Guatemala

“Un sueño se hace pesadilla”

En el Día Internacional de los Migrantes, que se conmemora hoy, es probable que en algún lugar de México haya guatemaltecos indocumentados en tránsito hacia la frontera de EE. UU., la cual intentarán cruzar en busca de un sueño, a pesar del riesgo de morir, ser secuestrados o vivir penurias. Lo que es seguro es que, si llegan a cruzarse con el padre Alejandro Solalinde Guerra, recibirán ayuda.

El sacerdote mexicano se ha convertido en un ángel de la guarda para estos viajeros. Desde hace seis años dirige el refugio Hermanos en el Camino, en Ixtepec, Oaxaca, no sin que ello le haya valido ser blanco de amenazas y hostigamiento. Hace unos días fue acusado de maltrato por un presunto migrante guatemalteco, pero tal denuncia fue desmentida. Solalinde dijo que esa acción tenía la intención de desacreditarlo. “Es difícil, pero se logra con fe y de la mano de Dios”, dijo por teléfono.

¿Cómo empezó esta labor?

Nací en México D. F. Me crié allá y vivía muy cómodamente. En 1976 me ocurrió algo que me hizo venirme a Oaxaca. Me encuentro con unas mujeres indígenas muy pobres; verlas así, en contraste conmigo, que vivía tan cómodo, me avergonzó mucho y me hizo buscar el cambio. Estuve luchando, hasta que decidí venir a Oaxaca, donde tengo casi 30 años de vivir. Empecé el albergue en el 2007, pero en realidad desde hace dos años empecé a trabajar con los migrantes.

¿Dónde estaba antes?

Pensaba que iba a pasar los últimos días de mi vida tranquilo. Tenía un consultorio para terapia familiar. Vine y me encontré con muchísimos migrantes. Me dio mucha pena verlos como ovejas sin pastor.

Los viajeros indocumentados se han vuelto víctimas de esta crisis de pobreza, y no solamente es la pobreza económica, también es la falta de amor hacia los seres humanos. Nos importa más el dinero que la gente, y los migrantes son las personas que más desprecio sufren.

¿Cuántas personas recibe en el albergue?

El mes pasado llegaron un promedio de 400 personas diarias, y dicen que hasta más. No todos entran en el albergue, pero todos llegan en el tren. Probablemente vendrá más gente cuando se concluyan los trabajos en la línea de Tapachula hasta Ixtepec.

¿De dónde son?

Tal vez el 80 por ciento provienen de Guatemala y Honduras. En tercer lugar está El Salvador.

En su opinión, ¿qué los lleva a jugarse la vida?

Son jóvenes, no hay que olvidarlo. Siguen la aventura y tienen un sueño. Es la edad en que se arriesga y se pueden incluso jugar la vida en un albur.

A pesar de lo que ven y viven, ellos siguen su sueño, aunque en realidad sea una fantasía, porque en este momento el sueño se hace pesadilla. La violencia tan terrible que vive México, y en medio de ello los más vulnerables siguen siendo los hermanos centroamericanos.

Usted ha sido blanco de amenazas, ¿cómo maneja esta situación?

Le voy a presumir: no solo soy yo, es también mi equipo. A mi lado está Alberto Donis, guatemalteco. Vino aquí hace cuatro años y es mi brazo derecho. No tiene miedo, aunque conocemos el riesgo.

¿Tiene protección?

Me protege Dios. Hay dos policías cuidándome, pero no es lo mejor. Hay tanta corrupción en México que los patrones de la delincuencia están arriba. Los de abajo me pueden matar, pero quien da la orden está arriba. Esos que están arriba no son tontos y saben perfectamente el costo político si me matan.

¿A quiénes se refiere?

A los políticos infiltrados que han manejado desde hace muchos años la delincuencia organizada y, por supuesto, que están arriba de los Zetas. Ellos pueden matarme, pero saben que el costo político va a ser altísimo, y eso no lo quieren correr.

¿Cómo hace para agenciarse de recursos?

Tengo fe. Cada persona es potencial o virtual benefactora de nosotros. Ayer estaba conmovidísimo. Hace unos cuantos días teníamos 300 pesos —US$30— y en otra cuenta US$100. ¿Y sabe qué? Ahora tenemos más de 200 mil pesos, pues el gobernador de Michoacán nos ayudó. No me preocupa el mañana, porque sé que Dios nos va a ayudar. No nos falta. Me queda claro que esto es obra de Dios.

¿Con qué sueña?

Con que la ley se empiece a aplicar con un reglamento justo. Pero lo más importante es proponer un plan de desarrollo integral mesoamericano.

En cuanto a la Iglesia Católica, hay algunos obispos que están dormidos. No sienten nada, muy apostados en sus poltronas; ellos tienen su vida bien asegurada y cómoda. Nuestra Iglesia, con honrosas excepciones, no está haciendo casi nada por los migrantes. No siente lo que les pasa a ellos; de hecho, casi no ha intervenido.

Mi sueño es que se pongan las pilas y hagan algo efectivo, y no de vez en cuando sacar un documento, como si con eso se salvara al mundo.

ESCRITO POR: