Cada día se integran más niños al trabajo informal en Quetzaltenango

Sectores sociales y entidades de la niñez, ven con preocupación el incremento de infantes trabajadores en las calles y mercados de Xelajú, donde las niñas son las más explotadas y discriminadas.

Dos hermanos caminan por la zona 3 de de Quetzaltenango mientras buscan clientes para lustrarles los zapatos.
Dos hermanos caminan por la zona 3 de de Quetzaltenango mientras buscan clientes para lustrarles los zapatos.

Estudios realizados el año pasado reflejan que que de 10 personas que se involucran al comercio informal o trabajos domésticos, ocho son niños y niñas que lo hacen con el consentimiento de los padres y laboran a escondidas en hogares.

Organizaciones piden acciones de gobierno municipal como del Estado para que esa niñez pueda aspirar a un futuro prometedor.

Ricardo García, director del Centro Ecuménico de Integración Pastoral (Ceipa) en Quetzaltenango, reprochó el poco interés de las autoridades municipales en el tema de la niñez y juventud pues en el informe de labores del actual alcalde Luis Grijalva y la corporación, –presentado en enero– nunca dijo qué hicieron han tomado. 

“Yo esperaba que las autoridades locales y nacionales pudieran retomar la realidad del problema que viven los niños y la juventud y vemos con preocupación que no es prioridad la niñez para las autoridades, esa sociedad pequeña en nuestras vidas sobre todo los pobres y los que viven en la extrema pobreza, las que no tienen acceso a la salud, educación, cultura y eso se ve reflejado en las calles donde los niños están trabajando en lugar de estudiar y recrearse”, expuso.

“No me gusta vender en las noches, hay mucho frío y muchos bolos –ebrios- y abusivos, pero si no voy a vender mi papá me pega porque dice que esto es lo que tenemos que hacer para sobrevivir. Yo preferiría ir a la escuela, jugar, hacer tareas, comprar una refacción rica, pero nadie de mis hermanos ha ido a la escuela”.

 

Dramáticas historias

José tiene 9 años, es originario de San Cristóbal Totonicapán y a diario lustra zapatos para llevarle dinero a su madre los sábados. Lo mismo hacen sus otros dos hermanos, de 13 y 11. “Mi papá toma mucho y le pegaba a mi mamá, así que ella, mis dos hermanos y yo nos fuimos de la casa y ahora hay que trabajar para pagar el cuarto y la comida”, relató, mientras ordenaba la caja que contiene apenas una pasta negra para zapatos, un trapo y un cepillo. La tinta se había termiando.

El niño vive en un cuarto con sus hermanos y otros niños, en la zona 3 de Xela, por el que pagan Q400 al mes.

Ricardo tiene 12 años, es originario de Cajolá y hace dos años vende dulces junto con sus padres. Es el segundo de seis hermanos. Refirió que su jornada empieza a las 7 horas y concluye a las 18. Con el dinero que gana compra su almuerzo y contribuye para la cena familiar. De miércoles a sábado vende cigarrillos, junto a un hermano y su papá, hasta las 23 horas, afuera de centros nocturnos del centro de Xela.

“No me gusta vender en las noches, hay mucho frío y muchos bolos –ebrios- y abusivos, pero si no voy a vender mi papá me pega porque dice que esto es lo que tenemos que hacer para sobrevivir. Yo preferiría ir a la escuela, jugar, hacer tareas, comprar una refacción rica, pero nadie de mis hermanos ha ido a la escuela”, lamentó.

A diario, dos primos, de 8 y 9 años, viajan de la aldea Pologuá, Momostenango, Totonicapán, a Quetzaltenango, donde lustran zapatos en varios puntos durante todo el día.

“Lustre jefe, lustre, se lo dejo limpio”,  dice Benjamín*, quien insiste en hacer el trabajo ya que el “servirá para comprar mi comida”.
 

“No he desayunado porque aún no he lustrado nada. Yo viajo junto con mi primo todos los días a trabajar, mis papás se quedan en la casa trabajando. Salgo de la casa a las 7 y media de la mañana y regreso a las 5 –de la tarde–”.


“No he desayunado porque aún no he lustrado nada. Yo viajo junto con mi primo todos los días a trabajar, mis papás se quedan en la casa trabajando. Salgo de la casa  a las 7 y media de la mañana y regreso a las 5 –de la tarde–”, explicó.

Josué*  también vive en la aldea Pologua. Narra que hace un año sus papás lo obligaron a trabajar de limpiador de zapatos en Xela.

“Estamos lustrando, no hemos desayunado y si lustramos compramos un quetzal de tortillas y un tortix, eso es nuestro desayuno. Para el almuerzo compramos Q1 de frijol o hiervas y Q1 de tortillas, no podemos gastar más porque mi papá me pide llevar Q20 diarios, y apenas le da Q10 a mi mamá para la comida”, explico.

Ambos menores, señalan que  al día hacen entre Q20 a Q25 cada uno, dinero que termina en las manos de sus progenitores.

También en mercados

Sandra Hernández, ama de casa de Xelajú, detalló que en los mercados de la ciudad hay niñas y niños, entre los 5 y 12 años, que están vendiendo ambulantemente y bajo el consentimiento de los padres quienes los ponen a vender sal, limón, verduras, bolsas de nailon, frutas entre otros objetos.

“Ir al mercado es de encontrarse a niñas y niños ofreciendo productos. Yo me quedé sorprendida cuando una niña, si no me equivoco de unos 4 años, ya me estaba ofreciendo una libra de sal. Qué futuro tendrá es pequeña y que desconsiderados los padres porque quieren que sus hijos sigan ese patrón que ellos siguieron”, manifestó.

Federico Rodríguez, un maestro retirado que dio clases en una escuela de Xela, cuenta que a cada año observaba que había niños que abandonaban sus estudios por presiones de los padres quienes los ponen a trabajar sobre todo en ventas de feria.

“Hay que decirlo porque es otra cara y no ha cambiado, pero lastimosamente hay padres que procrean hijos porque los convierten en sus empleados, durante años ha pasado que los niños solo terminan sexto primaria o bien lo abandonan y ya no siguen estudiando sobre todo las niñas y los ponen a trabajar”, precisó.

“Algunos padres con los que platiqué me decían que así era la costumbre en sus hogares y eso les hicieron a ellos cuando eran menores” apuntó..

Q40

En un día, en promedio, obtiene un niño que trabaja largas jornadas en las calles de Quetzaltenango.

Piden acciones

Jaime de León, director de la Asociación Gente Joven de Guatemala, explicó que un estudio de la entidad refleja que de cada 10 personas en la economía informal, ocho son niños. “Vemos cada día, con más preocupación, que los niños se integran a la agricultura, mercados, talleres de mecánica, ayudantes de buses urbanos y oficios domésticos. Las niñas son las más explotadas y discriminadas”, señaló.

Sandra Hernández, ama de casa, comentó que en los mercados de Xela hay niños de entre 5 y 12 años como vendedores ambulantes, con permiso de los padres. Ofrecen sal, limón, verduras y frutas.

Claudia Ávila, gobernadora de Quetzaltenango, aseguró que se trabaja en una hoja de ruta para erradicar el trabajo infantil.

“En el departamento sí tenemos niños trabajadores. Y yo considero que no ha ido en aumento, aunque no tengo los datos estadísticos. Pero sí es una preocupación que he estado viendo y esperamos que a través de la comisión de ruta podamos ayudar a los niños”, manifestó.