Vida

Botero celebra ochenta años con ochenta de sus creaciones

Fernando Botero, el más conocido de los artistas latinoamericanos en activo, cumple ochenta años y expone desde mañana en Bilbao  (norte de España) ochenta de sus características obras amables, vitalistas y llenas de colorido.

El pintor y escultor colombiano Fernando Botero, posa ante su obra <em>Abu Ghraib 44, 2005.</em>

El pintor y escultor colombiano Fernando Botero, posa ante su obra Abu Ghraib 44, 2005.

BILBAO- El artista colombiano, quien nació en Medellín en 1932, celebra su cumpleaños 80 con exposiciones en su Colombia natal, México, Italia, Bilbao, Lisboa y Nueva York.

La muestra que se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Bilbao está formada por 79 pinturas de su colección particular y un enorme caballo de bronce de tonelada y media, instalado en la Gran Vía de la capital vizcaína.

La retrospectiva comienza con ocho obras de su etapa de aprendizaje, sometida a influencias que fueron desde el muralismo mexicano al expresionismo abstracto de Niño de Vallecas.

Otras salas recogen 22 obras con temas de Latinoamérica, con recuerdos de infancia, celebraciones tradicionales y la violencia que ha sacudido Colombia, con escenas que van desde un cuadro llamado Ministro de la guerra, donde un militar pisa la cabeza a un hombre asesinado, a imágenes de costureras o de abigarrados bailes que evocan un mundo familiar andino de calles sin adoquines.

La plenitud formal y la quietud de los personajes de Botero se aprecian en las siete pinturas de religión, donde destaca el color, el púrpura de los cardenales, uno de ellos metido humorísticamente en una bañera.

El mismo colorido que descubrió en el pintoresquismo de un circo popular mexicano, un ámbito que el artista conoció en 2006. De ahí surgió una serie con trapecistas, payasos y domadores. En Bilbao se pueden contemplar 14 de estas obras, que reflejan la alegría de vivir.

Sin embargo, Botero también expresa con rabia los horrores de la guerra y condena la tortura en la serie que ha dedicado a la cárcel iraquí de Abu Ghraib, de la que se puede ver en Bilbao un tríptico.

Cada una de las tres escenas de la tabla muestra a un hombre torturado, en un espacio cerrado y sofocante, delimitado por barrotes y donde, por una vez, el color se restringe y sólo destaca el rojo de la sangre.

Otro espacio queda para las versiones con las que Botero homenajea a sus maestros, sea reinterpretando obras como la de Piero Della Francesca, Goya o Rafael o sea retratando a Giacometti, Delacroix o Rubens.

La última sala está dedicada a sus bodegones, clasificados como naturalezas muertas pero que contrastan vivamente con las naranjas y sandías plenas de color y jugo que los llenan.