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La alternativa a la universidad para la que no hace falta endeudarse y hasta permite ahorrar

Ir a la universidad a tiempo completo suele ser percibido como la regla de oro del éxito académico y una parte fundamental de la vida de muchos jóvenes.

Pero en países como Reino Unido algunos están saliéndose de esta tradición y haciendo lo que se conoce como “degree apprenticeships”: programas subvencionados por el gobierno en los que los jóvenes trabajan a tiempo completo mientras también estudian para obtener un título de licenciatura u otras calificaciones profesionales.

Cuando Radhika Parmar termine su curso de cuatro años y medio, por ejemplo, esta joven de 19 años habrá obtenido una licenciatura en Soluciones Digitales y Tecnológicas.

Pero a diferencia de muchos estudiantes en Reino Unido, Parmar no empezará su vida laboral conla carga de una enorme deuda universitaria, ni tampoco buscando trabajo.

La razón: Parmar acaba de completar el primer año de su “degree apprenticeship” en la empresa de consultoría en tecnología de la información Capgemini.

Eso significa que trabaja a tiempo completo en la empresa como consultora en aplicaciones, obteniendo formación en el puesto de trabajo y ganando un sueldo, al tiempo que también estudia de cara a su licenciatura.
No paga tasas universitarias porque el gobierno cubre dos tercios de los costes, mientras que el otro tercio lo paga la empresa.

“Plan B”

Introducidos por el gobierno británico en 2015, muchos de estos programas se dan en áreas como la ingeniería y la tecnología.

Inicialmente los aprendices obtienen un salario promedio de más de US$21.000 anuales, que supera los US$29.000 al terminar la formación. 

Aunque Parmar planeaba estudiar computación en la universidad, esto se convirtió en su plan B al enterarse de la existencia de estos otros programas.

“Todo lo que aprenda en clase lo estaré poniendo en práctica en mi trabajo. Mientras que si hubiera seguido el típico camino universitario, estaría aprendiendo muchas cosas, pero no necesariamente las estaría aplicando en mi día a día”, dice.

Y la escuela de Parmar la apoyó en la decisión, pero eso no siempre sucede.

Amber Westmoreland, de 22 años, está a medio camino en su formación en contabilidad impositiva en la consultora Ernst & Young. Al final de su curso de cinco años será contable y consultora acreditada.

Pero en su escuela secundaria no estuvieron contentos con su decisión de no ir a la universidad.

“Hasta que no conseguí el trabajo no me pidieron volver para dar una charla. Y mientras estaba allí todavía me intentaron empujar por el camino de la licenciatura, en lugar de la formación profesional”, dice Westmoreland.

Aunque no obtendrá el título de licenciada, las calificaciones que obtendrá son las mismas que cualquier licenciado adquiere para poder trabajar como contable.

Según el corresponsal de educación de la BBC, Sean Coughlan, parte del problema es que las escuelas casi siempre miden el éxito en términos de los resultados académicos y la entrada en la universidad.

“La universidad se ve como la mejor elección. E incluso cuando el coste de las tasas ha estado aumentando sin pausa, no deja de crecer también el porcentaje de jóvenes que quieren ir a la universidad”, afirma.

Y Westmoreland también tuvo que convencer a su madre, profesora universitaria.

“Ella fue la primera de su familia en ir a la universidad”, cuenta.

“Creo que ella veía mi elección como un paso atrás en lugar de un paso adelante. Si eres la primera en tu familia que ha logrado ir a la universidad, esperas que tu hija haga lo mismo”.

“También le preocupaba que otras empresas no reconocieran las calificaciones que estoy adquiriendo, aunque son las mismas que tienes que sacar para acreditarte como contable”, explicó. 

Es posible que la licenciatura tradicional sea más conocida, pero en el caso de ambas mujeres el dinero que ganan mientras se forman también les ha dado libertad e independencia. 

Gracias a su salario, Westmoreland pudo permitirse mudarse de la casa paterna y rentar un lugar en Manchester, la ciudad en la que está su trabajo.

Y al contrario que muchos estudiantes universitarios, ha podido ahorrar para viajar.

“El año pasado una de mis amigas estuvo en Nueva Zelanda, así que ahorré y fui a Nueva Zelanda durante un par de semanas para verla. Otra amiga está en Canadá, así que este año he ahorrado para ir a Canadá a verla el próximo año, y no creo que hubiera podido hacerlo sin un sueldo”, dice Westmoreland.

“Cada vez que nos dan una bonificación, me digo '¡Qué bien! ¿Dónde me voy de vacaciones?”.

Uno de los atractivos de la universidad es el estilo de vida: la socialización, las fiestas, los amigos de la misma edad, algunos de los cuales se convierten en amigos para toda la vida.

Pero, según Parmar, el programa inicial de formación de su empresa, que dura tres meses, le ofrece algo similar.

“Además, con el programa de Capgemini constantemente vamos a la universidad de Aston, lo que nos da la oportunidad de socializar con otras personas que están haciendo el grado, aunque en distintas fases”, dice. 

Westmoreland explica que una de las cosas que le gusta es la oportunidad de mezclarse con una gran variedad de gente de distintas edades.

“Me ha hecho más abierta”, explica, “porque me he hecho amiga de alguna gente con la que nunca me habría cruzado si hubiera seguido el camino tradicional, porque no te ves en situaciones hablando frecuentemente con una mujer de 40 años como para hacerte su amiga”.

Pero según el corresponsal de la BBC Coughlan, todavía hay una especie de estigma vinculado a estos programas de formación.

“Se ha demostrado muy difícil de cambiar la percepción soterrada de que las formaciones y estudios vocacionales son solo para aquellos que han tenido problemas con los exámenes académicos”, explica.

Pero la historia de Parmar y Westmoreland no podría ser más distinta, porque ambas son buenas estudiantes que han decidido salirse del camino universitario tradicional y ambas dicen que lo que están haciendo está lejos de ser una opción fácil.

“Es bastante difícil”, dice Parmar, “porque haces tu trabajo de 9 a 5 y luego tienes que irte a casa y estudiar para el grado”.
Parmar suele ir a clases hasta las 9 de la noche. Y Westmoreland reconoce que estudiar y trabajar a tiempo completo puede ser extenuante.Pero dice que merece la pena.

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