Al mediodía, Elsy Ramírez, la madre del joven, volvió, y él le mostró un par de zapatos de futbol que le habían regalado en el convivio, y le comentó que los estrenaría esa tarde.
“Lo vi muy ansioso. Le dije que todavía faltaba para el entreno y me comentó que tenía que estar media hora antes —15 horas—. Comió apurado, se alistó, se despidió y se fue”, recuerda Ramírez.
El calvario
La ilusión con que salió el jugador de su casa se esfumó en un instante. Al llegar al estadio, el utilero William Oroxom, uno de los implicados, le advirtió: “Ese tu pelo sí está bonito para cortar. Hoy sí se van a divertir”.
Sin darle importancia, el menor entró en el camerino, donde se encontraban los jugadores ahora acusados de agresión y quienes no han querido dar declaraciones sobre el caso —Israel Silva, Sergio Morales, Milton Leal, Juliano Rangel, José Mendoza, Kevin Arriola, Édgar Chinchilla y Julio Estacuy—. Estos lo tomaron del cuello y lo sujetaron para tijeretearle el pelo.
“Había varios jugadores que me esperaban con tijeras y máquinas para raparme; entre ellos Israel Silva —su ídolo, de quien tenía un póster—, y me agarró del cuello. Morales se acercó para cortarme el pelo. Lo empujé y se enojó”, cuenta Rodas Ramírez.
Ante la negativa del menor, el costarricense Morales le apretó los testículos para inmovilizarlo. Con dolor y parte del cabello cortado, el joven se entrenó.
Después de dos horas de práctica el dolor era más fuerte y se quitó el uniforme. Se lo quiso entregar al utilero en la cancha, pero este lo mandó al vestuario, donde lo esperaban los jugadores señalados.
“Ellos quisieron humillarlo. Degradar su moral. Le dijeron en varias ocasiones: Aquí te vamos a enseñar quiénes son los que mandan”, refiere la madre del jugador.
“Otra persona en el vestidor le indicó: Aquí valió v… güiro s… tu selección. Capitán de selección. Aquí valiste”. Con gran impotencia, el menor salió llorando del estadio y se dirigió al trabajo de su madre, quien buscó ayuda médica.
Guerra legal
Ya más tranquila, Elsy Ramírez le preguntó a su hijo si denunciaban lo sucedido, y sin dudarlo él le respondió: “Esto no se puede quedar así”.
Acudieron al Instituto Nacional de Ciencias Forenses —Inacif—, para que lo examinaran, pero como no tenían una orden del Ministerio Público (MP) se dirigieron al Hospital Nacional de Occidente.
Así comenzó una batalla legal que está en proceso en el Juzgado Segundo de Primera Instancia Penal de Quetzaltenango y que se ha convertido en una tormenta para el joven, quien tuvo que salir de Quetzaltenango, debido a las críticas de grupos que se oponen a la denuncia.
La madre afirma que al principio le ofrecieron dinero para que desistieran del caso. “El abogado de Silva me llamó. Acepté hablar con él porque lo conozco. Me dijo que el brasileño había mandado a decirle que pusiera un precio, con el objetivo de desligarlo del caso, ya que su objetivo era salir del país”, señala.