LA BUENA NOTICIA
Esperanza y cambio verdadero
“La esperanza es el sueño del hombre despierto”, afirmaba Aristóteles (384 AC-322 AC), y su acertado pensamiento predecía ya lo característico del caminar cristiano en la Historia, pues los creyentes, sin escapar de ella, se afanan por un mundo distinto: aquel que es posible conjugando el ineludible dolor del momento presente con aquella “utopía” que finalmente deja de serlo y se convierte en realidad con el esfuerzo hecho en el camino. Algo así como lo que sucede al náufrago en un mar terrible: “La esperanza hace que agite sus brazos en medio de las aguas, aun cuando no vea tierra por ningún lado”, decía el poeta latino Ovidio (43 AC-17). La Buena Noticia de hoy habla del “caminar con esperanza de cambio” en el tiempo de Cuaresma al presentar la escena central de la Transfiguración en el Tabor, escena que revela “ese punto de llegada glorioso” al que avanzan Cristo y el cristiano: la transformación, la renovación de un presente negativo, árido, plagado de las constataciones diarias de violencia, de muerte, de impunidad, de corrupción, hacia el ser “hombres, mujeres, jóvenes, nuevos”. Pero, ¿por qué Jesús se transfiguró delante de sus discípulos? ¿Por qué —ayudado por Elías y Moisés y la voz del Padre— les mostró ese futuro de gloria que aún no llegaba? Sin duda, como lo dice este Año de la Misericordia, por esa “misericordia suya hacia sus seguidores”: para animar la debilidad del espíritu que “quiere pero no se anima” a emprender la ruta de cambio. Un cambio que se motiva mejor cuando se vive para los demás y cuando parte de la Verdad. De hecho, la Cuaresma no es un tiempo para “volverse mejor” para uno mismo y para ser declarado inocente en el tribunal de un Dios implacable. La conversión se vive para “tener una familia, una sociedad, un mundo mejores”. Esa familia, sociedad y mundo que en Guatemala ha manifestado y sigue manifestando hastío de “los viejos modelos” en todo, especialmente en la forma de convivencia corrupta y excluyente (en palabras del papa Francisco) a la que reaccionan especialmente los jóvenes a los que se dirigió en México recordándoles que son la riqueza de su país pero que “no se dejen tratar como mercancía”, pues el narco y el sicariato no son la vía”. En efecto, la esperanza puede ser “desviada y narcotizada” hacia el “materialismo” (seré más feliz cuando tenga más cosas) o cuando logre hacer mis gustos o caprichos (llamándoles “derechos”) o cuando logre anular del horizonte a Dios, pues siento que me limita (usando el adjetivo “laico” mal comprendido). Cambio fundado en la Verdad, que en el caso de los jóvenes les pide no dejarse sorprender por “falsos amigos de la Juventud”: los que proyectan en los medios de comunicación sus frustraciones libertarias, su complicidad con ideologías destructivas de la persona, su falsas “ideas de desarrollo y cambio” cuando no han hecho nada por la juventud sin educación, trabajo y migración obligada al tener que “seguir esperando” aún con los ataques a la vida joven de todos los días: gente, en fin, que al acabárseles los argumentos de razón y verdad, pasan al lenguaje burdo que solo verifica lo escrito: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 15, 18). Transfiguración se traduce hoy como nunca, para todos y para el joven, en “transformación” hacia el Hombre Nuevo, pero solo luego del camino en la verdad sobre el hombre mismo, ayudados por la Gracia de Dios.
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