Migrantes

Río Grande, Texas: la frontera donde acaban los sueños

La migración irregular persiste pese a los riesgos y restricciones, prueba de ello es que la Patrulla Fronteriza detiene actualmente a un promedio de 300 personas por día.

Las detenciones de migrantes en la frontera sur han disminuido. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Las detenciones de migrantes en la frontera sur han disminuido. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Eran las 4 de la mañana. La madrugada estaba fría, el termómetro marcaba los 15 grados centígrados y el viento soplaba fuerte. En el aeropuerto de Brownsville, engrilletados de pies y manos, de tres autobuses bajaban decenas de centroamericanos para abordar el avión que los llevaría de vuelta a su país.

Su nacionalidad era lo de menos ya que se trataba de seres humanos, entre ellos muchas mujeres y niños que subían lentamente la escalinata del avión para no caerse. Sobre sus espaldas pesaban los sueños y las esperanzas rotas, apenas días antes habían sido detenidos por las autoridades estadounidenses.

Esa mañana del 26 de febrero —en un Miércoles de Ceniza—, los oficiales de ICE (Inmigración y Control de Aduanas, en inglés) observaban el paso de los migrantes, 135 hondureños en total a quienes revisaban cada detalle previo a abordar el vuelo.

Los delgados cuerpos de algunos de los hombres y mujeres que estaban a punto de ser deportados casi temblaban del frío durante los 15 o 20 segundos que tardaba la revisión.

A las unidades familiares —un padre o los dos, acompañados de uno o mas de los hijos— les permitieron no llevar puestos los grilletes. Al descender, los menores no soltaban las manos de sus padres, parecían confundidos. Los más pequeños, posiblemente de uno, dos o tres años, dormían en brazos, cubiertos por delgadas frazadas.

¿Por qué tan temprano? Según las autoridades estadounidenses, son horarios establecidos por los países de origen de los migrantes.

El “sueño americano” de este grupo de hondureños tardó apenas días.

Con más guardias de seguridad en la frontera y mucha tecnología, que incluye vigilancia, aérea, así como sensores de calor y movimiento en tierra, EE. UU. ha asegurado su frontera sur, de tal manera que cada vez es más difícil ingresar de forma irregular a ese país.

Las ciudades de Brownsville y McAllen, ambas al sureste de Texas, se han convertido en puntos desde donde son deportados a diario cientos de ciudadanos de Guatemala, Honduras y El Salvador, en un éxodo de centroamericanos que parece no tener fin y que se produce a pesar de las medidas restrictivas del gobierno estadounidense y de los riesgos a los que se enfrentan, tanto naturales como del crimen organizado.

Tan solo en enero último EE. UU. ya había deportado a más de ocho mil migrantes, entre hondureños y guatemaltecos, mientras que la cifra de expulsiones de salvadoreños creció 40% el año pasado. Muchos son detenidos cuando cruzan el sector del Valle de Río Grande, una extensa área fronteriza de 504 kilómetros —a donde pertenecen las ciudades de Brownsville y McAllen—, donde acaban los sueños de miles de ellos.

Aunque las cifras no se acercan ni por asomo a las mil 800 e incluso hasta 2 mil detenciones diarias que se registraban el año pasado en los meses más álgidos de la migración, la Patrulla Fronteriza sigue detectando alrededor de 300 personas al día que intentan ingresar sin autorización a EE. UU.

A pesar de la reducción, estos números continúan elevados. En cuatro meses, de octubre del año pasado a enero del 2020, por la zona fronteriza de Río Grande  fueron detenidos el 25% del total de migrantes que intentaron ingresar de forma irregular a EE. UU., 21 mil un adultos solos, siete mil 380 familias y cuatro mil 221 niños que viajaban sin ninguna compañía.

Detenciones en frontera Estados Unidos
Uno de los migrantes detenidos se muestra cansado después de haber caminado horas por la frontera sur de EE. UU. (Foto Prensa Libre: Sergio Morales)

Las autoridades estadounidenses perciben positivamente la reducción, no solo porque, a su entender, eso significa que hay menos migración, sino porque menos personas arriesgan su vida, en un viaje que tiene altas posibilidades de terminar en tragedia.

La pobreza e inseguridad (como siempre) las causas

 

Prensa Libre visitó la frontera entre EE. UU. y México, justo en el área de Río Grande.

En un día fresco, los guardias de la Patrulla Fronteriza, estación de McAllen, Texas, más conocida como CBP, por las siglas en inglés de la oficina de Aduanas y Protección Fronteriza recorren parte de ese valle. De pronto se escucha el aviso por radio de un cruce ilegal.

Inmediatamente los patrulleros salen a inspeccionar y, en efecto, un grupo de ocho hombres habían sido sorprendidos. De madrugada cruzaron el río, eran mexicanos y hondureños que lucían agotados por el trayecto, con los pies ampollados y los zapatos rotos y cubiertos de lodo.

Los apellidos hispanos abundan dentro de los oficiales de la CBP, casi todos hablan español a la perfección y algunos hasta tienen familia de origen latino; sin embargo, su deber es hacer cumplir las leyes de inmigración de EE. UU.

