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Jessica Melgar: Les dije que evacuaran, pero me dijeron mentirosa

Jessica Melgar, de 23 años, pertenecía al comité de emergencia de la aldea El Rodeo, organizado por la Conred. Pudo salvar su vida y la de su familia porque evacuó a tiempo y, aunque alertó horas antes de la erupción del Volcán de Fuego, sus vecinos no le hicieron caso.

Jessica y Jorge se sienten afortunados por estar con vida después de decidir evacuar la zona de riesgo. (Foto Prensa Libre: Javier Lainfiesta)

Jessica y Jorge se sienten afortunados por estar con vida después de decidir evacuar la zona de riesgo. (Foto Prensa Libre: Javier Lainfiesta)

De 23 años, Jessica nació y creció en la aldea El Rodeo, Escuintla, una de las comunidades afectadas por la erupción del 3 junio.


“Ese día la Conred nos avisó que teníamos que evacuar porque se venía todo el material volcánico”, recuerda Melgar. Eran las 13:30 horas cuando la mujer subió al caserío de San Miguel Los Lotes y les pidió a las personas que abandonaran sus casas, no obstante, nadie le creyó.

“Los vecinos de Los Lotes me dijeron que era una shute y mentirosa, que ya iba a pasar, que ellos se iban a encerrar e iba a pasar”, comenta.

Según su relato, algunos se quedaron grabando la nube de gases y la ceniza que se levantó porque era un fenómeno muy anormal.

A eso de las 15 horas, Melgar desistió de convencer a los vecinos de evacuar y emprendió con su familia la evacuación. “Le facilitamos mascarillas a todos lo que sí iban a salir y bajamos con un carro de los cuerpos de rescate que llegó al lugar”, recuerda.

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Según cuenta, cada uno de sus vecinos emprendió la evacuación por cuenta propia y se dispersaron rápidamente cuando empezaron a comentar que los flujos piroclásticos habían devastado San Miguel Los Lotes.

Melgar, sus padres, tíos y primos lograron escapar con vida, no obstante, perdieron su hogar y medios de sustento por la tragedia.

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“¿Cómo lo vamos a dejar abuelito?”

Cada persona guarda una historia y un recuerdo diferente sobre el día de la tragedia. Para Jorge Melgar Rodríguez, 77,  aquella era una tranquila tarde de domingo en la Aldea El Rodeo.


Melgar Rodríguez estaba solo en su casa y miraba la televisión. Sintonizó un noticiero que pasaba una nota sobre el descenso de los materiales piroclásticos del Volcán de Fuego. “Qué estará pasando aquí”, se preguntó.

Don Jorge recuerda que, apoyado en sus muletas, salió a la calle y vio a sus nietos correr en dirección hacia él. “Ellos me contaron que teníamos que evacuar porque ahí venía la lava y estaba quemando a la gente”, rememora.

El hombre empezó a caminar con dificultad pues usa una prótesis en la pierna derecha. En ese momento, un vehículo de los cuerpos de socorro llegó para apoyar en las labores de evacuación.

Decenas de personas hacen fila para poder obtener medicinas en los albergues de Escuintla.
Decenas de personas hacen fila para poder obtener medicinas en los albergues de Escuintla.
Los beneficiados muestran las medicinas y agradecen la atención.
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Otros aún esperan ser atendidos por los médicos en el lugar.
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Un padre distrae a su bebé con burbujas mientras hace fila para recibir medicinas.
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Entre otras terapias, voluntarios piden a los niños que dibujen y pinten.
Entre otras terapias, voluntarios piden a los niños que dibujen y pinten.
Los pequeños comparten sus juguetes mientras pasa la mañana en los albergues de Escuintla.
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Una niña espera a su mamá mientras hacen fila para recibir ayuda.
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Varias donaciones aún esperan ser entregadas.
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Después de una charla, las personas afectadas por la erupción del Volcán de Fuego agradecen las atenciones de los voluntarios.
Después de una charla, las personas afectadas por la erupción del Volcán de Fuego agradecen las atenciones de los voluntarios.
Una niña con su brazo quebrado espera por medicina mientras otro familiar hace la fila para recibirla.
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Han pasado siete días de la tragedia por la erupción del Volcán de Fuego, cientos de personas aún no aparecen.
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La actividad del Volcán de Fuego no cesa y las explosiones pueden verse a kilómetros de distancia.
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Empezaron a subir a los niños y a los vecinos al picop. “Un joven muy amable de unos 25 años venía manejando y le dije: `si yo ya no quepo, no tenga pena, déjeme´; y el joven me dijo `¿como lo vamos a dejar abuelito?´”, cuenta.

El rescatista abrió la puerta y le ayudó al anciano a subir a la cabina.

Albergados

Tanto Jessica como don Jorge cohabitan en un albergue particular en la cabecera de Escuintla.

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