, se convirtió en la peor sombra de los moralenses, que a falta de cuatro minutos del final, recibió un pase de López y con su pierna menos habitual, la zurda, logró poner el balón al fondo de la red de José Calderón, situación que obligó al alargue y posteriormente la definición en penaltis.
Heredia sin su portero Calderón, quien fue expulsado en tiempos extras —atajó Robin Betancourth—, casi hace la hazaña de ganar en esa instancia, pero el juvenil Aparicio, con un tiro perfilado a la derecha del improvisado guardameta, le dio el título a los albos.
Tras el cobro se abrió el delirio de los merengues, que significó el tricampeonato.