Detenidos en frontera sur
Una de las mujeres detenidas por la CBP pareciera rogar a los agentes para que le permitan quedarse en EE. UU. (Foto Prensa Libre: Sergio Morales)

 

En el lugar se mezcla el olor a humedad y sudor de los migrantes, con el de la loción de algunos oficiales fronterizos. Es extraño.

Uno de los detenidos apenas alcanza a responder que “la pobreza y la falta de oportunidades” lo obligó a salir de Honduras. Cuando fue detenido no tenía ni idea de cuánto había caminado. Aunque en vehículo la distancia entre el punto donde fueron aprehendidos y el río fronterizo es relativamente corta, a pie cada minuto se siente eterno.

El cansancio es tal que cuando son detenidos ni siquiera tienen fuerzas para intentar escapar. Minutos después de revisarlos y tomar sus datos, los ocho migrantes fueron llevados a un vehículo que los trasladaría a la estación de la CBP de McAllen.

“Estoy amenazada”

 

Apenas los agentes fronterizos se subían a los vehículos cuando escucharon otra alerta, el de cinco personas que también habían sido sorprendidas al ingresar a EE. UU. sin permiso, pero al llegar solo hallaron a dos mujeres y dos hombres de Honduras, aparentemente la otra persona logró escapar.

La primera reacción de las mujeres fue el llanto. Mientras sostenían la copia de una denuncia por extorsión que habían presentado a la fiscalía de su país, imploraban que les permitieran quedarse en EE. UU. porque temen por su vida.

“Si uno migra es por la situación en el país que no es fácil”, dijo en medio de lágrimas una de las mujeres que se identificó como Maria Elena Morazán. Y el llanto no era para menos, había gastado mucho dinero, pasado por innumerables vicisitudes durante 22 días hasta llegar a EE. UU. para que en un instante la detuvieran.

Como Maria Elena, el resto de los migrantes son detenidos en precarias condiciones de salud, llevan días sin comer o beber agua y exhaustos por haber caminado en zonas semi áridas con mucho calor o frío, dependiendo de la época del año.

Las hondureñas mostraron una denuncia que presentaron en Honduras por ser víctimas de extorsión. (Foto Prensa Libre: Sergio Morales)

 

“Vienen enfermos, muchas veces sin comida, otras veces heridos porque el camino es difícil. Por ejemplo, hay personas que vienen con un brazo fracturado y así tienen que seguir adelante. Nosotros los vemos y los ayudamos, y si vienen muy malos los llevamos a un hospital”, afirma Hermman Ramírez, un oficial de la  estación de McAllen que participó en ambos procedimientos.

A pesar del esfuerzo, es claro que los migrantes tendrán pocas posibilidades de quedarse, tal como lo dice Marlen Piñeiro, asistente de la División de Operaciones de Remoción de ICE, puesto que los 135 hondureños que fueron deportado llevaban apenas días de haber llegado y se fueron de EE. UU. solo “con lo que trajeron cuando vinieron”.

“Les pedimos a las personas que no vengan ilegalmente, aunque piensan que pueden venir y quedarse, el resultado final es la deportación porque la mayoría no califica para quedarse”, sentencia la funcionaria estadounidense.

Después de 2 horas y media de vuelo aproximadamente los hondureños llegaron a su país, allá se vieron de vuelta, sin dinero ni sueños, y probablemente con grandes deudas por pagar.

Fotos

 

Deportados desdse Brownsville, Texas
Un hombre sube la escalinata de avión que lo llevaría de vuelta a Honduras. (Foto Prensa Libre: Douglas Tobar)
Deportados desde Brownsville, Texas
Las personas que serán deportadas antes pasan por una pequeña inspección. (Foto Prensa Libre: Douglas Tobar)
Deportados desde Brownsville, Texas.
Las personas que son deportadas llevan puestos los grilletes que se les quita hasta que aterrizan en su país. (Foto Prensa Libre: Douglas Tobar)
Deportados desde Brownsville, Texas.
Un hombre se dispone a subir la escalinata del avión donde será deportado. (Foto Prensa Libre: Douglas Tobar)
detenida en frontera
Por seguridad, a los migrantes se les pide que se quiten la cinta de los zapatos cuando son detenidos. (Foto Prensa Libre: Sergio Morales)
detenidos frontera sur estados unidos
Los migrantes deben caminar largas distancias por vastos terrenos al cruzar la frontera sur de EE. UU. (Foto Prensa Libre: Sergio Morales)
detenidos frontera sur de estados unidos
Los migrantes terminan con los zapatos enlodados debido a que cruzan el río. (Foto Prensa Libre: Sergio Morales)
detenidos frontera sur estados unidos
La Patrulla Fronteriza recibió la alerta de un cruce ilegal, se trataba de ocho personas de México y Honduras. (Foto Prensa Libre: Sergio Morales)
capturados frontera sur estados unidos
Dos hombre permanecen detenidos en una unidad vehicular de la Patrulla Fronteriza. (Foto Prensa Libre: Sergio Morales)
deportados desde brownsville
Una de las niñas que fue devuelta a Honduras por EE. UU. (Foto Prensa Libre: Sergio Morales)
deportados desde brownville
Un hombre es inspeccionado previo a subir al vuelo de deportados. (Foto Prensa Libre: Sergio Morales)

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