El Partido Popular de Mongolia (PPM, socialistas) adelanta en intención de voto en las encuestas al gobernante Partido Demócrata (PD, conservador) del primer ministro Chimediin Saikhanbileg, aunque los cambios en la legislación electoral hacen incierto el resultado.
Lo que parece claro, según se desprende del último “Politbarómetro” de la Fundación Sant Maral de Mongolia, es que la economía es la mayor preocupación de los ciudadanos, que citan como mayores problemas del país al desempleo, los estándares de vida y la pobreza, la economía en general y la inflación.
“La situación económica es muy delicada”, lamenta un joven de Ulán Bator que se identifica como estudiante de Finanzas de la Universidad Nacional de Mongolia, en una conversación con Efe asegura que su país está sumido en una ola de “pesimismo”.
Mongolia ha pasado de crecer un 17.3% en el 2011, año en el que fue el país con la economía más dinámica del mundo, a un 2.3% en el 2015 y para este año los pronósticos oscilan entre el más optimista del Banco Mundial, que anticipa una expansión del 0.7%, y el más pesimista del Banco Asiático de Desarrollo, que prevé un 0.1%.
Tras siglos viviendo de las estepas, los mongoles descubrieron que su mayor fuente de riqueza estaba bajo suelo, en los minerales.
Y en la dependencia que tiene este país de poco más de tres millones de habitantes de sus exportaciones mineras, que representan un 90% de sus ventas al exterior, según datos del Fondo Monetario Internacional, está la razón de su volátil economía.
Los precios internacionales de las materias primas se han hundido en los últimos meses, al tiempo que la demanda del principal mercado para los minerales mongoles, China, se ha enfriado considerablemente.
“Nuestra economía depende fuertemente de los precios de las materias primas y, desde el año pasado, están cayendo. Por eso, pensado en el futuro, queremos tener una economía más diversificada”, explica el secretario de Estado de Finanzas de Mongolia, Khurelbaatar Gantsogt.
La diversificación económica, afirma Mogi Badral Bontoi, consejero delegado de la firma de análisis financiero Cover Mongolia, es una eterna promesa de los políticos mongoles.
“Ha habido planes desde siempre, pero ninguno de ellos ha recibido un total apoyo político”, indica Bontoi.
Este analista apunta a otro factor para entender la complicada coyuntura económica de Mongolia: la caída de la inversión extranjera a raíz de una ley sobre la materia aprobada en el 2012.
“Básicamente, (la ley) detuvo el flujo de inversión extranjera hasta el punto de dejarla casi a cero”, subraya Bontoi, quien recuerda que en el 2012 la inversión extranjera superó los US$4 mil millones y representó más del 4 % del producto interior bruto (PIB).
“No fueron los precios de las materias primas lo que mataron a la economía de Mongolia, fue la desaparición de la inversión extranjera”, insiste el analista.
Precisamente el desplome de la inversión extranjera y la cada vez más evidente desaceleración económica motivaron al Gran Hural a destituir al primer ministro que salió de las urnas en el 2012, Norov Altankhuyag, en noviembre del 2014.
Altankhuyag, además, se enfrentó a la multinacional minera angloaustraliana Rio Tinto por el control de las minas de Oyu Tolgoi (suroeste), consideradas una de los mayores reservas de oro y cobre del planeta, y paralizó los planes de desarrollo del yacimiento.
El conflicto se resolvió el año pasado, ya con Saikhanbileg como primer ministro, y abrió la puerta la explotación de estas minas que se estima que pueden generar una riqueza equivalente al 30% del PIB de Mongolia.
Las minas de Oyu Tolgoi representan la mayor esperanza a corto plazo para la economía del país, aunque la devaluación de los precios de los minerales y una demanda de China en retroceso hacen que las perspectivas de futuro sean menos brillantes que hacen unos años.
Si en el 2012, las elecciones se centraron en cómo administrar el “boom” de los minerales, la próxima semana Mongolia decide si fiar su porvenir a ese proyecto o buscar fuentes de riqueza alternativas.