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López y Sánchez suman dos doradas

El pabellón nacional fue izado en dos ocasiones en la Isla del Encanto. Sergio Sánchez y Crhistian López subieron al podio con la piel erizada mientras ondeaba la bandera y tomaban entre sus manos la medalla de oro.

Dos corazones latían acelerados y separados por más de 150 kilómetros, pero ambos con un mismo color: azul y blanco. En Salinas, en la costa sur de Puerto Rico, Sergio se enfundaba con su pistola, la misma que lo ha acompañado durante 14 años, y se compenetraba en cada disparo.

Mientras que Crhistian, en el noroeste de la isla, preparaba los músculos para levantar los kilos que lo llevarían a la gloria.

Al mediodía, Sánchez lloraba como un niño: la medalla había llegado 17 años después; y cuatro horas más tarde, López brincaba y empuñaba su mano en señal de victoria.

Una dedicatoria especial

El miércoles, después de haber perdido la medalla de plata en la especialidad de pistola libre, su favorita, Sergio estaba abatido, desconsolado. Había pasado las 20 horas más tristes en Salinas, quizá peor que cuando tomó el avión en Guatemala y se separó de Sandra, su mamá.

El sueño profundo y la charla por el Internet (a las 4 horas de Guatemala) lo habían relajado. Su familia le dio la bendición y se tranquilizó. Tomó la pistola con la que empezó a practicar pentatlón moderno y se dirigió al polígono, en el Albergue de Salinas.

Al entrar en la sala, uno de los competidores sonrió y le dijo que se había vuelto a reencontrar con el arma. Y es que en la especialidad de tiro rápido a 25 metros no había participado últimamente. “Tuve un buen pasado en esa especialidad. Lo llevo en la sangre”, dijo, recordando cada batalla que ganó.

Sergio llegó tranquilo y tiró, como él mismo dice, preciso y certero. Durante la prueba no hubo nerviosismo ni bloqueos. Se clasificó a la final en la primera posición, y así terminó.

Al terminar la ronda rápida, Sánchez colocó la pistola, y al voltear supo que era oro. Levantó los brazos y se puso a llorar. El tirador tenía muchos motivos para hacerlo: hace 17 años llegó a Puerto Rico y participó en sus primeros Juegos Centroamericanos, y ahora, en una especialidad que había abandonado encontró el oro que se le había negado tantas veces.

El metal tiene una dedicatoria especial. Sergio estuvo a punto de no viajar a Puerto Rico porque hace dos semanas su mamá fue operada del cerebro, pero ella, en su fase de recuperación, le pidió que participara y que disfrutara las competencias.

“Era mi día. Tuve momentos muy difíciles, pero quería llevarle la medalla a mi mamá, y ahora le daré este regalito”, expresó, entre lágrimas, mientras dedicaba también la presea a su esposa, Siulay Sett, quien seguramente compartió desde la distancia la felicidad con su suegra.

El tirador luce ahora feliz su medalla, un triunfo que le costó, pero, aseguró, algunos atletas que pasan toda una vida sin saber qué es ser campeón.

Un oro lleno de coraje

En el gimnasio Juan Sánchez, en la ciudad de Moca, la sonrisa en el rostro de Crhistian López era el mejor indicio de satisfacción, luego de que dominara la modalidad de arranque, al finalizar con 168 kilogramos su participación.

El atleta lucía la medalla de oro y bronce en el cuello, con el orgullo de tantas horas de entrenamiento que ayer por fin tuvieron su recompensa, justo para darle un respiro al levantamiento de pesas, que había sufrido un estancamiento en los buenos resultados.

López inició la competencia con la expectativa de ganar una medalla. Sabía que la pelea con el venezolano Yoel Morales y el costarricense Manuel Campos sería intensa, pero aprovechó su destreza en el arranque desde el segundo intento, cuando elevó la barra con 165 kilogramos.

La medalla de oro era una realidad. El guatemalteco celebraba muy temprano porque Morales había finalizado su participación con los mismos 165 kilogramos, y por peso corporal Crhistian ya tenía la presea, pero iba por más y elevó los 168 kilos, con lo cual impuso una nueva marca nacional en esa categoría.

Al final también consiguió el bronce en los totales, al concluir con 358 kilogramos, producto de los 168 en el arranque y 190 en el envión.